Al escuchar las crueles palabras que condenaron a Solvane a miles de años de tormento desgarrador, Sunny no pudo evitar sentir una oscura y eufórica sensación de alegría.
El recuerdo del dolor que había infligido en él y los rostros de aquellos a los que había matado volvieron a aparecer ante sus ojos, haciendo que esa alegría se intensificara aún más.
—Bien… bien…
Lo único que Sunny lamentaba era que había matado a Solvane en un futuro lejano, liberándola de ese tormento. Si hubiera sabido mejor en aquel entonces, la habría dejado pudrirse.
Noctis miró fríamente a la sacerdotisa retorciéndose por un momento, y luego se dio la vuelta, como si quisiera marcharse.
Solvane dejó escapar un gemido de agonía, mientras más enredaderas rompían su piel y se arrastraban hasta el suelo.
—¡E—espera! —luchó por levantar la cabeza y mirar hacia arriba, sus ojos llenos de miedo—. Noctis… tienes que… matarme. No podrás… liberarla… si estoy viva.