"Los sonidos de golpes resonaban en el almacén.
Mónica miraba a Finn delante de ella y su cara ensangrentada.
No importaba cuánto se esforzaran los tres hombres frente a él por separarla de él, él la abrazaba fuertemente en sus brazos.
Las lágrimas de Mónica no dejaban de caer.
—Finn, ¿puedes soltarme? Te lo ruego. Déjame ir... —Realmente no necesitaba que él sacrificara su vida para protegerla. Realmente no lo valía.
Ya estaba al borde de derrumbarse.
Sin embargo, no importaba lo que ella dijera o suplicara al oído de Finn, él actuaba como si no pudiera oírla. Era como si hubiera perdido la conciencia, pero mantenía su cuerpo bajo el suyo todo el tiempo.
El hombre barbudo perdió la paciencia.
No importaba cómo golpearan al hombre frente a él o cómo lo trataran, él no parecía sentir ningún dolor. No importaba lo que hicieran, no podían hacer que el hombre dejara el cuerpo de la mujer.
Maldita sea.