—Kingsley, ¡No quiero! —Jeanne se negó y siguió sacudiendo la cabeza.
—No quería que nadie muriera por ella.
—¡Tu supervivencia es más importante que la de nadie!
—No soy importante, no lo soy en absoluto! —Jeanne estaba al borde del colapso.
Desde el momento en que Edward dijo que moriría por ella, había estado conteniéndose hasta que estaba a punto de derrumbarse.
—No soy tan importante para que todos ustedes me protejan con sus vidas. ¿Qué tengo de importante para que estén dispuestos a llegar a tal extremo por mí, causando una guerra en un país y viéndose manchados con la sangre de tantas personas? No soy nadie. ¡No valgo la pena!
—¡Lo vales! —Kingsley pronunció cada palabra.
—Kingsley, ¿crees que seré feliz si haces esto? ¿Piensas que si tú, Edward y todos los demás estuvieran muertos, yo seguiría viva? ¿Realmente crees que puedo ser tan despiadada? ¿Realmente crees que lo haré–
—Lo harás, porque Jorge aún te espera —Kingsley la interrumpió.
El corazón de Jeanne dolió.