En el aire, Alejandro estaba luchando contra esos demonios que lo rodeaban sin parar, como un dios asesino. Sus contraataques hacia ellos eran salvajes al extremo y los demonios seguían siendo desgarrados en pedazos antes de reunirse y volver a formarse de nuevo.
Alicia solo podía mirar mientras Ezequiel volaba hacia las nubes oscuras y las sombras negras que giraban en el cielo, como un ángel oscuro, donde estaba ocurriendo la feroz y surrealista batalla.
Su respuesta de una palabra a su pregunta anterior ni siquiera fue una sorpresa para ella, de hecho. Lo que realmente la conmocionó hasta el fondo, fue cómo se veían sus ojos cuando ella los vio. Ese ojo tan oscuro, que uno no podía ver ni rastro de luz o color en él nunca más había hecho que el corazón de Alicia temblara incontrolablemente. El horror que la embargó cuando vio su verdadera cara por primera vez no era nada comparado con lo que estaba sintiendo en ese momento.