El panorama cambió drásticamente en los escasos tres minutos que Wulf se había alejado de la plaza. Una muchedumbre de aldeanos se había reunido justo delante de la taberna. Algunos incluso llevaban herramientas como hoces y martillos que podrían herir a otras personas. No dejaban de gritarle a una chica que estaba sentada en el suelo. Frente a ella estaban Redwill y Roland, intentando calmar a los furiosos aldeanos.
–Hablemos las cosas, no hay necesidad de alterarse. –dijo Redwill mientras gesticulaba para que mantuvieran la distancia.
–¡Largo, aventureros inútiles! ¡Suficientes problemas tenemos! ¡No necesitamos a unos forasteros! –bramó uno de los aldeanos.
–Vale, vale. Cálmense, por favor. –Roland también trataba de evitar que se acercasen demasiado a la chica.
Los aldeanos estaban muy alterados, no parecía que fuesen a atender a razones. No hacían caso de las palabras de los dos aventureros y trataron de presionar hacia adelante mientras seguían increpando a la chica.
–¡No queremos que eso vuelva a pasar! ¡Largo!
–¡Eso, largaos! ¡No defendáis a las brujas!
–Uuuh… –gimió la chica, aterrorizada.
Al darse cuenta de la situación, Wulf aceleró el paso para acercarse y se paró al lado de la chica. Vestía ropa similar a la que llevaban las aldeanas, pero se distinguía claramente que era un uniforme por el delantal blanco que tenía cosido al frente. Wulf entendió que debía ser una empleada de la taberna, probablemente una camarera. El corsé que llevaba tras el delantal realzaba los ostentosos atributos femeninos de la chica. Un par de orejas gatunas asomaban de su cabello corto y liso de un bonito color castaño profundo, y una fina cola del mismo color sobresalía por debajo de su falda para darle el toque final a personaje de fantasía. La pobre parecía a punto de llorar, estaba tiritando de miedo.
–¿Qué está pasando aquí?
–¡Oh! ¡Wulf, menos mal que has vuelto! Todos están muy alterados.
–De golpe esos aldeanos han sacado a rastras a esa camarera de la taberna y la están acusando de ser una bruja.
Redwill, que apenas podía contener a los furiosos aldeanos, se alegró de ver a su amigo de vuelta. Roland le explicó lo que había podido entender de la situación. Sacaron a la camarera justo cuando ellos iban a entrar a la taberna y la arrojaron al frío suelo de adoquines de la plaza. Entonces, empezaron a amenazarla para que se marchase del pueblo y los dos aventureros se interpusieron para evitar una escalada de violencia.
–¡Es una bruja! –exclamó una aldeana.
–¿Qué pruebas tienes de que sea una bruja?
–P-pues…
La sencilla pregunta de Wulf dejó sin palabras a la aldeana. Si la acusaban de algo, deberían tener pruebas, aunque no parecía ser el caso. La aldeana apretó los dientes e insistió en culpabilizar a la pobre chica.
–Y-yo… ¡La vi! ¡Encendió un caldero con las manos! –tras dudar durante unos segundos, finalmente la aldeana contestó, mientras señalaba con un dedo a la camarera que seguía sentada en el suelo, inmóvil.
–¡Eso! ¡Es una bruja!
–¡Fuera del pueblo, bruja!
Aunque respondió dubitativa, los demás aldeanos seguían acusando a gritos a la chica de brujería. Wulf no entendía como esa era una razón para acusar a alguien de brujería en un mundo de fantasía y magia como The World Afterwards. Se supone que debería ser algo común poder utilizar un hechizo para enfrentarse a un monstruo o para una tarea cotidiana…
–Si ella es una bruja por hacer eso, entonces yo también soy un brujo.
Wulf levantó la mano derecha hacia los aldeanos, poniendo la palma hacia el cielo, la cual brilló durante un instante. Todos los aldeanos lo miraban con los ojos abiertos de par en par, atónitos ante el espectáculo visual. Una silueta empezó a formarse de abajo a arriba, hasta que apareció una figurita de madera de la típica bruja, una mujer mayor con una toga, un sombrero picudo y una nariz larga con una verruga.
–Esto es una bruja. ¡Toma!
–M-muchas gracias…
Wulf le lanzó la figura a un niño que había entre la multitud. Este la agarró al vuelo y le agradeció el regalo tímidamente.
–Eso es…
–Magia de Creación…
Los aldeanos se quedaron asombrados por la magia de Wulf. Para sorpresa del aventurero, alguno incluso reconoció que tipo de magia era, a pesar de que era muy rara. En ese momento se oyó un golpe, seguido de una voz que venía de detrás de los aventureros.
[¡PAM!]
–¡Si nadie tiene más pruebas de brujería que el simple uso de un hechizo, despejen la zona por favor!
Apareció un hombre barbudo vestido con armadura metálica junto con media docena de soldados con armaduras similares. Era la guarnición del pueblo. El hombre había picado con la base de su lanza en el suelo y ordenó a los aldeanos que se dispersaran.
…
Pero empezaron a murmurar entre ellos, no parecían con muchas ganas de irse.
–¡Eso! ¡Dejad en paz a mi camarera! ¡Qué tenemos mucha faena hoy! ¿O es que queréis pagar vosotros el tiempo de trabajo que está perdiendo por vuestra culpa?
Esta vez, una potente voz femenina vino de detrás de los aldeanos. Era la propietaria del local, que defendía a su empleada. Era una mujer de mediana edad que llevaba un pañuelo verde que desentonaba sobre su melena pelirroja. Vestía el mismo uniforme que la camarera, pero de un color más oscuro. Para darle más énfasis a su declaración, puso los brazos en jarra y mandó una mirada severa a los aldeanos.
–¡Tch!
–Hmph…
Parece ser que esta vez sí surgió efecto, los aldeanos gruñeron en respuesta al grito de la tabernera y poco a poco se fueron retirando de delante de la taberna.
–¡Uf! Kyra, eso fue de ayuda. Gracias.
El capitán de la guarnición agradeció la asistencia de la tabernera mientras se secaba las gotas de sudor que formaban en su frente.
–No hay de que, capitán Vance. Es mi empleada, es natural que la ayude. –asintió cordialmente la dueña de la taberna.
–Toma mi mano, pequeña…
–G-gracias…
Mientras las dos nuevas apariciones que salvaron la situación hablaban entre ellas, una tercera persona apareció al lado de la camarera, que aún seguía en el suelo. Era una mujer mayor con un moño canoso y vestía como las demás aldeanas. Le ofreció una mano a la chica para levantarse, Redwill se dio cuenta y se apresuró a ayudarlas.
–Vaya, también ha venido usted a ayudar, señora Borwed.
–Bueno, una abuela como yo no puede hacer mucho… –contestó humildemente.
–¡Qué dice! –el capitán de la guarnición sonrió amablemente–. ¡Sus remedios han sido de mucha ayuda para el pueblo!
–Me alegra oír eso… –finalizó con un susurro la anciana.
Una vez terminó de saludar por cortesía a la señora Borwed, el capitán Vance se dio la vuelta y se interesó por la camarera. Sus ojos mostraban consternación y preocupación por lo sucedido.
–¿Estás bien Lilith?
–S-si… Gracias capitán Vance… –respondió débilmente la chica.
Cuando se aseguró de que la camarera se encontraba perfectamente, el capitán Vance centró su atención en los aventureros.
–Gracias aventureros. –inclinó ligeramente la cabeza en señal de agradecimiento–. El pueblo está un poco alterado últimamente y nosotros estamos cortos de personal… Toda ayuda es agradecida. Ahora, si me disculpan, tenemos que seguir defendiendo el pueblo. Por favor, siéntanse bienvenidos a Valztan.
