Las lágrimas de Oriana fluían libremente mientras lloraba, sus sollozos mezclándose con sus palabras. —Es toda mi culpa... Lo maté... Lo maté... —El dolor en su voz era palpable, su corazón rompiéndose con cada palabra.
De repente, un cambio en la energía la envolvió, y la oscuridad comenzó a girar a su alrededor. Su voz cambió, volviéndose fría y distante. —Es su culpa... él lo mató... Debo matarlo... —Su dolor se transformó en una determinación vengativa y fría en un abrir y cerrar de ojos.
La energía alrededor de ella se intensificó, afectando a toda la atmósfera. El cielo brillante del reino demoníaco se oscureció con nubes ominosas, y el aire se volvió salvaje y caótico, formando una tormenta que tomó a todos por sorpresa. Todos los ojos se volvieron hacia la fuente de este inmenso poder— Esmeray.