—¿El amor de Samuel lo es todo para ti? —preguntó ella con severidad—. ¿El amor de tu hermano por ti no te importa? Está preocupado por ti. Se culpa a sí mismo porque piensa que es responsable de tu miseria.
Elsa miró a ella con sentimiento de culpa, nunca culpando a su hermano por la situación. Su decepción residía en el final indiferente que Samuel había dado a su relación y en su propia ingenuidad al confiar en él a pesar de saber que no estaba listo para una relación.
No era culpa de Samuel; él había dejado claro que no buscaba una relación seria. Era Elsa quien se aferraba a la esperanza de que él pudiera cambiar. Pero su último atisbo de esperanza se desvaneció en el momento en que la verdad fue revelada: Samuel había rechazado casarse con ella.
Elsa se dio cuenta de lo equivocada que estaba sobre él. —Lo siento —murmuró, rompiendo finalmente su largo silencio—. No quise causar problemas a mi hermano. Solo estaba decepcionada de mí misma.