Una vez más, Sunny se encontró en el espacio infinito entre el sueño y la realidad. A su alrededor, no había más que un vasto vacío negro, iluminado por una multitud de brillantes estrellas. Entre esas estrellas, innumerables hilos de luz plateada se tejían en un patrón hermoso e inconcebiblemente complejo.
Una vez más, sintió como si hubiera vislumbrado el funcionamiento interno del Hechizo. ¿Era solo una ilusión o ahora podía ver más? Era casi como si sus ojos ahora pudieran discernir un atisbo de significado detrás del inimaginable y titánico resplandor de la trama etérea.
…Después de todo, ahora tenía los ojos del Tejedor.
Con un gemido de dolor, Sunny se obligó a apartar la vista de los hilos de luz plateada. La magnitud del secreto oculto en este patrón cósmico era tan inmensa que solo pensar en ello podía volverlo loco. La Costa Olvidada le había enseñado una lección importante, y era que uno debía tener cuidado con lo que miraba.