Arata cumpliendo su palabra, empezó en su búsqueda de jugadores para que se unieran al gremio que pensaba crear, porque, no se puede llamar gremio a uno donde no hay ningún miembro, ¿cierto?
Arata no solo quería ser el jugador número uno en Yggdrasil, no. Incluso quería compartir su gloria con otros. Después de todo, ¿de qué sirve estar en la cima si estás solo?
Arata también quería que su gremio encabezará la lista de los gremios más poderosos. Pero para lograr eso, tenía que trabajar en conjunto con los demás miembros que se unirían con el paso del tiempo a su gremio.
Y jugando, trabajando, aprendiendo, subiendo de nivel, viajando por reinos, atravesando terrenos vastos, pasando travesías, sin preocupación, Arata buscó y encontró a quien sería el primer integrante del gremio que buscaba crear.
Y en un momento como cualquier otro, donde disfrutaba de la cacería, de la aventura que el juego le proporcionaba. Matando bestias y algún que otro tonto que osara atacarlo, o que tuviera buenos items. Obteniendo experiencia, nada fuera de lo normal. Fue en aquella ocasión donde por fin conoció a su primer compañero de gremio.
...
A lo lejos Arata vislumbró un combate llevarse acabo. Viendo esto, Arata decidió acercarse al lugar donde la pelea estaba tomando lugar, no por las razones que algunos han de pensar, sino por el hecho de querer ver si había algo que robar.
Era desvergonzado. Pero al final, si quería escalar a la supremacía tenía que ser astuto y aprovechar toda situación que se le presentará.
Así que, cambiando su rumbo inicial, decidiendo acercarse a la zona del combate, Arata aceleró el paso; corriendo hacia la pelea a la cual nadie le llamó.
Ya aproximándose a la zona, sonidos de espadas se escuchaban. Así que, ya estando lo suficiente cerca para poder presenciar con claridad el combate, Arata se escondió. Observando con detenimiento, para entender si era prudente atacar y robar.
Antes de luchar, hay que pensar, y no dejarse llevar por la furia o la adrenalina. Si el hombre está donde está, no es por su capacidad de luchar, sino por su inteligencia, es decir, por pensar en estrategias. No solo por la fuerza bruta se alcanza la victoria, a veces una decisión acertada puede cambiar el rumbo de una batalla, y así salvar tu vida.
Aunque claro, a veces ni la más estructurada estrategia puede hacer frente ante la pura fuerza bruta...
Arata conocía este hecho, por lo que, escondiéndose entre los árboles y arbustos del lugar observó la situación. Asegurándose de que no hubiera alguien más con la misma idea que él; acechando, esperando la oportunidad para atacar.
Y mientras Arata estaba camuflado en la naturaleza del lugar, en el centro de aquel arbolado, donde se encontraba un pequeño prado con un arroyo, el cual se agitaba al los pies tocar su agua. Todo ese hermoso lugar se estaba transformando en un yermo desolado, ya que desafortunadamente en dicho lugar estaban dos individuos combatiendo. Dándolo todo, ya que quien cometiera el menor desliz podría sentenciar su pérdida ante su oponente; causando su propia muerte.
El sonido de la lucha se oía, las aguas del arroyo se agitaban con cada retumbar de los golpes que se daban. La hermosura del prado ahora estaba arruinada. El combate era feroz. Con toda intención de matar se atacaban los dos hombres.
Su combate parecía toda una bella danza.
Al chocar espada contra espada se creaba un estruendoso, pero bello sonido, como dos hombres que tocan braviamente las cuerdas del Guzheng. Arata no era más que un mero espectador de aquella exposición que demostraba la maestría y lo artístico del esgrima.
Espada contra espada, golpe contra golpe, la sangre se derramaba, tiñendo de rojo el arroyo. Solo uno saldría vivo, ¿quién sería?, solo el tiempo lo diría.
Y mientras Arata cautivado estaba por el combate, uno de los dos hombres acertó un poderoso golpe contra su oponente; hiriendo su pecho. La sangre brotó y cayó al suelo, esparciendose por el arroyo.
Al parecer el ganador ya se decidió, pues el hombre herido retrocedió, pisando el arroyo, y con sus ojos sin brillo miró a su oponente.
