La ferocidad y dominación de su beso la sorprendió. Abigail no pudo evitar contener la respiración. Gradualmente centró toda su atención en sus cálidos y suaves labios. Le devolvió el beso con una invitación de boca abierta, que él aceptó con gusto; sus brazos se enroscaron alrededor de su cuello, y la atrajo más cerca.
Sus labios sabían dulces como la miel, y se movían contra los de ella en un movimiento sincronizado. Los sonidos húmedos creados por sus besos parecían ser una parte armoniosa de una sinfonía más grande, dándole un éxtasis sin mente que crecía con cada segundo.
Apretó sus hombros, perdiéndose en su beso. Podía sentirlo... todo él... el aroma cítrico de su colonia... su aliento mentolado... su gel para el cabello, y ese olor extra que solo le pertenecía a él.
El aroma más delicioso que pudiera imaginar.
Quería respirarlo, comerlo y beberlo. Disfrutó besándolo y lamiéndolo.