Sonidos de desgarramiento llenaban los pasillos vacíos en los que estaban. Sus manos comenzaron a arrancarle la ropa, sin querer así como sin poder esperar más.
—Oh, Alicia... mi diosa... Te he extrañado tanto que me estaba matando por dentro. No tienes idea... no tienes idea de cuánto te he deseado... deseado tocar y devastar tus deliciosos interiores con mi pene otra vez. No tienes idea, querida... —Zeke descartó la última prenda que la cubría mientras susurraba esa última línea.
Totalmente inflamado, Zeke manoteó ciegamente para liberar su enardecido miembro cuando Alicia se aferró sin fuerzas a él, alcanzando su bata.