—Abi solo lo miraba fijamente. Su cuerpo se relajó lentamente, tal vez porque finalmente liberó su ira. O tal vez, se ablandó de nuevo, al escuchar esas palabras que él decía, llamándose a sí mismo un monstruo como si fuera un hecho.
—Por poco se lanzó a abrazarlo y decirle que no era un monstruo, que nunca lo había visto como un monstruo, pero se contuvo.
—No. No tengo miedo de ti —le dijo casi insolentemente, haciendo que él entrecerrara los ojos—. Solo... odio... a los desgraciados mujeriegos y tramposos... —continuó mientras sus ojos vagaban a su alrededor.
—Tramposo... —él repitió—. ¿Por qué dirías que estoy engañando?
—Abi parpadeó y no dijo nada, su cerebro se apagó un poco debido a su desliz.
—Habla —Alex ordenó.
—Abi se encontró en un dilema. ¡Oh, no! ¿Cómo iba a salir de esto? ¡Por supuesto que Alex no pensaría que estaba engañando si no tenía pareja, esposa a la que engañar!