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13.55% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 32: 02.- Ender 02 La Voz de los Muertos 6 - Olhado

章節 32: 02.- Ender 02 La Voz de los Muertos 6 - Olhado

6 - Olhado

Su única relación con otras tribus parece ser la guerra. Cuando se cuentan historias mutuas (a menudo durante la estación de las lluvias), casi siempre se refieren a batallas y héroes. El final es siempre la muerte, para los héroes y los cobardes por igual. Si las historias les sirven de

alguna guía, los cerdis no esperan vivir a costa de la guerra. Y nunca, jamás, dan la más mínima señal de sentir interés por las hembras del enemigo, ya sea para violarías, asesinarlas o convertirlas en esclavas, el tratamiento tradicional humano hacia las mujeres de los soldados caídos.

¿Significa esto que no existe intercambio genético entre las tribus? En absoluto. Los intercambios genéticos puede que sean llevados a cabo por las hembras, quienes pueden tener algún sistema de comerciar factores genéticos. Dada la aparente sumisión total de los machos a las hembras en la sociedad cerdi, esto podría hacerse fácilmente sin que los machos tuvieran conocimiento de ello; o puede que les cause tanta vergüenza que no lo mencionan.

Lo que quieren es hablarnos de batallas. Una descripción típica, de las notas de mi hija Ouanda el 21:2 del año pasado, durante una sesión de relatos en el interior de la casa de madera:

CERDI (hablando stark): Mató a tres de los hermanos sin recibir una herida. Nunca he visto un guerrero más fuerte y temerario. La sangre le llegaba a los brazos, y el palo que llevaba en la mano estaba salpicado y cubierto con los sesos de mis hermanos. Sabía que era honorable, aunque el resto de la batalla fue contra su débil tribu «Dei honra! Eu Ihe dei! (¡Que sea honrado! ¡Yo se lo ofrezco!)»

(Otros cerdis hacen chasquear la lengua).

CERDI: Lo clavé al suelo. Su oposición era fuerte hasta que le enseñé la hierba en mi mano. Entonces abrió la boca y entonó las extrañas canciones del país lejano. Nunca será madeira na mâo da gente! (¡Nunca será un palo en nuestras manos!). (En este punto, los demás se le unen y cantan una canción en el Lenguaje de las Esposas, uno de los pasajes más largos que hemos oído.)

(Anotar que es común en ellos hablar en primer lugar en stark, y luego cambiar al portugués en el momento del clímax y la conclusión. Nos hemos dado cuenta de que hacemos lo mismo, y volvemos a nuestro portugués nativo en los momentos más emocionales.)

El relato de esta batalla puede no parecer tan extraño, hasta que uno oye las historias suficientes, para darse cuenta de que siempre terminan con la muerte del héroe. Aparentemente no tienen gusto por la comedia ligera.

Liberdade Figueira de Medici.

«Informe sobre los Modelos Intertribales de los Aborígenes Lusitanos». En Transacciones Culturales, 1964:12:40.

No hubo mucho que hacer durante el vuelo Interestelar. Una vez que se hubo fijado el rumbo y la nave hizo el cambio de Park, lo único que quedó fue calcular a qué distancia de la velocidad de la luz viajaba la nave. El ordenador de a bordo calculó la velocidad exacta y entonces determinó cuánto debería continuar el viaje, en tiempo subjetivo, antes de volver a hacer el cambio de Park a una velocidad sub-luz aceptable. «Como un cronómetro - pensó Ender -. Lo conectas, lo desconectas, y la carrera se acaba.»

Jane no pudo poner mucho de su parte en el cerebro de la nave, así que Ender estuvo los ocho días de viaje prácticamente solo. Los ordenadores de la nave eran lo suficientemente buenos para ayudarle a conseguir el cambio de español al portugués. El idioma era fácil de hablar, pero se saltaban tantas consonantes que era difícil de comprender.

Hablar portugués con un ordenador lento se convirtió en una locura después de una o dos horas diarias. En todos los otros viajes, Val había estado con él. No es que hablaran siempre, claro. Se conocían tan bien que a menudo no había mucho que decir. Pero sin ella, Ender se impacientaba con sus propios pensamientos; nunca se interrumpían, porque no había nadie que le dijera que lo hiciera.

