Jean era especialmente alto, fuerte y musculoso. A diferencia de Mason, no tenía la presencia de un rey; no tenía la misma majestuosidad y dominancia. En cambio, era tan frío que hacía difícil respirar a la gente y les daba demasiado miedo para decir una palabra.
El nombre Jean sonaba como si perteneciera a un príncipe de tiempos antiguos, y la persona real ciertamente encajaba bien con el nombre.
Chantel estaba sentada en el coche de Jean, pero incluso en ese momento, no tenía idea de dónde había encontrado el coraje para subirse.
—Yo... No quiero desperdiciar demasiado de tu tiempo. Vamos a charlar en el coche —dijo Chantel de manera algo reservada. Era cautelosa; si Jean estirara su mano, fácilmente podría romperle el cuello.
—No me gusta que la gente hable de negocios en mi coche. Es demasiado distractor —rechazó Jean.
Chantel se quedó helada y no dijo otra palabra.