–Ahora que Lilith está bien, yo también regresaré a casa. Que descansen, buenos aventureros.
Al ver que la situación se calmó, el jefe de los guardias se despidió para reprender sus tareas, los otros soldados le siguieron sin decir nada. La señora Borwed también decidió marcharse a su hogar. En la plaza quedaron los aventureros, la camarera y la propietaria de la taberna.
–Vamos, entrad. Me imagino que buscabais una buena cena y una cama donde dormir, ¿me equivoco? Vamos, Lilith. –la tabernera fue la primera en hablar.
–Voy, jefa Kyra.
–Gracias, justamente estábamos por entrar cuando pasó todo… –contestó Redwill.
La tabernera abrió la puerta del edificio e instó a los demás a entrar dentro. Aún se podían oír los comensales dentro del comedor, aunque muchos se habían marchado. Redwill fue el primero en seguirlas dentro.
–¿Todo bien? –le preguntó Roland a Wulf, sin moverse del sitio.
–Si. Luego os cuento. –Wulf se giró para contestar, pero dejó las explicaciones para otro momento.
–Vale.
Roland se percató de que algo no iba bien con Wulf, que parecía algo ausente. Su mente aún estaba pensando en lo que había sucedido un rato antes con el mercader. Tras el breve intercambio de palabras, siguieron a los demás dentro del edificio.
Lo primero que se veía al entrar es un mostrador en forma de "L", que se convierte en barra hacia el fondo de la habitación. Frente la barra había varias mesas esparcidas en el salón, algunas de ellas ocupadas con aldeanos que disfrutaban de una cena o tomaban jarras de algo que parecía ser una bebida alcohólica parecida a la cerveza. La estancia se iluminaba con velas y antorchas en las paredes, que estaban decoradas con armas sin filo, escudos y pieles de animales. Tras el mostrador había una puerta de madera que llevaba a la cocina, la camarera Lilith fue directamente hacia allí y desapareció en su interior. A la derecha se hallaban unas escaleras que subían hacia el piso de arriba y en la pared, a su izquierda, habían colgado un tablón de anuncios de misiones para aventureros.
–Sentaos en cualquier mesa libre, en un momento Lilith saldrá a atenderos. La cena es a cuenta de la casa, en agradecimiento por ayudar a mi empleada. ¡Espero que os guste la comida que prepara mi cocinero!
–¡Gracias!
La tabernera se quedó detrás del mostrador e invitó a los aventureros a que cenaran allí, gesto que los tres agradecieron con una sonrisa. Se dirigieron a la primera mesa que había libre y se sentaron. Al cabo de un rato, Lilith volvió a tomarles nota y cenaron. Después se quedaron a tomar un trago y charlaron de los sucesos del día y de cosas sin importancia. Estuvieron allí hasta que fueron los últimos presentes en el comedor. Incluso se sentó con ellos la camarera Lilith, que terminó su faena.
–¿Qué tal la cena, chicos?
–¡Muy buena! ¡Muchas gracias! –Redwill fue quien respondió.
–¡Me alegro! Os prepararé una habitación para los tres.
La dueña de la taberna se acercó y pidió la opinión de sus clientes acerca de la comida que servían, obteniendo respuesta de un satisfecho Redwill, que se había desabrochado el cinturón para dejar espacio en su barriga. Complacida, Kyra se puso sobre el hombro el trapo con el que se había estado secando las manos y se dio media vuelta para organizar las habitaciones del piso de arriba, pero Roland la detuvo.
–Un momento, ¿nos podríais explicar que fue todo eso de "las brujas"?
La expresión amable de la tabernera se puso rígida de golpe, así como la de la camarera Lilith. Los tres aventureros se quedaron confundidos por la reacción de las dos aldeanas.
¿Habré tocado un tema delicado? –pensó Roland.
Tenía miedo de haberlas molestado sacando el tema de las brujas. Pero finalmente, Kyra dejó ir un suspiro y se sentó al lado de Lilith.
–Hah… ¿Queréis ir de caza de brujas vosotros también?
–No. –negó con la cabeza Roland–. Hemos venido aquí para entrenar y subir de nivel. Desde este pueblo se puede acceder a zonas de distintos niveles. Por eso nos vamos a quedar unos días, así que nos gustaría saber que está sucediendo.
Kyra miró con severidad a los tres aventureros, no tenía claro si podía confiar en ellos. Es cierto que habían defendido a su camarera antes, pero no sabía cómo reaccionarían cuando supieran lo que sucede en el pueblo. Roland se imaginaba las preocupaciones de la tabernera, así que contestó con sinceridad.
–Kyra… –murmuró Lilith con preocupación.
–…En este pueblo… –finalmente la tabernera decidió explicárselo–. Desde hace un año, ocasionalmente, desaparecen personas. Han desaparecido vecinos de todas las edades y géneros, de forma aparentemente aleatoria. Al principio creíamos que se adentraban en el bosque y los monstruos los atacaban… Pero nunca encontrábamos ningún resto ni señales de lucha. Simplemente no los volvíamos a ver jamás.
–Así que creéis que una bruja los secuestra… Pero podría ser cosa de bandidos o algún otro tipo de monstruo… ¿Por qué específicamente brujas?
Roland quería entender por qué se centraban tanto en las brujas, los aldeanos parecían muy obcecados con ellas. Además, en la beta no había ningún monstruo catalogado como tal. Aunque no sería algo raro en un mundo de fantasía como este, Roland no esperaba encontrarse con una bruja.
–Una vez, –continuó la tabernera– buscando a un desaparecido, el jefe de la guardia que habéis conocido antes, Vance, encontró lo que parecía ser restos de un aquelarre. Trataron de ocultarlo, pero al final lo acabó sabiendo todo el pueblo.
–Mmm… –Roland se cruzó de brazos y cerró los ojos.
–¿Ocultarlo? ¿Por qué?
Mientras Roland se quedaba pensativo, Redwill, que había estado escuchando atento mientras sorbía su bebida, entró en la conversación.
–Para que no cunda el pánico y pase lo de hace un rato… Que los vecinos empiecen a acusarse unos a otros de brujería. Últimamente se alteran todos por cualquier cosa…
–Uuh… –Lilith agachó la cabeza, bajando sus orejas de gato. Soltó un quejido, avergonzada de ser la causa del alboroto.
Tanto Redwill como Kyra sonrieron amargamente a la camarera. La pobre Lilith lo único que había hecho era encender un caldero para preparar comida con magia, no merecía ser tratada de bruja. De pronto, el hechicero recordó algo.
–¡Ah! Ahora que lo dices, ¿qué fue eso que dijo el aldeano que hiciste?
–Yo… usé Magia de Fuego… para encender una llama. De casualidad me vieron… –la camarera contestó lastimosamente. Seguía avergonzada por no haber sido más discreta.
–¿Usas magia?
Redwill se quedó sorprendido con la explicación de Lilith. Es cierto que en ese mundo todos los NPC conocían la existencia de la magia y vivían el día a día rodeados de ella, pero para los aldeanos no era tan común ser capaces de utilizarla. Incluso entre los aventureros, sólo la mitad empezaba dominando una magia. Además, aprender era muy caro y requería mucho tiempo y dedicación, por lo que ningún aldeano se lo podía permitir.
–Te avisé que evitaras usar tu magia en público… –Kyra aprovechó para regañar a la camarera.
–L-lo siento…
–Lilith fue aventurera, como vosotros. Pero ser aventurero es complicado… A menos que vengas de otro mundo.
Lilith bajó la mirada y agachó aún más la cabeza, apenada. A Roland le llamó la atención lo último que dijo la tabernera.
