La luz del sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación con un suave resplandor. Cristóbal, todavía atrapado entre los reinos del sueño y la vigilia, sintió un ligero toque en su frente, persuadiéndolo a volver a la realidad.
Sus párpados se abrieron de golpe, revelando un rostro familiar que flotaba sobre él. Agitándose en su lugar, se sentó derecho, tratando de sacudirse los restos de sueño que se aferraban a sus sentidos.
—E-Estaba trabajando hasta tarde y no sé cuándo me quedé dormido. No estaba seguro de por qué estaba tratando de justificar su acción. Era como si sintiera inconscientemente culpa por ignorarla, aunque no podía comprender del todo la razón detrás de su culpa autoimpuesta.
Abigail, sin inmutarse por sus intentos de explicación, mantuvo su cálida sonrisa, sus ojos llenos de preocupación. —Te ves cansado. Ve a dormir en el dormitorio. No hay necesidad de ir a la oficina. Descansa hoy.
Sus palabras ocultaban un ruego suave.