As continuó mirándome con ojos abiertos e inmóviles. Abrió la boca para decir algo, pero ninguna palabra salió de sus labios. Por un momento nuestras miradas lucharon.
Finalmente se rindió y bajó la vista a los papeles de divorcio encima de la mesa.
—¿Es esto realmente lo que quieres? —preguntó, levantando de nuevo su cabeza hasta que sus ojos encontraron los míos, como si me suplicara reconsiderar.
—Es lo mejor para nosotros —respondí firmemente, mirándolo directamente a los ojos.
—Entonces no hay nada que pueda hacer, Fénix. Si te hace feliz, ¿quién soy yo para negarte lo que quieres? —As recogió los papeles de divorcio y me los entregó junto con un bolígrafo.
Tragué saliva y tomé los papeles de él. Mis dedos apretaron el bolígrafo hasta que se puso blanco. Por fuera parecía tranquila, pero la verdad es que me estaba destrozando por dentro.