–¿De otro mundo? –preguntó.
–Si, vosotros. Sois aventureros que venís de otro mundo, ¿verdad? …Los de este mundo son bastante más débiles, y muchos lo dejan porque el riesgo es muy alto y la recompensa muy baja.
–Ah… Así que eres fuerte. Una hechicera de fuego…
Redwill contradijo las palabras de la tabernera y le sonrió a Lilith. Esta vez, la camarera apartó la mirada avergonzada y a la vez feliz por ser alagada.
–Aunque aún conservo mi equipo de aventurera, hace tiempo que ya me retiré… –respondió Lilith tímidamente–. Además, ya no hago tanta falta desde que vinisteis los aventureros del otro mundo hace dos años.
¿¡Hace dos años!? Entonces…
Roland reaccionó a la explicación de Lilith, pero no dijo nada. Redwill, en cambio, no se percató del detalle y sacó pecho ante la chica-gato.
–Jejeje. Nosotros derrotaremos a los monstruos y tu podrás tener una vida tranquila, no te preocupes.
Hace dos años es evidentemente mucho antes de la fecha de lanzamiento de TWA. Wulf no se dio cuenta al principio de eso, pero si se fijó en el leve cambio en la expresión de Roland. Decidió preguntarle después.
–¡Bueno! –la tabernera dio un golpe en la mesa y se levantó–. Si queréis cazar monstruos, en la entrada tenéis carteles con las recompensas de las zonas colindantes. No hay delegación del gremio en este pueblo, pero la taberna hace un poco esa función.
–Gracias, le echaremos un vistazo. –Roland inclinó un poco la cabeza en señal de gratitud por la información.
–Y si queréis saber más sobre las brujas, –continuó Kyra– no os aconsejo sacar el tema delante de los aldeanos… Pero podéis hablar con Vance, el jefe de los guardias, con Borwed, la herborista o con Adelle, la monja de la parroquia. Ellos… serán más agradables. Lilith, por favor guíales a la habitación del fondo.
–¡Por supuesto! –asintió la camarera. Había recuperado la energía.
–Gracias por el aviso.
Después de que Roland volviese a agradecerle el consejo, la tabernera se fue hacia el interior del local. A su vez, Lilith llevó a los aventureros a su habitación al fondo del pasillo.
–¡Que paséis una buena noche! Mañana el almuerzo es de ocho a nueve.
–¡Igualmente! ¡Gracias!
–Gracias, buenas noches.
–Buenas noches.
[CLACK]
Lilith se despidió de los aventureros y los tres le agradecieron la hospitalidad. Luego de entrar todos y cerrar la puerta, Redwill se giró hacia Wulf.
–Oye, estás muy ausente, incluso para ser tú.
–¿Cómo que "para ser yo"? ¿Qué quieres decir?
Wulf le envió a su amigo una mirada irritada.
–Nada… –Redwill desvió la mirada.
–¿Mmmmmm? –Wulf le insistió, pero al no obtener respuesta cambió de tema–. Por cierto… Córtate un poco, ¿no?
–¿Qué?
Redwill ladeó un poco la cabeza al no entender a qué se refería su amigo.
–No has dejado de mirarle de reojo las orejas de gato a la camarera todo el rato…
–¡Pfft! –Roland apenas podía contener la risa.
–Crees… ¿Qué se ha dado cuenta? –preguntó ansioso Redwill.
–¡Y yo que se! –exclamó Wulf, totalmente exasperado.
–¡JAJAJAJA!
Al final Roland no pudo contenerse y soltó una fuerte carcajada.
–Espera… –Redwill llegó a algún tipo de conclusión–. ¿Por eso estabas preocupado?
–¡NO! –Wulf respondió enfadado–. Arg… Casi se me olvida, os tengo que contar lo que me ha pasado antes…
–Te pone pensar en la cola de la chica-gato. Lo entiendo, no se puede evitar… La juventud…
Redwill golpeó verticalmente su puño derecho con la palma de la mano izquierda, como si hubiese entendido el funcionamiento del universo. Wulf entró en cólera, su cara se puso totalmente roja.
–¡QUE NO! ¡Qué dices! ¡Eso sólo te pasaría a ti, pedazo de enfermo!
–P-pensaba que les pasaba a todos… –respondió Redwill con una timidez exagerada.
–¡JAJAJAJA! ¡JAJAJAJAJAJA!
Roland no podía parar de reírse ante los disparates de sus dos compañeros. Acabó hasta doliéndole la tripa de la risa. Cuando se calmaron todos, Wulf continuó con lo que quería explicar.
–Lo que quería contaros es que antes, cuando llegamos a la plaza, mi habilidad Rastreo de Maná no funcionó bien.
–¿Cómo? –preguntó Roland, perplejo.
Redwill escuchaba en silencio mientras se masajeaba la cabeza con una mano, donde su amigo le había golpeado un rato antes.
–Utilicé Rastreo de Maná en un mercader que había en la plaza y no detecté nada… Como si no estuviese. …Bueno… noté algo raro, mi visión estaba algo distorsionada justo en su silueta.
–¿Distorsionada…? ¿Será un bug? –opinó Redwill.
Esa era la explicación más obvia estando en un videojuego. Se podían dar casos en los que aparecen errores en el funcionamiento de alguna función concreta de un juego que producen resultados inesperados. Existen muchas variables y combinaciones que pueden provocar una falla del sistema en un videojuego y es muy difícil controlarlas todas. Es por eso que cuando sucede algo inexplicable en un juego se tiende a decir que es culpa de un bug, aunque también podría ser una función desconocida para los jugadores…
–…Ni idea… Pero no debería haber bugs… Se supone que pulieron el juego a conciencia y los propios cimientos de su funcionamiento hacían muy improbable la aparición de bugs… Yo no encontré ninguno en la beta.
Roland lo pensó durante un instante, pero negó que esa fuera la explicación de lo sucedido, dada su experiencia previa en la beta.
–Mmm… Alex me aseguró que no habría ningún bug… –añadió Wulf.
Precisamente, el amigo desarrollador de Wulf era el más indicado para opinar sobre ese tema, ya que su trabajo dentro de la desarrolladora era resolver los bugs que podían aparecer en el juego.
–Entonces ese mercader tiene algún poder que permite evitar tu habilidad. –Redwill, ante la negativa de sus compañeros, buscó otra posible explicación–. Quien sabe, a lo mejor es algún boss que debamos vencer…
–Si, el rey de los avaros… –bromeó sarcásticamente Wulf.
Descartando los bugs, sólo quedaba pensar que el funcionamiento fue correcto. Entonces, la conclusión de Redwill era que había alguna clase de magia o habilidad que permitía cancelar la habilidad Rastreo de Maná. Aunque Wulf hizo una mofa al respecto, tenía bien claro que la teoría de Redwill podía ser cierta perfectamente.
–…
Los tres se quedaron en silencio, concentrados en intentar encontrar alguna explicación a lo sucedido. La aparición de bugs era preocupante, porque no podías controlar el resultado de los errores y dependiendo del fallo, se podría llegar a hacer mal uso de él. Por otra parte, la aparición de poderes extraños que venzan a las habilidades de los aventureros también suponía un peligro muy alto, ya que nunca podrían confiar totalmente en sus propias habilidades…
–Bueno, tampoco podemos hacer nada, ¿no? –Redwill rompió el silencio mientras posaba sus manos en la nuca.
–…
Tanto Roland como Wulf se miraron entre ellos, para luego poner miradas de preocupación en Redwill. Es cierto que no lo pueden solucionar, pero estaría bien encontrar una forma de contrarrestarlo, porque un fallo en una habilidad como esa puede significar la muerte. Por el momento, lo único que podían hacer era minimizar su dependencia de Rastreo de Maná todo lo que puedan. Al ver que no iban a llegar a ningún sitio pensando sin tener apenas información, Roland cambió de tema.
