Cielo se sentó lentamente en su cama y miró a su alrededor. Esta vez él no se molestó en esconderse. Estaba de pie a unos pies de distancia de su cama y la miraba con sus ojos plateados humeantes. Si estaba enojado, no lo demostraba. Más bien parecía relajado y en buen estado.
El sonido de su corazón latiendo fuertemente llenó la habitación, y ella tragó el nudo en su garganta. Mil imágenes aparecieron en su cabeza. Su familia asesinada con sus cuerpos en el suelo en un charco de sangre. Sus amigos muertos, las criadas y guardias muertos, todos muertos.
El Extraño dio un paso hacia adelante. Cielo no se echó hacia atrás. Si todos estaban muertos, entonces ella también podría morir. ¿Qué se suponía que debía hacer sin sus seres queridos? Oh, cómo deseaba que esto fuera solo una pesadilla, pero sabía que no lo era.
—Mis... mis padres… —tartamudeó.
—No los maté si eso es lo que estás preguntando —respondió el extraño.