章節 8: 7: Densa Atmósfera (parte 1)
A la mañana siguiente se despertó despejada, había desayunado un buen zumo de naranja para subir las vitaminas esenciales y una tostada de mermelada con mantequilla. Luego fue junto a una mujer llamada Lora para hacer un currículo nuevo, así podría conseguir trabajo pronto. Había mucha gente, con situaciones desfavorecidas peor o similares a las de ella. Más tarde entró a una sala donde todos los presentes estaban situados en sus respectivos asientos junto con los más pequeños, vergonzosamente se acercó a una chica con una niña, se sentó a su lado.
Alice propuso realizar una entretenida manualidad, mostró la piedra y dijo que había que pintarla como ellos quisieran. Lana asintió mientras tenía la piedra en sus manos pensando en que diseñó podría hacer, la mesa estaba repleta de pinturas e infinitos colores sintió tener el propio arcoíris en la madera. Pusieron música de fondo bastante animada y que subía la vibración a cualquiera, atrapó la inspiración en ese momento pues ya sabía lo que iba a hacer, tomó el lápiz para hacer un pequeño borrador sobre la dura piedra, mientras iba haciendo observó a su compañera y a la niña que tenía encima suyo sobre su regazo, que pintaba directamente un arcoíris sobre esta y la mayor dibujaba una flor con el lápiz.
— Qué bonita — se atrevió a decir Lana con una sonrisa. La chica ladeó la cabeza encogiéndose de hombros.
— ¿Te refieres a la flor? — respondió sin apartar la vista de la piedra, estaba concentrada —. Sinceramente no lo creo.
— A mí me gusta — admitió mientras enfocaba especial atención de nuevo a la suya, la luna le había quedado bonita, hizo alusión a cada detalle y a sus cráteres.
— Gracias, ¿cómo te llamas? No nos hemos presentado, yo me llamo Amara.
— Yo Lana, encantada.
Amara curvó los labios hacia arriba y la niña las miró emocionada.
— ¡Mirad mi piedra que bonita! — exclamó contenta a lo que Lana y Amara la felicitaron. La chica hizo que la niña se presentara, se llamaba Anne y era su hija, lucía igual de bonita que Amara, ambas de tez negra con el cabello afro, aunque la mayor lo tenía trenzado. Las admiró, la piel era tersa y además poseían unos labios hermosos. Vestían de amarillo, se apreciaban tiernas.
Estuvieron hablando un poco de sus vidas mientras hacían la manualidad, cuando la niña se fue junto a los demás, aprovecharon para tocar temas más recónditos.
— Mi ex novio me maltrataba — reveló Amara sin pudor. La joven quedó impresionada, había gente desgraciada en el mundo.
— Imagino lo duro que tuvo que ser... — pasó saliva, diversos acontecimientos desagradables del pasado hicieron su manifiesto.
— Mucho.
— Disculpa mi atrevimiento... ¿Puedo saber cómo te diste cuenta? A veces, las mujeres son víctimas y normalizan aquello por casusa del agresor y piensan que es un acto romántico. Ellas no tienen la culpa, al contrario, como he mencionado antes son víctimas. — Sintió que sus palabras calaron hondo dentro de Amara al ver su expresión facial.
— Empezó revisando mi teléfono, luego a controlar mi dinero, recibía insultos cuando me vestía de manera "indecente", decía que los hombres eran con diferencia mucho mejor que las mujeres y que nosotras éramos unas rameras... Uff, que impotencia de solo pensarlo. Suerte que he logrado salir adelante con Anne.
—Se ve que eres una mujer fuerte Amara, pudiste salir de ahí.
La chica asintió.
— Ese maldecido quería lastimarnos físicamente, así que vi la obligación de marcharme, encontré esta fundación y aquí estoy, llevamos dos meses en el refugio — aseveró a la vez que pintaba la flor rosada y blanca —. ¿Tú cómo has acabado aquí?
Lana tragó incómoda, no sabía por dónde empezar, sin embargo, no quiso entrar en detalles.
— Yo vivía en Stockton, hubo un problema y tuve que huir con mi hermano —le respondió. Amara no quiso indagar más, la comprendió con tan solo mirarla.
