El corazón de Lucy dio un vuelco cuando abrió los ojos la mañana siguiente y vio a Tom mirándola de la misma manera en que siempre lo hacía cuando él despertaba antes que ella, la única diferencia era que esta vez él estaba sosteniendo su mano.
Tom sonrió —Buenos días, mi Joya—, saludó con agrado, y aunque ella todavía se sentía un poco ansiosa, le devolvió la sonrisa.
—¿Cuánto tiempo llevas despierto? —Preguntó ella, y Tom se encogió de hombros.
—Suficiente tiempo como para admirar tu belleza —dijo con una sonrisa y Lucy se sonrojó.
—¿Dormiste bien? —Preguntó con torpeza y él asintió con la cabeza.
—Sí. ¿Y tú? —Preguntó mientras miraba sus manos unidas.
—Supongo que sí —dijo ella, mientras lo observaba preguntándose qué estaría pensando.
¿Por qué estaba actuando como si todo estuviera bien y no hubieran tenido el día más incómodo de su relación el día anterior? ¿Qué estaba pasando por su cabeza? Lucy reflexionaba.