Michael salió corriendo del dormitorio hacia la puerta. Cuando intentó abrirla, descubrió que estaba cerrada con llave. Sus cejas se fruncieron con fuerza, una mezcla de enojo y preocupación marcada en su rostro.
—¿Qué coño está pasando? —exclamó exasperado—. ¿Quién cerró la puerta?
Estaba enojado y preocupado al mismo tiempo. El enojo de Sebastián no tendría límites si Abigail desaparecía mientras él estaba vigilando. Y si Abigail cayera en las garras del peligro, la ira de Sebastián no solo se dirigiría hacia él, sino también hacia todo su escuadrón.
La espalda de Michael se erizó al pensarlo. Rápidamente llamó a uno de los guardias. Su ansiedad aumentó cuando su llamada telefónica no fue contestada.
—¿Qué coño está haciendo? ¿Por qué no contesta el maldito teléfono? —Michael se quejó, su frustración creciendo.