—No hay necesidad de alterarse por esto, Alicia. Aparte del hecho de que no tenemos opción, realmente no me importa desvestirme frente a ti —Ella no pudo evitar mirarlo boquiabierta con incredulidad. Este maldito…
—Pero a mí sí me importa —siseó ella, sus ojos lanzando chispas hacia él.
—Siempre puedes elegir no mirar. No te estoy obligando a observar —Él se encogió de hombros con facilidad como si no le importara lo que ella decidiera hacer.
Su respuesta hizo que su cara se calentara. Pero rápidamente logró replicar. —¿Y qué hay de mí?! —exclamó, y Ezequiel se detuvo—. Yo… no soy tan des… desvergonzada como tú para… para… desvestirme —tartamudeó tan mal que Ezequiel tuvo que apretar sus labios fuerte, como para suprimir su risa antes de que brotara.
—Siempre puedo mirar hacia otro lado, Alicia. O cerrar mis ojos —respondió él suavemente.
—Pero… pero ¿y si cuándo… cuándo… oh dioses! —gruñó ella, mordiéndose el labio inferior de nuevo.