Un sonido claro y melódico de una campana resonó en el aire sobre el Laberinto, alertando a las monstruosas arañas escondidas en el enorme capullo de telarañas grises que una nueva presa llamaba a su puerta.
Momentos después, cuerpos rápidos cubiertos de pesadas placas de armadura de hierro salieron de debajo de la telaraña gris, desplazándose por los cables de acero con una velocidad aterradora. Había suficientes Criaturas de la Pesadilla en esa ola para aniquilar todo lo que se interpusiera en su camino... aparentemente.
Sin embargo, lo que se interponía en su camino eran dos figuras: una alta y ruidosa, la otra más baja y que irradiaba una extraña sensación de firmeza indiferente.
Se trataba de Effie y el Santo de Piedra. Ambos sostenían sus escudos en alto, con las puntas de sus armas apoyadas en los bordes. Mientras la cazadora sonreía, la Sombra golpeó en silencio el borde de su escudo con la hoja de su espada dos veces.