Una vez que Alex salió, la chica llevaba su bata, secándose el cabello con un secador de pelo.
Alex se acercó a ella, su cabello todavía goteaba. Estaba medio desnudo, con solo una toalla envuelta alrededor de su cintura.
De repente, Alex le quitó el secador de pelo de la mano y luego, de la nada, le besó el cuello, haciendo que Abi se quedase inmóvil.
—Dijiste que volverás a casa durante los fines de semana, ¿verdad? —preguntó, con sus labios todavía en su piel. Abi no sabía por qué, pero Alex parecía un poco extraño esa noche. No pudo evitar imaginarlo como una mascota que había estado separada de su dueño durante mucho tiempo y ahora que estaban juntos de nuevo, lo único que quería era acurrucarse, tocar y besar a su dueño cada segundo.
Pero luego, ella era consciente de que Alex no era una mascota. ¡Era una bestia! ¡Una bestia magníficamente hermosa!
Abi asintió. —Mm. Lo dije.
—Mañana es sábado... —dijo, todavía mordisqueándole la piel.