Sunny se quedó congelado en su lugar, atónito, y se quedó quieto por un momento. Rodeado de un silencio aturdido, lo único que podía escuchar era el latido salvaje de sus corazones y el zumbido de la sangre corriendo en sus oídos.
Su ojo tembló.
—De ninguna manera... No hay manera de que el desgraciado me haya hecho esto... —Mientras sus cuatro sombras se envolvían alrededor de su cuerpo, Sunny giró ligeramente la cabeza y miró el dedo del hechicero, que sin lugar a dudas apuntaba directamente a su ancha espalda. Su boca se secó.
—¡Lo hizo! —¿¡Qué demonios estaba pensando Noctis?! —No, no... el hechicero no lo habría vendido. Sí, echarle la culpa a Sunny tenía que ser una estafa de algún tipo... pero ¿qué lograría Noctis haciendo esto? ¡Nada!
A menos que, por supuesto...
A menos que este hubiera sido su plan desde el principio.
Una fría y espantosa sensación de repente envolvió el corazón de Sunny.