Pasado un rato acabaron el trabajo manual. Lana finalizó su obra maestra; la luna descansaba junto al cielo estrellado, le encantaba la astronomía.
Jean se apoderó de sus pensamientos en ese momento, se preguntó cómo sería estar con él bajo una noche estrellada. Tenía ganas de volverlo a ver, pero no tenía móvil para llamarlo y aunque tuviera el suyo propio le daría vergüenza. Encarar la situación era mejor opción, así que después de comer le enviaría un correo desde la sala de ordenadores.
Amara y ella fueron junto a Anne a ordenar el espacio, colocaron las acuarelas en su lugar, las piedras las dejaron en un cajón, excepto la suya, pretendía que aquella piedra tuviera un mejor destino. Después limpiaron un poco para ayudar. Cuando el reloj marcó la una prepararon la mesa de la sala, colocaron los manteles, la cubertería, así como los vasos junto a las jarras de agua. Media hora después comieron, esta vez ensalada de repollo. Lana tomó asiento entre Anne y Amara. Después volvió a encontrarse con Alice, andaba recogiendo así que fue a ayudarla.
No fue hasta una hora después que se sentó en la sala de los ordenadores para escribir un correo a Jean, al menos para que supiera que estaba bien, no obstante Lora la interrumpió diciendo lo siguiente:
— Lana, hay alguien en el mostrador, preguntan por ti — le notificó la mujer pelirroja. Pegó un brinco como un saltamontes de la silla, soltó la melena nerviosa pues lo más probable era que la causa de aquel alboroto fuera Jean. No había nadie más en esa ciudad que supiera de su existencia, por el momento. Subió las escaleras esperanzada, llegó al mostrador. Su corazón se desbocó al verlo, estaba ahí con esa mirada tan característica, esta vez diferente, no iba vestido de oficina; llevaba una gorra hacia atrás gris, el cabello sobre el rostro y con un ligero volumen, camiseta negra debajo de una chaqueta gris Hollister del mismo color de la gorra, unos pantalones tejanos rotos de época y finalmente unas vans.
Se observaron como si el tiempo se hubiera detenido, Jean no pudo evitar respirar pesadamente al verla con la melena suelta, estaba muy guapa, dulce junto a esos ojos felinos verdosos. De tan solo verla se transportaba a la profundidad de una de las dimensiones existentes.
La secretaría consideró detalladamente la excitación del momento percibiendo la conexión de sus miradas como si fueran uno y es que parecían fusionarse. Lora que estaba detrás de la joven lanzó una mirada cómplice a la secretaría, se percibía la materia brotar alrededor de ellos.
— Buenas tardes — ofreció Jean su mejor sonrisa —. Hola, señorita — hizo ademán de saludar a Lora.
— Buenas tardes, Jean — respondió Lana perdiéndose en aquella esencia abrasadora que él desataba. Lora devolvió el saludo muy sorprendida, y más al conocer la conexión que mantenía con la joven, generaba bastante curiosidad.
Lana se acercó, cada paso que daba más rápido le iba el corazón. Ya cerca a pocos metros, ladeó la cabeza cuestionándolo con la mirada queriendo saber qué hacía ahí. Él comprendió en seguida.
— Ayer te dije que me iría y volvería golpeando la puerta como si tuvieras algo para mí, Lana — se encogió de hombros y arqueó las cejas haciéndoselo ver obvio. La joven quedó perpleja ante esas palabras. Bien, ese chico era filosófico y además apuesto. Aunque surgieron muchos adjetivos más.
— Pues adelante — respondió nerviosa, haciendo una "reverencia" con sus manos, invitándolo a pasar.
— No me refería a eso — soltó, luego lanzó una sonrisa torcida. Vale, se veía demasiado atractivo—. Pero...
— ¿Pero...? — preguntó atropellando con sus palabras, impaciente por saber. Abrió los ojos más de lo normal mientras su corazón latía con una fuerza demencial.
— Me conformo con esto — sonrió pícaro, con la mano en los bolsillos, percibiendo como a la chica le brillaban los ojos.
— Jean-Philippe...
— He venido para saber cómo estás, no me llamaste al final — se rascó la nuca vergonzoso, la secretaria y la otra mujer no dejaban de mirarlos.
— Parece que me has leído la mente, justo te iba a enviar un correo.
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