El dolor era el amigo más antiguo de Lith, pero le llevó unos segundos recuperarse.
—Pensé que no te irías antes de la primavera. —Lith esperaba pasar los meses de invierno juntos en su casa de nuevo.
—El ejército no es la academia, tonto. —La risa de Phloria era baja y sin alegría.
—Hay campamentos de entrenamiento durante todo el año, para que la gente pueda enlistarse tan pronto como se convierten en adultos.
—¿Por qué no me dijiste esto antes? ¿Por qué ahora? ¿No puedes retrasarlo?
—¿Qué habría cambiado? —Phloria suspiró.
—Habríamos pasado el tiempo que nos quedaba discutiendo antes de que aceptaras mi decisión, como sé que lo harás. —Ella acarició lentamente su rostro.
—Entonces estarías enfurruñado todo el tiempo. Así tuvimos nuestra felicidad. En cuanto a tus otras preguntas, necesito irme lo antes posible. No por mi familia, ni por el ejército. Por mí misma. —Phloria miró a la luna brillando en el cielo. Su voz estaba llena de determinación.