Ni siquiera la reina colmena servía de ayuda. Sus pensamientos eran instantáneos; atados, no a la sinapsis, sino a los filotes, a los cuales no afectaban los efectos relativistas de la velocidad de la luz. Para ella, cada minuto del tiempo de Ender eran dieciséis horas; la diferencia era demasiado grande para que Ender pudiera recibir cualquier tipo de comunicación por su parte. Si no estuviera en una crisálida, tendría miles de insectores individuales, cada uno haciendo su propia labor y comunicando sus experiencias a su vasta memoria. Pero ahora todo lo que tenía eran recuerdos, y en sus ocho días de cautividad, Ender empezó a comprender su ansia por ser liberada.

Cuando pasaron los ocho días, ya se las arreglaba bastante bien hablando el portugués directamente en vez de traducir del español cada vez que quería decir algo. También ansiaba desesperadamente compañía humana; le habría alegrado discutir de religión con un calvinista, con tal de tener alguien con quien hablar que fuera algo más listo que el ordenador de la nave.

La astronave realizó el cambio de Park; en un momento inconmensurable, su velocidad cambió con respecto al resto del universo. O, más bien, la teoría decía que, de hecho, era la velocidad del universo la que cambiaba mientras la nave permanecía inmóvil. Nadie podía estar seguro, porque no había nadie para observar el fenómeno. Era sólo una suposición, ya que nadie entendía por qué funcionaban los efectos filóticos; el ansible había sido descubierto casi por accidente, y junto a él el Principio de Instantaneidad de Park. Puede que no fuera comprensible, pero funcionaba.

Instantáneamente las ventanas de la astronave se llenaron de estrellas cuando la luz se hizo visible en todas las direcciones. Algún día los científicos descubrirían por qué el cambio de Park casi no requería energía. En alguna parte, Ender estaba seguro, se estaba pagando un precio terrible para que la humanidad pudiera navegar entre las estrellas. Una vez había soñado que cada vez que una nave efectuaba el cambio de Park se apagaba una estrella. Jane le aseguró que no era así, pero él sabia que la mayoría de las estrellas son invisibles para nosotros: un billón de ellas podría desaparecer y no nos daríamos cuenta. Durante miles de años continuaríamos viendo los fotones que ya habían sido emitidos antes de que la estrella desapareciera. Para cuando viéramos que la galaxia se desvanecía, ya sería demasiado tarde para enmendar rumbo.

- Sentado con tus fantasías paranoides - dijo Jane.

- No puedes leer en la mente - recordó Ender.

- Siempre te vuelves melancólico y especulas sobre la destrucción del universo cada vez que terminas un viaje interestelar. Es tu forma particular de manifestar el mareo.

- ¿Ya has alertado a las autoridades de Lusitania de mi venida?

- Es una colonia muy pequeña. No hay autoridad encargada de los aterrizajes porque apenas viene nadie. Hay una lanzadera en órbita que automáticamente lleva y trae a la gente a un aeropuerto ridículo.

- ¿No hace falta permiso de Inmigración?

- Eres un Portavoz. No pueden rechazarte. Además, Inmigración depende del Gobernador, que es a la vez el Alcalde, ya que la ciudad y la colonia son la misma cosa. En este caso, es una mujer. Su nombre es Faria Lima Maria do Bosque, llamada Bosquinha, y te envía sus saludos y desearía que te marcharas, porque tiene ya bastantes problemas y no le hace falta un profeta del agnosticismo que moleste a los buenos católicos.

- ¿Dijo eso?

- Bueno, a ti exactamente no... El obispo Peregrino se lo dijo a ella, y ella estuvo de acuerdo. Pero su oficio es estar de acuerdo. Si le dices que los católicos son unos tontos idólatras y supersticiosos, probablemente suspirará y te dirá que espera que te guardes esa opinión.

- Estás ocultando algo - dijo Ender -. ¿Qué es lo que piensas que no quiero oír?

- Novinha canceló su petición de un Portavoz. Cinco días después de enviarla.

