Noah pronto entendió que no podía darlo todo durante sus pruebas. La espada maldita no era un arma para uso diario. Era una carta de triunfo que podía forzar a las existencias a liberar mucho más poder del que poseían.
La base del poder del arma residía en su sed de sangre. Su Maestro tenía que albergar un sentimiento similar para empuñar la espada maldita, y sus auras debían fusionarse durante el ataque para desatar golpes que superaran su nivel.
Noah tenía una enorme sed de sangre. Su vida había sido un constante campo de batalla, y nunca se había retenido de matar a sus oponentes. Su existencia se adaptaba perfectamente al arma, pero eso era una desventaja cuando quería probar su poder.