Los zarcillos recogieron los trozos de carne y sangre de Lith que yacían alrededor, mientras la magia de la luz los unía como un rompecabezas antes de volver a colocarlos en su lugar con un consumo mínimo de su vitalidad.
Al mismo tiempo, los zarcillos también extrajeron los nutrientes del suelo y el agua del aire para reducir la carga en el cuerpo de Lith al mínimo. Aún tendría mucha hambre, pero esa era una sensación familiar que no lo debilitaba, solo lo enojaba más.
—¡No, no lo harás! —Qisal logró detener su caída mientras Lith seguía dando vueltas y comprimió los músculos de sus piernas como un muelle antes de saltar al aire. El Segundo Viento aún estaba activo, permitiéndole alcanzar a Lith antes de que pudiera tomar un solo respiro.
O eso pensó el Wyvern hasta que manos fuertes agarraron sus pies, pantorrillas, muslos y cola, convirtiendo su salto en un clavado de cara contra el suelo.