Naturalmente, el Código Estelar decía que una vez que Ender hubiera iniciado su viaje en respuesta a su llamada, la llamada no podía ser cancelada legalmente; sin embargo, eso lo

cambiaba todo, porque en vez de esperar ansiosamente su llegada durante veintidós años, ella estaría temiéndola, lamentando que hubiera venido cuando ya había cambiado de opinión.

Ender había esperado ser recibido como amigo. Ahora ella sería incluso más hostil que la jerarquía católica.

- Bueno, eso simplifica mi trabajo - dijo.

- No es tan malo, Andrew. Verás, en los años intermedios otro par de personas han solicitado un Portavoz, y no han cancelado sus llamadas.

- ¿Quiénes?

- Por la más fascinante de las coincidencias, son los hijos de Novinha, Miro y Ela.

- No pueden haber conocido a Pipo. ¿Por qué me llaman para Hablar de su muerte?

- Oh, no, no de la muerte de Pipo. Ela pidió un Portavoz hace sólo seis semanas, para que Hable de la muerte de su padre, el marido de Novinha, Marcos María Ribeira, llamado Marcão. Se cayó muerto en un bar. No por el alcohol... tenía una enfermedad. Murió podrido por dentro.

- Me preocupas, Jane, consumida como estás por la compasión.

- Eres tu quien es bueno para eso. Yo soy mejor en las búsquedas complejas a través de estructuras de datos.

- Y el chico... ¿cómo se llama?

- Miro. Pidió un Portavoz hace sólo cuatro años. Por la muerte del hijo de Pipo, Libo.

- Libo no podía tener más de cuarenta años.

- Le ayudaron a que muriera muy joven. Era xenólogo, ¿sabes? O zenador, como dicen en portugués.

- Los cerdis...

- Exactamente igual que la muerte de su padre. Los órganos colocados exactamente de la misma forma. Tres cerdis han sido ejecutados de la misma manera mientras estabas de camino. Pero plantan árboles en medio de los cadáveres cerdis... no hay tal honor para los humanos muertos. Los dos xenólogos asesinados por los cerdis, con una generación de diferencia.

- ¿Qué ha decidido el Consejo Estelar?

- Siguen dudando. No han certificado aún a los aprendices de Libo como xenólogos. Uno es la hija de Libo, Ouanda. Y el otro es Miro.

- ¿Mantienen contacto con los cerdis?

- Oficialmente, no. Hay algo de controversia en este asunto. Después de que Libo muriera, el Consejo prohibió que la frecuencia del contacto fuera mayor de un mes. Pero la hija de Libo se negó categóricamente a obedecer la orden.

- ¿Y no la han trasladado?

- El margen de la mayoría de ellos, que decidió reducir el contacto con los cerdis, fue estrecho. No hubo mayoría para censurarla. Al mismo tiempo, les preocupa que Miro y Ouanda sean tan jóvenes.

Hace dos años un grupo de científicos partió de Calcuta. Estarán aquí para hacerse cargo de los asuntos de los cerdis dentro de treinta y tres años mas.

- ¿Tienen alguna idea de por qué los cerdis mataron al xenólogo?

- Ninguna. Pero para eso estás aquí, ¿no?

La respuesta podría haber sido fácil, si no fuera porque la reina colmena le llamó gentilmente en el fondo de su mente. Ender pudo sentirla como al viento a través de las hojas de un árbol, un susurro, un movimiento suave, y la luz del sol. Sí, estaba aquí para Hablar en nombre de los muertos. Pero también para devolver los muertos a la vida.

«Éste es un buen sitio.»

- Todo el mundo está siempre unos cuantos pasos por delante de mi.

«Hay una mente aquí. Mucho más clara que ninguna mente humana que conozcamos.»

- ¿Los cerdis? ¿Piensan como tú?

«Sabe de los cerdis. Un poco; tiene miedo de nosotros.»

La reina colmena se retiró, y Ender pensó que con Lusitania había mordido más de lo que podría tragar.