–Hay otra cosa que me ha llamado la atención... Lilith dijo que los aventureros llegaron hace dos años.
–¡…! Pero… ¡Si nosotros no llevamos aquí ni una semana!
–Cierto. Eso es mucho antes del lanzamiento…
Tanto Redwill como Wulf se dieron cuenta esta vez del matiz en lo que había dicho la camarera. La fecha de aparición de los jugadores no se ajustaba por mucho con el lanzamiento del juego. Eso solo podía significar una cosa…
–Si, y coincide con el inicio de la beta cerrada. –afirmó Roland.
–Eso quiere decir que la beta y el lanzamiento están conectados… –murmuró Wulf, llevándose la mano derecha a la boca y quedándose pensativo.
Como participante en la beta, Roland conocía la fecha en la que entró por primera vez en el juego, y fue hace dos años aproximadamente. Si los NPC tienen conocimiento de los aventureros hace dos años, entonces el mundo de TWA seguía siendo el mismo desde la beta. Roland añadió más detalles a la explicación.
–Si… Pero los NPC no estaban tan bien trabajados entonces. Ahora parecen personas reales. En la beta ya estaban bastante bien hechos, pero se notaba que eran IA…
–…
La habitación volvió a quedarse en silencio. Descubrieron que el estado actual del mundo del juego podría verse afectado por los sucesos de la beta. Era información importante, pero no tenían claro qué hacer con ella. Redwill zanjó el asunto sin darle mucha importancia.
–Bueno, tampoco es que nos vaya a ser de mucha utilidad entender esto ahora. Vayámonos a dormir, que mañana será otro día.
♦
En algún lugar del bosque cercano a la aldea de Valztan, unas voces susurraban por encima del crepitar del fuego.
[Crack-crack] [Pam] [Crack] [Crack]
–La herramienta…
–La guía hacia el poder…
–Nuestra salvación…
–Ya la tenemos aquí…
Varias sombras misteriosas se proyectaban sobre el suelo del bosque, al fondo, las luces de la aldea brillaban en la oscuridad de la noche.
Una de esas sombras sostenía un objeto puntiagudo con forma de cruz.
–Ofrendas…
–Ahora solo necesitamos ofrendas…
–Para traer a nuestro salvador…
–Y crear un nuevo mundo…
Las voces anhelantes se hicieron cada vez más tenues, a medida que el fuego se fue apagando y solo quedaron las brasas.
♦
Esa noche les costó bastante conciliar el sueño a los tres aventureros. Tenían muchas incógnitas y preocupaciones en su cabeza, incluyendo las orejas gatunas de cierta camarera para uno de ellos.
Cuando despertaron, decidieron ir a visitar a las personas que había mencionado Kyra la noche anterior. Se les había presentado un misterio cuya resolución estaba a su alcance como aventureros. A todo el mundo le gusta desvelar los secretos de una buena historia, y estos tres jugadores de videojuegos no fueron menos. Aunque, a veces, la curiosidad mató al gato…
–¡Buenos días, capitán Vance! –Redwill saludó con la mano al capitán de la guarnición de Valztan en cuanto lo vio, se cruzaron con él mientras andaban por el pueblo.
–Oh, buenos días aventureros. ¿Van al bosque a cazar monstruos?
Vance devolvió el saludo inclinando levemente la cabeza de forma cordial.
–Si, vamos a echar una primera ojeada… Pero ya que nos hemos cruzado, nos gustaría preguntarle algo.
–Ah, ¿sí? Sin problema, preguntad lo que sea, jóvenes.
–Es sobre lo de las brujas…
Redwill echó un vistazo a su alrededor y bajó la voz para evitar que algún aldeano lo escuchase. La sonrisa del capitán se tensó un poco, pero devolvió el susurro.
–Mejor vayamos a un lugar más tranquilo para hablar de esto…
Los tres aventureros siguieron al veterano guerrero hasta un edificio grande, justo al lado de la empalizada de madera que rodeaba la aldea.
Las defensas de este pueblo son precarias… –pensó Wulf.
Mientras se acercaban al edificio, Wulf se dio cuenta que la pequeña muralla hecha de troncos de madera estaba en muy mal estado. Se veían marcas de ataques, cachos rotos y parches hechos con tablones a lo largo de lo que alcanzaba a ver. Había aldeanos tratando de reparar las partes rotas, debieron sufrir un ataque de monstruos recientemente.
–La empalizada… – Wulf no pudo evitar interesarse por el estado de las defensas del pueblo.
–Si, últimamente hemos recibido bastantes asaltos de monstruos. Tratamos de repararla como podemos…
El capitán le respondió con tono de resignación que hacían lo que podían para mantener a los habitantes seguros. En ese momento, la mirada de Wulf se dirigió hacia una pequeña colina que se alzaba entre las enormes montañas que rodaban la aldea.
–¿Y ese edificio?
–Ah, esa es la mansión del duque de Montd'Or.
–Pues el duque sí que está bien protegido…
Desde donde estaban se podía ver un edificio que desentonaba totalmente con la resta del pueblo. Tenía una fachada mucho más elaborada que cualquiera de las demás casas. La mansión se hallaba en la parte más elevada del pueblo, rodeada de un muro de piedra que parecía mucho más sólido que la empalizada de madera.
–Bueno, como es una mansión de veraneo, casi nunca la utiliza y en caso de necesidad nos deja usarla como fuerte.
–Oh, que generoso…
–Si, el duque es una persona muy cercana… –el capitán Vance se tomó el comentario sarcástico de Wulf de forma literal–. Bueno, hablemos en mi oficina, por aquí.
Parece que lo tienen en buena estima a ese duque…
El capitán de la guarnición les hizo señas a los aventureros para que lo siguiesen y los llevó hasta una habitación al fondo del pasillo. Era una estancia muy austera, había un escritorio, una mesa baja y varias sillas. Un par de armarios frente las paredes laterales completaban el amueblado de la sala. Cada uno escogió una silla y se sentó.
–Qué flor más bonita.
Redwill fijó su mirada en una planta que había sobre el escritorio. De un tallo de un profundo verde salía una flor de color blanco, los pétalos ondulados conseguían una forma redondeada, algunos de ellos tomaban tonos grisáceos.
–Jeje. Si, es la favorita de mi mujer, un Rizo de Luna. Es muy rara, sólo crece en sitios muy específicos, se la conseguí yo mismo en el bosque para ella. De hecho, suelen salir dos flores en un mismo tallo, pero en nuestro caso, tanto ella como yo tenemos una planta con una flor cada uno.
–Oh…
Redwill se quedó captivado por la belleza de la flor.
–Dicen que tiene muy buenas propiedades medicinales… Pero si se usa mal puede ser tóxica.
Tras una breve pausa admirando la flor que parecía una luna llena, el capitán continuó.
–Bueno, así que queréis saber sobre las brujas… Hah… Pues no sé ni por dónde empezar.
El capitán Vance también se sentó y dejó ir un suspiro. Roland fue el siguiente en hablar, directo al grano.
–¿Cuándo empezó el problema?
–Uh… Pues coincidió cuando hice cinco años como capitán de la guarnición, así que hace más o menos un año hubo la primera desaparición. Aunque aún se desconoce si realmente fueron las brujas… Una noche, una vecina no volvió a casa después de salir a dar un paseo, y nunca más se la volvió a ver. A partir de entonces empezaron a desaparecer más personas.
–¿Todo tipo de personas?