El hombre siguió retrocediendo y se dió la vuelta y corrió; intentando huir, o eso aparentó su acción. Su oponente sólo con el tajo de su espada respondió, causando que que inerte al suelo se desplomara. Desapareciendo su personaje a los pocos segundos.
Arata estaba bastante sorprendido. El ganador demostró gran habilidad y calma ante la situación en la que se encontraba. Era un gran guerrero, eso se podia ver en sus movimientos.
Viendo eso, Arata cambió su plan inicial. Aquel hombre tenía habilidad y gran potencial, por lo que, sería un desperdicio tener que matar a alguien como él.
Tan inmerso sopesando Arata se encontraba, que no se dió cuenta cuando el hombre enfoco su mirada en su dirección; donde los arbustos y árboles camuflaban su persona.
...
Después de una breve contemplación, Arata pensó que sería una buena idea que el hombre fuera su subordinado. Su habilidad le sería de gran ayuda. Arata asintió para si mismo, seguro de si mismo, pero una voz le hizo salir de sus pensamientos.
"Quién quiera que este ahí que salga ahora", dijo peligrosamente la persona que Arata pensaba convertir en vasallo.
Escuchando aquello, Arata se puso nervioso.
¿No le estaría hablando a él, verdad?
Era imposible, estaba camuflado por los arbustos y árboles, además tenía su habilidad de invisibilidad activida...
¡Joder!, no, no, no...
Era un imbécil, cómo puede haber olvidado activar su item de invisibilidad. En qué estaría pensando como para olvidar eso. Era totalmente su culpa. Gastó bastante dinero en comprar el item, y ahora no le sirvió para nada... Bueno, al final, era su culpa. No puede culpar a nadie más que así mismo.
Haahah, ¿para qué gastar dinero si después se va ha olvidar de usar las cosas que compra?, porque, si, el juego era un hijo de puta pay to win. Pero en cierto modo, esto también le beneficiaba a él..., así que...meh.
Aún así, Arata se sentía mal consigo mismo, aunque técnicamente el dinero gastado no era de él. Pero, ¿para qué comprar algo si no lo va ha usar?, eso ya es puro derroche. Y con Arata siendo originalmente muy tacaño en su mundo natal, entonces eso era un duro golpe, porque, la tacañez no se le iría aún si poseía millones de dólares.
Además, también se sentía un poco mal, porque él tenía todas las comodidades del mundo, pero en la sociedad actual había personas agonizando por el simple hecho de no poder pagar una máscara de gas.
Saber esto, lo hacia sentir incómodo y con la conciencia culpable.
Arata no era una mala persona. Él siempre espero lo mejor para todos, y siempre pensó en ayudar a los necesitados, por lo que, Arata pensaba dejar toda su fortuna el día de su traslado al otro mundo. En especial, pensaba donar la mayor parte de su dinero a orfanatos.
Para Arata los niños eran seres sagrados, ángeles que no deberían ser empañados por la oscuridad del mundo, por lo que frecuentemente donaba cierto dinero a orfanatos. Aún si estuviera corto de dinero, nunca dejó de donar dinero, pues el dinero se va, su propio valor se lo designa el propio individuo, entonces no hay necesidad de ser esclavo de él.
Pero ya, dejemos la triste realidad de lado.
Ahora gracias a su descuido había sido descubierto, por lo que estaba un poco nervioso, y más con aquellos ojos penetrantes que lo miraban; aunque estuviera escondido.
...
El hombre nuevamente volvió a hacer la misma pregunta, pero está vez más amenazadoramente:
"Quién quiera que este ahí que salga ahora".
Arata trago saliva mentalmente. Pero como ya había sido descubierto no había sentido de seguir así, así que nerviosamente y lentamente camino hacia fuera de los arbustos y árboles que lo cubrían.
Saliendo finalmente de su escondite, Arata por fin se reveló ante el hombre, el cual sólo sostuvo su espada y dió la sensación de que estaba listo para atacar, por lo que Arata rápidamente intento disuadirlo de que no tenía malas intenciones.
"Oye, oye, oye, espera, no quiero pelear contigo, no tengo malas intenciones, ¡lo juro!"
El hombre al oír aquello, se detuvo. Más sin embargo, no soltó su espada, pero dijo con un leve gruñido en su voz:
"¿Qué es lo que quieres?"