La mañana siguiente. Después de lavarse y asegurarse de que estaban presentables, Alicia y Zeke se dirigieron a las mazmorras donde Sebastián estaba siendo encarcelado.
A medida que se acercaban a las barras gruesas y protegidas, Alicia sintió que la mano de Ezequiel se apretaba un poco alrededor de la suya. El chico más allá de las barras no los abordó como lo hizo la primera vez que Alicia estuvo aquí.
Solo estaba allí, arrodillado en silencio en el suelo, sus manos encadenadas a gruesas restricciones reforzadas con magia demoníaca para mantenerlo allí. La vista de él le rompía el corazón. Era simplemente inconcebible cómo este chico había estado encerrado aquí de esta manera durante tanto tiempo. ¡No eran solo años... sino cientos de años, de hecho! Alicia podía sentir lágrimas calientes picando en la parte posterior de sus ojos mientras estaba allí con Zeke, sin moverse ni hablar.