–Bueno, al principio eran más mujeres, pero con el tiempo empezaron a desaparecer hombres, y de distintas edades. Hasta niños…
La expresión de Vance se ensombreció aún más con los recuerdos del pasado. Se sentía impotente al no ser capaz de encontrar solución al grave problema que lleva arrastrando el pueblo desde hace un año.
–Kyra, la dueña de la taberna, nos explicó que encontraste pruebas de un aquelarre… –Wulf entró en la conversación.
–Si… Fue semanas después de la primera desaparición. Ese día me avisaron de que un hombre se había perdido en el bosque hace poco tiempo y me apresuré en salir a buscarlo. Mientras lo buscaba vi una luz en el bosque, como sucedió de noche, la pude ver con claridad. Era una hoguera.
–¿Una hoguera en mitad del bosque? ¿Acamparía el hombre allí?
–En ese momento también pensé lo mismo, así que me acerqué. Pero cuando llegué allí, lo que vi no fue un campamento improvisado… Junto al fuego, había un pentagrama dibujado en el suelo con sangre y signos de que algo se había arrastrado desde fuera hacia el centro. Toda la zona estaba llena de pisadas, parecía que hubo mucha gente allí. Pero… lo único que encontré fue… …un Goblin.
¿…? –los tres aventureros se sorprendieron e intercambiaron miradas.
–¿Un Goblin? –Wulf instó al capitán Vance a seguir.
–Si… Había un Goblin oculto entre la maleza cuando llegué. Intentó atacarme, pero acabé con él. Lo más extraño es que los Goblins no son originarios de esta zona…
–¿Antes no había Goblins en estos bosques? –esta vez fue Redwill, que había estado callado hasta entonces, el que habló.
–No, únicamente bestias, plantas y algún que otro troll. Pero de pronto aparecieron… Ahora es un monstruo que se ha asentado en estas montañas y de vez en cuando nos atacan.
Justamente cuando empiezan a desaparecer aldeanos, también aparecen Goblins en una zona donde no aparecían… Y encima encuentran uno en los restos de un aquelarre… No hay pruebas realmente sólidas, pero… Es muy probable que ambos sucesos estén relacionados… ¿Por qué? ¿Para qué?
Wulf se perdió en sus pensamientos, hasta que una pregunta de Redwill lo hizo volver al "mundo real".
–¿Y no encontró ningún objeto ni nada en el aquelarre?
–No… Era peligroso estar ahí de noche, así que decidí volver al día siguiente con mis hombres, pero lo habían limpiado todo, no había ningún rastro del aquelarre. Seguí buscando cada vez que desaparecía alguien, pero no volví a encontrar ninguno más.
No hay casi pistas…
Wulf no tenía ningún cabo del que tirar. Seguían sin saber prácticamente nada, así que trató de rascar toda la información posible.
–¿En qué zona lo encontraste?
–Al oeste del pueblo, tras una roca muy grande. Tenías que entrar bien dentro del bosque para poder verlo.
La zona de nivel veinte a veinticinco…
–¿Todos los Goblins vienen del oeste?
–No, de todas direcciones. Excepto del camino del sur que va a la otra aldea.
Por donde nosotros vinimos…
–¿Hubo alguna desaparición extraña o que sucediera algo inusual?
–…No. Siempre era lo mismo, alguien daba la alarma de que una persona había desaparecido, y no se sabía más de ella. Aunque siempre peinábamos todo el bosque que podíamos…
Esa vez, el capitán Vance reaccionó ligeramente diferente a la pregunta de Wulf, desviando la mirada por un instante. Aunque negó que hubiese pasado nada raro en las desapariciones.
–¿Hay algo destacable en el bosque? Una cueva, una casa, unas ruinas, una fortaleza…
–Humm… –el capitán Vance se masajeó la barba antes de responder–. Pues hay alguna que otra cueva de monstruos y unas ruinas extrañas… Pero las revisamos hace tiempo y no hay nada en ellas.
Unas ruinas… Quizá vale la pena visitarlas…
A Wulf le llamaron la atención esas ruinas, pues normalmente en los videojuegos suelen haber misterios en ellas. También era factible que las usaran las brujas o los Goblins de escondite. Vance dijo que las revisaron hace tiempo, es posible que ahora sí encuentren alguna pista.
–¡Ah! –exclamó de golpe el capitán Vance, sorprendiendo a los aventureros–. Espera, al día siguiente de encontrar los restos del aquelarre, una mujer del pueblo desapareció. Esa fue la única vez en la que las desapariciones fueron tan seguidas, normalmente al menos pasaba una semana entre desapariciones.
–…
Un silenció engulló a los presentes en la habitación, que desapareció tras un largo suspiro de cansancio del capitán Vance, recostándose hacia atrás en su silla.
–Haaaah… Este pueblo está maldito o algo… Encima luego pasó lo de la enfermedad contagiosa…
–¿…? ¿Qué enfermedad?
Esto también llamó la atención a Wulf y a los otros dos aventureros.
–No está relacionado con las brujas, pero… Hace poco hubo un contagio de una enfermedad extraña en el pueblo. Llegó a ser muy grave, pero la dueña de la herboristería, la señora Borwed nos salvó con sus plantas medicinales. Si no fuera por ella…
–¿Tú también te contagiaste? –preguntó Redwill.
–Sí, y también mi mujer y mis hijos… Casi todo el pueblo, sólo algunas familias consiguieron evitar la enfermedad o no les afectó. Todos estamos un poco "en tensión" desde entonces.
–…
El silenció volvió a apoderarse de la estancia. La conversación era muy pesada, ese pueblo había pasado por mucho. Finalmente, Roland decidió preguntar algo que le había estado mosqueando desde el principio.
–Puede que parezca estúpido preguntar esto ahora, pero… ¿Por qué nos explica todo esto? Al fin y al cabo, somos unos desconocidos.
–Porque… No sabemos cómo resolver este problema… Realmente no me gusta involucrar a forasteros en un dilema de nuestro pueblo, pero no podemos presentar una misión al gremio porque no hay ningún monstruo catalogado como bruja, ni pruebas que avalen su existencia. Así que no tengo más remedio que recurrir a cualquier oportunidad que surja, por remota que sea…
La expresión del capitán Vance se oscureció y cerró los ojos, lleno de impotencia apretó fuertemente los puños. Era el responsable de la seguridad del pueblo, sin embargo, no era capaz de proteger a los aldeanos… Toda esa presión caía sobre sus hombros.
♦
–No tenemos mucha información.
–No… Además, creo que nos ocultó algo…
Roland y Wulf debatían sobre la conversación que habían tenido hace escasos minutos con el capitán Vance. Se habían despedido de él y estaban andando por las calles del pueblo hacia su siguiente destino.
[Cling~]
–¡Bienvenidos! Oh, pero si son los jóvenes que ayudaron a Lilith anoche…
Los tres aventureros entraron en un edificio ligeramente más grande que las casas que lo rodeaban. Era la herboristería del pueblo. Si ya la fachada estaba totalmente cubierta con vegetación, dentro aún había más. Los estantes estaban repletos de botes con plantas, flores, hongos y raíces de todo tipo, algunos metidos en líquidos extraños de colores no muy agradables. La señora Borwed los saludó desde detrás del mostrador.
–¡Buenos días señora Borwed!
Naturalmente, Redwill fue el que devolvió el saludo, sonriendo alegremente. Parece que se convirtió en el representante del grupo.
–¿Qué puede hacer una anciana como yo por unos jóvenes como vosotros?
–Veníamos a preguntarle sobre las brujas. –intervino Roland, que tomó la iniciativa y fue directo a sacar el tema de las brujas.
