—A lo que me refería era, ¿por qué hiciste eso?— Todavía era muy temprano para el cordero asado y las patatas, así que Lith sólo se tomó una taza de té.
—¿Realmente pensaste que iba a oficiar tu boda, darle a tu esposa la ciudadanía del Desierto, y aún así no hacer ningún regalo para ustedes dos?—, dijo Salaark con una carcajada, su voz rezumaba sarcasmo.
—Pensé que dejarnos alojar en tu casa de playa para la luna de miel era el regalo. Eso y los amuletos de comunicación que hiciste para nosotros—, respondió Lith.
—Por favor, sólo les presté mi casa, no la regalé. En cuanto a los amuletos, eran lo mínimo necesario para permitirles mantener el contacto entre ustedes y con sus amigos—, dijo la Guardiana.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque, en aquel entonces, ya tenías demasiadas preocupaciones—, se encogió de hombros. —Quería que disfrutaras de tu estancia como mi invitado, no que te preocuparas por cómo podrías devolverme el favor o por pasar tu tiempo estudiando un ajuar.