Qiao Xi se calmó y ordenó de nuevo:
—Arrodíllate.
En el instante en que la orden fue dada, Lu Yan se arrodilló frente a Qiao Xi sin dudarlo, como un cuerpo sin alma.
Qiao Xi observó en silencio a Lu Yan, pero él no reaccionó. Si ella no emitía la siguiente orden, Lu Yan podría seguir arrodillado aquí.
De repente, un pensamiento cruzó por la mente de Qiao Xi. Quizás podría usar su habilidad de hipnosis para disipar las dudas de Lu Yan.
Qiao Xi dijo:
—Lu Yan.
Lu Yan, que estaba arrodillado en el piso, lentamente levantó la mirada. Sus ojos estaban vacíos mientras miraba a Qiao Xi.
—Levántate —ordenó Qiao Xi.
Lu Yan se levantó obedientemente, sus ojos todavía inyectados en sangre.
Qiao Xi se acercó a él, su voz llena de encanto:
—Recuerda, Han Ye ya ha fallecido y no tiene ningún pariente. Este es un hecho incuestionable. Tus nuevos perfumes pueden lanzarse a tiempo.