–Oh… Estos días, en el pueblo sólo se habla de eso…
La herborista apenas reaccionó a un tema que ponía nervioso a la mayoría de aldeanos. Los tres aventureros esperaban una respuesta más emocional, como la de Kyra o Vance, pero Roland no quiso molestar a la anciana y continuó con el tema principal.
–Usted entrará bastante al bosque para buscar hierbas medicinales, me imagino. ¿Ha visto algo raro o fuera de lo normal? Como restos de un aquelarre…
–No… –la señora Borwed negó con la cabeza y se sentó en la silla que tenía detrás–. Sólo hay plantas, animales y monstruos. Yo sólo entro un poco, allá donde no hay monstruos. Una abuelita como yo no puede vencer a un monstruo sola, jiejiejie… …Ah… Pero recuerdo que cuando llegué al pueblo, todos estaban como locos por algo de un… ¿cómo se llamaba…? ¿Aquelarre…?
–¿Lleva poco tiempo viviendo en el pueblo?
–Si, menos de un año. Vengo de la aldea Claro del Pinar…
Donde pasamos la noche… –recordó Wulf.
–¿Y por qué se mudó?
–Jiejiejie… –la anciana se rio de forma peculiar, mostrando una sonrisa pícara–. No me gustaban mis vecinos… En este pueblo estoy más tranquila.
–¿En un pueblo done la gente desaparece y rodeado de monstruos está más tranquila…?
–Bueno… Nadie quiere secuestrar a una anciana como yo… Jiejiejie…
Mientras Roland conversaba con la herborista, los otros dos aventureros husmeaban los estantes cercanos. La anciana, aunque disimulaba bastante bien, no les quitaba el ojo de encima.
Mientras a ella no le pase nada, parece que no le importan mucho los demás. Poca empatía para ser la curandera del pueblo…
–Usted curó la enfermedad que apareció en el pueblo, ¿cierto?
A Wulf le pareció extraña la respuesta de la señora Borwed y cambió al tema que le interesaba, la afección que pasó hace poco. Su instinto le decía que sí tenía relación con las brujas.
–Así es, joven.
–¿Qué pasó exactamente?
–Se contagiaron con la Fiebre del Hongo Moteado, la seta que hay en ese frasco.
La anciana señaló un frasco que contenía varias setas que tenían el tallo blanco y el sombrero rojo con motas blancas. Todos se giraron hacia donde señalaba. Wulf había visto antes aquella seta en alguna parte.
Hmm… Parece una "Amanita" de nuestro mundo…
–Es una especie invasora de hongo. Sus esporas, inhaladas o ingeridas, provocan la Fiebre del Hongo Moteado. Esta enfermedad es lenta de actuar, pero mortal para las personas. Además, se puede transmitir de unos a otros. El pueblo estuvo en peligro de desaparecer…
–Entonces, ¿por qué guarda esas setas ahí? ¡Es peligroso!
Redwill volvió a meterse en la conversación, un poco agitado al conocer el riesgo que suponían esos hongos. La herborista tenía esas peligrosas setas dentro de un bote de vidrio en una estantería, cualquiera podía arrojarlo al suelo y romperlo por error, dejando escapar las temibles esporas.
–Bien administradas pueden ser un remedio para ciertas enfermedades. Además, esas setas de ahí están limpias, puedes abrir el bote sin peligro. Jiejiejie…
–¿Cómo conseguiste curar a los enfermos?
Wulf devolvió la conversación hacia donde le interesaba.
–Combatiendo hongo con hongo. Jiejiejie…
La anciana respondió sacando un bote de dentro del mostrador. En su interior había una seta de color dorado-anaranjado, el potente color se suavizaba en el borde del sombrero. Su aspecto recordaba al astro que domina el día.
–Este hongo es una Crin de Sol. Tiene grandes capacidades curativas, pero es difícil de conseguir. Casi estoy sin existencias. Jiejiejie…
–¿Esta seta salvó al pueblo?
–Así es, jiejiejie… Basta con triturarla y hacer una infusión con ella. Utilicé casi todas las que tenía en un caldero para todos los enfermos…
La señora Borwed examinó la seta para confirmar que se mantenía en buen estado de conservación dentro del frasco y la volvió a dejar en el mostrador.
[Cling~] [Clack]
–¿…?
De pronto, entró un niño en la tienda. Debía tener unos ocho o nueve años de edad, tenía el pelo castaño rizado y vestía un chaleco de lino sobre una camiseta roja de manga corta. El niño entró decidido y fue hacia el mostrador. Por un instante, a Roland le pareció que la expresión de la anciana se ensombrecía. Aunque quizá fueron imaginaciones suyas.
–Hola, señora Borwed.
–Oh. ¿Qué puedo hacer por ti, Theo?
–Toma. Adelle necesita esto.
El niño le dio un papelito y una bolsa de lino con monedas. La herborista cogió el papel y la bolsa, echó un vistazo a ambos y se fue a la trastienda.
Eso es…
Cuando la señora Borwed abrió la puerta, Wulf vio la planta que tenía el capitán Vance en su oficina reflejada en un espejo que había al fondo del cuarto. Sólo tenía una única flor, aunque parecía que le iba a salir una segunda. Al cabo de unos segundos, la anciana salió de la trastienda con una bolsa de papel en la mano. Volvió al mostrador y se la dio al niño.
–Aquí tienes, pequeño Theo. Jiejiejie…
–Gracias, señora Borwed.
El niño agradeció la bolsa a la anciana con educación y se marchó de la tienda sin decir nada más.
[Cling~] [Clack]
–¿Y ese niño? –preguntó Redwill.
Los otros dos aventureros también tenían curiosidad.
–Ese es Theo, un niño huérfano que vive en la iglesia del pueblo. Adelle es la monja que se encarga de cuidarle a él y a los demás niños. Es una clienta habitual. Ella… lo ha estado pasando muy mal, porque algunos niños del orfanato desaparecieron. …Ha vivido más tiempo que yo en este pueblo, a lo mejor os puede ayudar a encontrar a las brujas…
♦
Los tres aventureros se despidieron de la señora Borwed y se dirigieron a la iglesia, siguiendo su recomendación. Cuando llegaron, vieron al niño de antes entrar en el edificio contiguo y decidieron seguirle. Tras la valla de piedra, una monja jugaba a la pelota con otros dos niños dentro del patio. La sacerdotisa se dio cuenta que se acercaban y los saludó educadamente con una sonrisa.
–¡Oh!, aventureros… ¿Qué puedo hacer por ustedes?
–¡Hola! ¿Eres Adelle? –como siempre, Redwill fue el primero en saludar.
–Si, soy yo. –la monja inclinó la cabeza hacia un lado de forma adorable–. ¿Qué necesitan de mí?
Era una monja joven de ojos de un azul claro como el cielo, un par de mechones rubios sobresalían por la capucha de su hábito blanco. En su cuello colgaba un collar con una cruz sencilla dorada. Los tres aventureros se quedaron anonadados con la belleza de la monja Adelle.
–M-mucho gusto… Este es Roland, este Wulf y yo soy Redwill. Estamos investigando las desapariciones de personas.
Redwill tartamudeó un poco ante la bella monja, pero esta vez fue directo al grano, como hizo antes Roland con la señora Borwed. Los otros dos aventureros se miraron entre ellos con una sonrisa, entretenidos con el cambio de comportamiento tan raro de ver en el hechicero. Generalmente era él el primero en acercarse a los demás y hablarles como si fueran amigos de toda la vida, pero ante Adelle parecía una persona tímida.
–¡…! Theo, Elrond, Andon. Id a jugar con los demás niños, por favor.
