Sunny se volteó lentamente y miró detrás de él... y ahí estaba, el Príncipe de la Nada.
Mordret parecía casi exactamente como la primera vez que Sunny vio su verdadero rostro. Alto, delgado, con cabello negro como el cuervo y un rostro agudo que no era precisamente guapo, pero poseía una belleza extraña. Su rasgo más llamativo, sin embargo, eran sus ojos espejados, que reflejaban el mundo de vuelta sobre sí mismo como dos pozas de plata líquida.
En los labios de Mordret había una sonrisa agradable, pero vacía.
—Espera... algo está mal —Sunny frunció el ceño.
La última vez que había visto al Príncipe de la Nada, momentos antes de entrar a la Semilla de la Pesadilla, el bastardo estaba magullado y golpeado, cubierto de sangre seca y le faltaba una mano. Pero ahora, Mordret parecía perfectamente bien — no tenía heridas en su cuerpo ni manchas de sangre en su túnica. Incluso su mano estaba de vuelta, como si nunca hubiera sido cortada.