La taza de té en la mano de Rosetta desapareció mientras ella se levantaba.
—Ya que mi encantadora aprendiza se atreve a mostrar sus colmillos a su profesora, ¿no debería recordarle por qué yo soy la profesora y no ella?
Oriana sintió como su cuerpo se helaba. Fue un lapsus momentáneo de juicio, un acto rebelde caprichoso, pero también sabía que su profesora era mezquina y no le mostraría ninguna piedad.
—Yo no quería decir...
¡Zap!
—Rosetta la atacó antes de que pudiera terminar su frase. Fue el ataque de relámpago negro que la bruja adoraba usar como castigo, porque provocaba un dolor tremendo pero mostraba pocas o ninguna lesión exterior.
—¡Ahh!
Oriana invocó un escudo de runas a toda prisa, pero como tardó en lanzar el hechizo, el ataque la alcanzó.
—De nuevo —dijo Rosetta en tono seco.
Oriana inyectó más magia para fortalecer la defensa del escudo negro.
¡Zap!