El Barón no tenía idea de por qué todos de repente parecían tan tristes, así que intentó animarlos.
—Ahora que hemos terminado con las formalidades, espero que estén hambrientos porque hice que los cocineros...
—¡Chefs! —Mirias se quejó, corrigiendo a su esposo.
—…nos preparen una papilla…
—¡Un desayuno! Buenos dioses, admítelo. ¡Lo está haciendo a propósito! —La Baronesa dijo, incapaz de soportar esa tortura por más tiempo.
—…digno de la realeza, pero con porciones más grandes. A diferencia de ellos, todos nosotros tenemos un trabajo real y no pasamos nuestros días sentados en nuestras posaderas dando órdenes. Necesitamos carne en nuestros huesos, ¿verdad querida?
—¡Quiero el divorcio! —Eso fue todo lo que alcanzó a decir antes de que el Barón la tomara en sus brazos y le diera un apasionado beso.