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Había trece humanos tratando desesperadamente de escapar de la persecución de la Gran abominación.
O mejor dicho, había habido.
Sin que nadie notara la razón, uno de los Maestros tropezó y cayó. Nadie la había atacado, y los cadáveres perseguidores aún estaban fuera de vista. La mujer agarró su cuello y gritó.
Un momento después, se levantó con una extraña sonrisa en sus labios.
Donde había existido un radiante núcleo del alma, ahora no había más que una oscuridad extensiva.
—Maldición... —Sunny ordenó a la única sombra que había permanecido con él que se envolviera alrededor de su cuerpo y corrió.
El áspero grito de alguien llegó a sus oídos:
—¡S—separense!
—¡No! Tontos... —La lógica de ese llamado desesperado era simple y no sin razón. Había siete vasijas del Guardián del Portal —ocho, ahora— y doce humanos supervivientes. Si escapaban en direcciones diferentes, algunos de ellos tendrían la oportunidad de sobrevivir.