Para sorpresa de los aventureros, la monja se alegró al oír las palabras de Redwill, una expresión de esperanza iluminó su rostro. Luego se giró hacia los tres niños, que eran prácticamente idénticos si no fuese por el color de sus camisetas, y les pidió que se fueran a jugar a otra parte para poder hablar en privado con los aventureros.
–¡P-pero tengo hambre…! –protestó el niño que llevaba una camiseta verde.
–Si te portas bien te daré un flan luego.
–¡Vale!
El niño de azul no deja de mirar a la monja… –a Wulf le llamó la atención que el niño de azul se pasó todo el rato observando a la monja de reojo.
El niño de verde se negó a irse al principio, pero en cuanto lo sobornaron con comida, se fue corriendo hacia un lado del edificio, el de rojo le siguió mientras arrastraba al de azul.
–Pasen por aquí, por favor.
La monja Adelle los guio hacia una habitación amplia, debía ser el comedor. Varias mesas con sillas estaban repartidas por la sala. Los aventureros se sentaron en una de las mesas y la monja desapareció durante un par de minutos por una puerta. Cuando volvió, lo hizo con una bandeja y un té para cada uno.
–No es mucho lo que puedo ofrecer, pero aquí tenéis. –dijo Adelle mientras colocaba una taza enfrente de cada uno.
–Gracias. –agradecieron los tres aventureros.
Otra vez esa flor… ¿No se supone que es difícil de encontrar?
Tras dar las gracias por la hospitalidad, dieron un sorbo al té y disfrutaron visiblemente del sabor. Wulf se fijó en una planta que había en el alfeizar de la ventana, era la misma flor que vio en el despacho de Vance y en la trastienda de la señora Borwed. Sin embargo, esta sí que tenía dos flores idénticas, aunque una era de mayor tamaño que la otra, como si fuera más joven.
–Entonces… ¿Estáis investigando las desapariciones? –la monja Adelle inició la conversación, habiéndose sentado en una de las sillas libres. Su mirada ilusionada tenía un matiz de súplica.
–S-sí. Hemos oído rumores de que hay brujas que secuestran personas y como aventureros, queremos ayudar. Estamos recabando información, por eso hemos venido.
Redwill siguió titubeando un poco, pero sacó pecho ante la preciosa monja. Su mirada se iluminó aún más y juntó sus manos en una posición similar a la del rezo, pero entrelazando los dedos. A Redwill le dio la impresión que un rayo de sol la iluminaba, probablemente eran imaginaciones suyas…
–¡Gracias! ¡Gracias, de verdad! Haré todo lo que pueda para ayudarlos… Así que… Por favor… Por favor, salven al pueblo…
La probe monja, que estaba totalmente desesperada, por fin vislumbró un rayo de esperanza. Delante suyo tenía fuertes aventureros, dispuestos a acabar con las brujas que tanto tiempo habían estado aterrorizando al pueblo y a ella misma.
–La señora Borwed nos ha dicho que llevas mucho tiempo viviendo en el pueblo y que nos podrías ayudar. –continuó Roland.
–Oh, así que habéis hablado con ella… Es una buena persona, nos salvó a todos de una enfermedad muy grave… Yo llevo toda mi vida viviendo en este pueblo, lo conozco bien.
–¿También estuviste enferma?
Wulf cambió brevemente de tema. Seguía convencido de que había relación entre las brujas y la enfermedad que casi asola el pueblo. Quería tener todos los puntos de vista y opiniones que pudiera conseguir, dado que la calidad de la información que conseguían era bastante baja.
–No… Yo no enfermé, pero las otras monjas y los niños sí… Fue terrible, todos tenían una fiebre tan alta…
–¿Hubo otras personas que no enfermaron?
–Si, algunas mujeres del pueblo, y la señora Borwed.
–Ya veo… –Wulf se quedó pensativo.
Roland le echó un vistazo rápido a la expresión de Wulf y volvió al tema original.
–¿Qué sabes de las desapariciones?
–No mucho… Empezaron hace un año. Primero eran mujeres adultas, luego hombres y últimamente niños… Sobre todo, huérfanos, muchos de aquí han desaparecido y no he podido hacer nada…
Su rostro se ensombreció y su voz se tiñó de dolor. Un profundo sentimiento de tristeza inundaba el corazón de Adelle, que no era capaz de proteger a los niños que estaba cuidando. A duras penas podía contener las lágrimas que asomaban de sus preciosos ojos turquesa. Ella continuó lamentándose.
–Y todo esto después de aquella tragedia…
–¡…! ¿Qué tragedia?
Esto llamó la atención de Roland y de los otros dos aventureros, que miraron atentamente a la monja.
–…Hace casi dos años, murieron muchos vecinos en un accidente. Más bien, tuvieron que ser… ejecutados.
La monja Adelle dudó al responder, era un recuerdo doloroso. No pudo evitar tenerse que tapar la boca con una mano para frenar las náuseas que sintió al volver a visualizar lo que sucedió. Los tres aventureros abrieron los ojos de par en par y casi se levantaron de sus sillas, ansiosos por saber más sobre lo que pasó.
–¿Ejecutados…? –preguntó Roland.
–Si… Un día, vino al pueblo un mercader con unos aventureros. Hablaron sobre una misión que debían cumplir y se fueron al bosque. Cuando volvieron, trajeron una extraña caja de metal que estaba muy gastada, parecía que era algo muy antiguo…
Aventureros en una misión hace casi dos años… No será… –reflexionó Wulf.
…una misión de la beta. –concluyó Roland.
Ambos pensaron en lo mismo. Esos aventureros debían ser beta testers en una misión de recoger un objeto de algún sitio. El mercader debió ser quien les dio la misión.
–¿Lo viste?
–Si… Los vi en la taberna, siempre lo llevaban cerca y nunca lo perdían de vista. Pensé que sería algo muy valioso… Al día siguiente el mercader se fue y el maletín se quedó con los aventureros, que cogieron una caravana que iba a Barona, pasando por las aldeas de la zona. En esa caravana también iban vecinos del pueblo y de la aldea más cercana Claro del Pinar. A mitad de camino del siguiente pueblo… hubo un accidente…
–…
Los aventureros estaban totalmente concentrados en la explicación de la monja, que cada vez le costaba más continuar.
–Nadie sabe qué pasó, pero dijeron que alguien abrió el maletín y algo salió de dentro… …y todos… se volvieron locos… empezaron a atacarse entre ellos… mataron a los aventureros…
¡…! ¿Fallaron la misión?
Wulf entendió que, al morir los aventureros, la misión fracasó como en cualquier videojuego.
–La caravana que debía haber llegado al siguiente pueblo, no llegó. Así que contactaron a nuestro capitán Vance y soldados de ambos pueblos junto con algunos vecinos fueron a investigar. Yo también fui por si podía ayudar con mi Magia Sagrada. Lo que nos encontramos allí… fue horrible… una masacre… Había muchos cuerpos en el suelo por todas partes, y algunos aldeanos actuaban raro… Cuando los soldados se acercaron, los atacaron sin dudar, como si fueran monstruos. No podíamos creer lo que veíamos… Uuh…
La joven monja lo estaba pasando mal al recordar ese terrible incidente. Estaba verdaderamente al borde de las lágrimas. Redwill trató de reconfortarla poniendo una mano en su espalda.
–Había hasta niños… Esos aldeanos incluso intentaron atacar a los que habíamos venido a ayudar, pero los guardias consiguieron atraparlos. Teníamos mucho miedo… Alguien gritó que no había forma de salvarlos… todos se alteraron y… …los quemaron… Vance trató de impedirlo, pero no pudo… Uuuh… ¡Hic!
Adelle no pudo aguantar un sollozo al acabar la historia, lágrimas empezaron a deslizarse por sus pómulos rosados.
