Wityer observó a la dama postrada en el suelo y, con desinterés volvió al hombro del joven. Gustavo estaba de pie con una mueca de confusión bien marcada en su rostro, no sabía que era lo que estaba sucediendo y, ni su intuición podía darle una respuesta.
--Señorita It-Ol ¿Qué es lo que está pasando? --Preguntó con una mirada seria.
Ariz alzó la cabeza y pudo notar al lobo descansando en el hombro del joven, por lo que su ceño se frunció, pero no se atrevió a ser arrogante.
--Macho Gusdram ¿Podría ser que usted es amigo del Señor del Bosque? --Preguntó con nerviosismo, no atreviéndose a ser irrespetuosa.
Gustavo la miró y luego observó al lobo a su lado, no sabía porque, pero hasta apenas se había percatado que el pequeño animal poseía una mirada solemne y llena de sabiduría, algo que lo desconcertó.
--Sí, es mi compañero. --Respondió con un tono serio, creía que era la mejor estrategia para conseguir información.
--¿Cómo puede ser eso posible? --La confusión se apoderó de ella--, nuestro Ancestral protector ¿Compañero de un forastero? --Su mirada se volvió fría nuevamente--. Usted --Dijo con un tono filoso. Gustavo quiso hablar, pero prefirió no hacerlo, primero quería ver cómo se desarrollaban las cosas--, usted es uno de esos ¿No es así? Está ocupando artes oscuras para nublar la mente del Señor del Bosque --Dijo, pero justo cuando iba a levantarse, observó la fría mirada de Wityer, lo que hizo que nuevamente se postrara en el suelo--. Por favor, Señor del Bosque, deshaga el hechizo que lo tiene atado.
--No quiero hacerle creer algo que no es --Su expresión era solemne--, pero el pequeño lobo en mi hombro no ha sido manipulado con artes oscuras --La dama volvió al alzar la mirada--. por favor, señorita It-Ol, póngase de pie... Sé que soy un forastero y, aunque no lo demuestre, estoy un poco asustado, no me gusta lo desconocido y quiero volver pronto a casa. --Mintió a medias. La dama lo miró, no sabía si creerle, ya lo había hecho antes, pero conocía las consecuencias si se equivocaba y, no estaba dispuesta a ver sufrir a su pueblo por una mala decisión suya.
--Sí el Señor del Bosque lo eligió como su compañero aunque no pertenezca a nuestra gente, es porque creyó que usted es alguien confiable, así que trataré de hacer lo mismo. --Se colocó lentamente de pie, tomando del suelo su daga y envainándola de vuelta. Con una mirada respetuosa observó al pequeño lobo, quién seguía observándola fijamente.
--Se lo agradezco. --Dijo el joven.
--Dice que es un forastero --Respiró para tranquilizarse--, por lo que le daré un consejo, los servidores oscuros han comenzado a salir nuevamente del abismo, por lo que estos rumbos se han vuelto peligrosos, camine con cuidado macho Gusdram De la Tierra del Águila --Su mirada solemne al dar su consejo, pero en el instante que vio al hermoso Ancestral, su expresión se tornó respetuosa--. Iré de inmediato a comunicar al gran consejo sobre su regreso, Señor del Bosque. --Sonrió con mucha alegría, e hizo una hermosa y majestuosa reverencia. Sus ojos se toparon con la cara de joven, haciendo un ademán con su cabeza y, al recuperar su compostura habitual, saltó de vuelta a los árboles, desapareciendo de la vista del joven.
Gustavo se quedó de pie, estático, lo único que quería eran indicaciones para volver a la ciudad Agucris, pero ahora parecía que eso era imposible, por lo que tenía que buscar una nueva alternativa.
--Así que eres el Señor del Bosque. --Dijo con una sonrisa, mientras observaba a su peludo amigo.
El lobo lo observó, ya no se encontraba aquella mirada solemne y sabia, solo unos ojos leales y llenos con un profundo amor.
Gustavo se acomodó su túnica, limpiando con sus manos la poca tierra que se había pegado. Por instinto se tocó su cuello, dándose cuenta que la línea roja había desparecido, agradeció al poder curativo de su atuendo y emprendió la marcha.
El joven caminó por un par de días, gracias a los Dioses todavía poseía un poco de comida en su bolsa de cuero, la cual iba racionando, pues aunque parecía inusual, no había encontrado a ningún animal caminar por el extenso bosque que parecía inacabable.
--Perdón amiguito, parece que volveremos a comer carne seca --Dijo, sacando de su bolsa dos tiras de carne deshidratada--. Cuando era niño --Se recargó en el grueso tronco a sus espaldas, mientras le entregaba un pedazo de carne a su compañero--, mi abuelo me platicaba historias de los espíritus del bosque, una vez me contó que cuando estuvo en la guerra, algunos de esos espíritus le salvaron la vida. Mi abuelita siempre lo regañaba cuando me contaba aquellas cosas, diciendo que ellos eran servidores del diablo --Sonrió--. Si me viera ahora, me aventaría agua bendita y unos cuantos crucifijos... si tan solo pudieran verme --Suspiró melancólico, nunca había sentido la dolorosa soledad porque siempre había tenido a muchas personas que lo rodeaban y, cuando llegó al nuevo mundo tuvo la fortuna de tener un destino similar, sin embargo, ahora sin nadie y, con la tranquila naturaleza de compañía, aquellos sentimientos florecían. Wityer notó lo emocional que se encontraba su compañero, por lo que dejó de comer, acercándose a su pierna, mientras la acariciaba con cariño. Gustavo sonrió, pasando su mano con amor por la cabeza del pequeño lobo--. Es cierto, no estoy solo, tú estás conmigo.
La luna se presentó en el cielo, era una fría y bien iluminada noche, las aves nocturnas hacían su aparición, mientras que los grillos cantaban. Gustavo descansaba en posición fetal, con su túnica como manta, el pequeño lobo dormía en sus brazos, calentando un poco más al joven. Las fosas nasales de Gustavo se movieron, habían captado un singular olor, uno que le parecía muy familiar: sangre. Despertó y rápidamente desenvainó su arma, miró a los lados, no deseaba ser emboscado, por lo que se posicionó para evitarlo. El pequeño lobo también sintió la energía oscura en sus alrededores, la seriedad se dibujó en su rostro, colocándose en guardia justo al lado de su compañero. Notó que nadie se encontraba en las aproximaciones, por lo que decidió hacer una ronda de vigilancia, ya no podía dormir y, menos cuando algo extraño desprendía una poderosa y densa energía oscura, además del olor a sangre en el ambiente. Estiró su brazo, tensando sus dedos e invocando con rapidez a su buen súbdito: el esqueleto guerrero.
--Amo. --Dijo el esqueleto con una reverencia.
--Acompáñenme. --Ordenó y, el momento siguiente comenzó a correr hacia el Norte.
Entre la extensa oscuridad, un joven hombre corría con un sable desenvainado, los árboles a su alrededor eran gruesos y de copas anchas, por lo que hacían difícil el libre paso de la luz lunar. Gustavo se detuvo cuando notó una ligera iluminación en la lejanía, respiró y se dio cuenta que el olor a sangre había incrementado, al igual que la energía oscura, la cual se hacía pesada y asfixiante, gracias a los Dioses él tenía la fuerza para resistirlo. Corrió una vez más, en dirección a la luz, pero cuando llegó, sus ojos se abrieron por la sorpresa y el asco. No podía creer lo que estaba viendo.