Abigail sabía que su amenaza no era una broma. Podía verlo en sus ojos y sentirlo en lo más profundo de sus huesos. Admitía que quizás se había excedido un poco esta vez. No importaba lo que dijera y no importaba cómo se justificara a sí misma, Alex tenía razón. Esto era muy arriesgado. Un simple error por su parte podría haberla matado: un pequeño tropiezo, una pequeña caída sobre una baldosa del techo y habría caído a su muerte. Temblaba al pensarlo porque no pensó en ninguna de estas cosas cuando decidió subirse a la escalera y subir al techo. Todo lo que pensaba era en no mirar hacia abajo para ver cuán alto estaba del suelo. No sabía por qué, pero cuando él la rechazó, de repente sintió ganas de ser terca, como si no tuviera otro pensamiento más que completar otra de sus tareas. Era como si algo la empujara a seguir adelante y correr el riesgo.