Así que si fallas una misión hay consecuencias… Y no la puedes repetir como en cualquier otro videojuego. –Wulf se dio cuenta de algo muy importante–. …Esto implica que si fallamos las misiones… podemos "matar" este mundo.
En un juego normal, podías repetir las misiones una y otra vez si fallabas, pero en el mundo en el que estaban ahora, si fracasabas en una misión, dependiendo del tipo que sea, podía tener consecuencias muy graves e irreparables para la población NPC. Y, aunque algunos los vean como simples IA, seguían siendo un pilar fundamental para los jugadores, ya que les compraban y vendían equipo, vendían alimentos, gestionaban ciudades, el Gremio… Los aventureros no podían vivir sin ellos. Si por su culpa, los NPC desaparecían…
–¿Alguien vio que había en el maletín? –preguntó Roland.
–N-no… Se encontraron el maletín cerrado y nadie se atrevió a abrirlo.
–¿Qué hicisteis con el maletín? ¿Dónde está ahora?
A Roland se le notó un poco de ansiedad en su tono de voz. Ese maletín era la clave del incidente. Lo que sea que haya dentro pude suponer un peligro muy grande para todos, incluso para los jugadores.
–Vino el duque con sus soldados y se lo llevó… No sabemos que hizo con él ni dónde lo tiene…
–…
Todos se quedaron en silencio, metidos en sus propios pensamientos. De pronto, Wulf notó movimiento a su espalda.
¿…?
Se giró y no había nadie tras su silla. Palpó la zona de su cinturón y notó que le faltaba un vial de una poción.
–¿Qué pasa? –Redwill notó que su amigo estaba inquieto.
–Me falta una poción de mi cinturón.
–¿No se te habrá caído?
–No sé…
Sin estar convencido, Wulf usó Rastreo de Maná. Vio tres pequeñas siluetas detrás de la puerta que daba al pasillo, la cual estaba medio abierta. Una de las siluetas sostenía algo y lo dirigía hacia su boca. Wulf usó Magia de Creación para crear un tapón de corcho en la obertura del vial.
–¿¡…!? ¿Por qué me habéis puesto el tapón?
–Jijijiji~
–Jajajaja~
El niño de verde intentó beber el contenido del vial, pero se encontró con que estaba cerrado. Se pensó que los otros dos niños lo habían vuelto a tapar mientras no miraba y se quejó susurrando para que no los descubrieran. Tanto el niño de rojo como el de azul no podían parar de reír, aunque trataron de hacer el menor ruido posible. Enfadado, el de verde sacó el tapón y volvió a intentar beberse los contenidos de la poción. Pero Wulf no le dejó, creando otro tapón.
–¡…! ¡¡Ya vale!!
–¡¡Jijijiji~!!
–¡¡Jajajaja~!!
[Ñeeec]
La puerta se abrió delante de los niños, Adelle se había levantado de su asiento. Puso los brazos en jarra y les lanzó una mirada severa. Los niños, viendo que los habían pillado, recularon un poco. Parece que temían hacer enfadar a la monja.
–¡Os dije que jugarais fuera! ¡Tengo invitados! ¿¡Es que no os podéis comportar nunca!? –los regañó Adelle, aún con los ojos llorosos.
–Nosotros solo-
El niño de rojo intentó justificarse, pero paró de golpe ante el aumento de intensidad de la mirada de la monja. Supo ceder a tiempo.
–¡Lo siento!
Los tres se disculparon al unísono, dejaron la poción en el suelo y salieron corriendo. La monja recogió la poción y se la devolvió a Wulf.
–G-gracias. –Wulf tartamudeó un poco, desconcertado con el drástico cambio de carácter de la monja.
Buah… No querría hacerla enfadar…
Los tres aventureros pensaron exactamente lo mismo.
–Lo siento. –se disculpó Adelle, ya con una presencia más serena–. Esos niños son unos trastos, siempre están haciendo pillerías. Me cuesta mucho vigilarlos…
La joven monja volvió a sonreír, pero se le notaba el cansancio en la voz.
–Son idénticos entre ellos… –comentó Redwill.
–Son trillizos, aunque cada uno tiene un color favorito distinto, así que es fácil diferenciarlos. A Theo le gusta el rojo, a Andon el verde y a Elrond el azul. Ellos… se volvieron huérfanos tras el incidente de la caravana. Los cuido desde entonces.
♦
–¿Qué hacemos?
Redwill lanzó una pregunta a sus dos compañeros mientras andaban sin rumbo por las calles de la aldea.
–Mmm… Podríamos intentar hablar con alguien más… –respondió Roland–. Pero… ¿Tú que dices, Wulf?
Creo que uno de ellos tres…
–¡Wulf!
Necesito más información…
Wulf estaba absorto en sus pensamientos. No se daba cuenta que Roland le estaba llamando.
–¡Oye, Wulf!
–¿Eh? Ah… ¿Qué pasa?
–¡Te estamos hablando! ¿Qué propones hacer ahora?
Wulf parpadeó un par de veces antes de contestar.
–Eehmm… Pues podríamos inspeccionar el bosque después de comer. Además, igualmente tengo que pasar por la taberna a hacer una cosa.
–…Me parece bien, conozcamos la zona lo antes posible, por si pasase algo.
–¡Ok!
Tanto Roland, asintiendo con la cabeza, como Redwill, alzando el pulgar, estuvieron de acuerdo con la propuesta de Wulf. Pusieron rumbo a la taberna.
♦
Después de comer y de que Wulf hiciera el recado en la taberna, los tres aventureros salieron a explorar el bosque por la zona de nivel quince a veinte. Para encontrar algún monstruo tuvieron que alejarse bastante del pueblo, y todo lo que encontraron fueron bestias parecidas a las que vieron en el camino hasta la aldea. Había monstruos de tipo hongo, jabalí, lobo, conejos y osos. Realmente todo lo que descubrieron fue un bosque normal y corriente, así que cuando empezó a oscurecer dieron la vuelta.
¡…! Eso es…
Tras escasos cinco minutos de haber dado la vuelta, Wulf detecto algo raro con Rastreo de Maná y se paró en seco. Sus compañeros se pusieron alerta.
–¿Qué pasa? ¿Enemigos? –Roland susurró por precaución.
–No, más bien lo contrario. –contestó Wulf con un volumen de voz normal–. Veo tres siluetas verdes, pero… son pequeñas.
–¿Niños? –Roland volvió a su tono habitual, relajando un poco su postura–. ¿No serán esos tres? ¿Nos habrán seguido?
–Me habría dado cuenta… Vamos a ver.
Las tres siluetas no se movieron del sitio mientras los aventureros se acercaban. Cuando cruzaron los matorrales, vieron que efectivamente eran los trillizos que habían conocido ese mismo día.
–¿Qué hacéis en un lugar así? ¡Es peligroso, os podríais caer!
Redwill fue el primero en alarmarse, a su izquierda había un precipicio. El bosque se había partido en ese punto y continuaba unos cuantos metros más abajo. Aunque la pendiente no era totalmente vertical, sería complicado volver a subir si alguien caía por ahí.
–Vinimos con la chica. –el niño de rojo, Theo, contestó despreocupadamente.
–¿Qué chi-?
¡…!
[Crack] [Crack] [Fwosh]
Redwill no pudo acabar su frase cuando, de repente, el suelo en los pies de los tres aventureros crujió y se desprendió. Wulf estuvo a punto de reaccionar a tiempo, pero una bocanada de aire los desestabilizó y no pudieron evitar caer junto con el trozo de suelo. Mientras caían, un par de siluetas encapuchadas aparecieron asomadas al borde del acantilado.
♦