Esa noche, Celeste estaba sumida en sus propios pensamientos.
Cada vez que cerraba los ojos, pensaba en la forma en que había sido insultada antes por el grupo de hombres. Hizo todo lo posible por resistirse a buscar a Annie para vengarse y eso la atormentaba. Como resultado, tuvo un ataque de fiebre en medio de la noche.
Joel no se enteró de que ella no se encontraba bien hasta temprano en la mañana, cuando recordó que no había comido en todo el día y se preocupó de que estuviera hambrienta. Al entrar en la habitación, agarró su muñeca y se dio cuenta de su error.
Celeste ya estaba convulsionando de una fiebre grave.
—Te llevaré al hospital —Joel extendió sus brazos para cargar a Celeste, pero ella resistió.
—No necesito ir.
—No es momento de que seas terca —dijo Joel al sentir su cuerpo febril—. Tienes fiebre, necesitas ayuda médica.