—Tengo hambre. Finalicemos aquí por hoy.
—Oriana hizo una reverencia respetuosamente. —Gracias por enseñarme bien.
Rosetta no respondió y ofreció su mano a Oriana. Oriana sabía que iban a regresar al Palacio Real de Othinia, pero se puso pálida al recordar la nauseabunda memoria de su primera experiencia de teleportación. Todavía no sabía cómo proteger su cuerpo mientras lo hacía.
Incluso antes de que pudiera preguntar a Rosetta, sus cuerpos ya habían desaparecido de la pradera y aparecido dentro de la habitación de la mansión de invitados de Griven.
Oriana se desplomó. Su cabeza giraba, y sintió un fuerte impulso de vomitar. Fue peor esta vez, porque su cuerpo estaba agotado de poder mágico debido a la repetida invocación de la runa de escudo. Ni siquiera podía obligarse a arrodillarse, ya que no le quedaba fuerza en su cuerpo.
—Toma —escuchó decir a Rosetta y Oriana levantó la cabeza para mirarla.
—Bebe esto —Rosetta le ofreció una pequeña botella de elixir.