El obispo Peregrino en persona pronunció la homilía. Eso era siempre una mala señal. No era un orador excitante, y se había vuelto tan rebuscado que Ela no pudo ni siquiera comprender de qué hablaba la mitad del tiempo. Quim pretendía que podía comprender, naturalmente, porque en lo que a él concernía, el obispo no podía equivocarse. Pero el pequeño Grego no hizo ni el más mínimo intento de parecer interesado. Incluso a pesar de que la Hermana Esquecimento se paseaba por el pasillo, con sus afiladas uñas y sus crueles pellizcos, Grego siguió haciendo intrépidamente todo lo que le pasaba por la cabeza.

Hoy estaba sacando los tornillos del respaldo del banco de plástico que tenía delante. A Ela le preocupaba lo fuerte que era: un niño de seis años no hubiera sido capaz de utilizar un destornillador bajo el borde de un remache soldado. Ela ni siquiera estaba segura de poder hacerlo ella misma.

Si Padre estuviera aquí, por supuesto, alargaría el brazo y suavemente, muy suavemente, le quitaría a Grego el destornillador de la mano. Susurraría: «¿De dónde has sacado esto?», y Grego le miraría con ojos grandes e inocentes. Más tarde, cuando todos volvieran a casa después de la misa, Padre se enfadaría con Miro por dejar las herramientas a su alcance, y le llamaría cosas terribles y le echaría la culpa de todos los problemas de la familia. Miro lo soportaría en silencio. Ela se dedicaría a preparar la cena. Quim se sentaría inútilmente en un rincón, acariciando el rosario y murmurando sus inútiles oraciones. Olhado era el afortunado, con sus ojos electrónicos: simplemente los desconectaría o volvería a ver alguna de sus escenas favoritas del pasado y no prestaría atención. Quara se escondería en una esquina. Y el pequeño Grego se quedaría allí, triunfante, con la mano agarrada a las perneras de Padre, mirando cómo la culpa de todo lo que había hecho caía sobre Miro.

Ela tembló al imaginar la escena en su memoria. Si hubiera terminado aquí, habría sido soportable. Pero entonces Miro se marcharía, y ellos comerían, y luego...

Los dedos de araña de la Hermana Esquecimento aparecieron; sus uñas se clavaron en el brazo de Grego. Instantáneamente, el niño soltó el destornillador. Naturalmente, tendría que retumbar cuando cayera al suelo, pero la Hermana Esquecimento no era tonta. Se inclinó rápidamente y lo cogió con la otra mano. Grego sonrió. Su cara estaba sólo a unas cuantas pulgadas de su rodilla. Ela vio lo que iba a hacer, e intentó detenerlo, pero fue demasiado tarde. Grego golpeó rudamente con la rodilla la boca de la Hermana Esquecimento.

Ella jadeó de dolor y soltó el brazo de Grego, que le quitó el destornillador. Con una mano en la boca, tratando de retener la sangre, la monja se fue corriendo por el pasillo. Grego regresó a su trabajo de demolición.

«Padre está muerto - se recordó Ela. Las palabras sonaban en sus oídos como si fueran música -

. Padre está muerto, pero sigue aquí, porque ha dejado su monstruoso legado detrás. El veneno que puso en todos nosotros aún está madurando, y tarde o temprano acabará por matarnos. Cuando murió, su hígado sólo medía dos pulgadas y no se pudo encontrar su bazo. Extraños órganos grasientos habían crecido en su lugar. No había nombre para la enfermedad; su cuerpo

se había vuelto loco, olvidado del modelo por el cual estaban construidos los seres humanos. Incluso ahora, la enfermedad sigue viviendo en sus hijos. No en nuestros cuerpos, sino en nuestras almas. Existimos donde debería haber niños humanos normales; incluso tenemos la misma forma. Pero cada uno de nosotros, a su manera, ha sido reemplazado por una imitación, formada de un bocio retorcido, fétido y grasiento surgido del alma de Padre.»

Tal vez sería diferente si Madre tratara de hacerlo más fácil. Pero no se preocupaba por nada más que de microscopios y cereales mejorados genéticamente, o en lo que fuera que estuviera trabajando ahora.

- ¡... Ese que dice que habla en nombre de los muertos! ¡Pero sólo hay Uno que puede hablar por los muertos, y es el Sagrado Cristo...!

Las palabras del obispo Peregrino recabaron su atención. ¿Qué es lo que decía sobre un

Portavoz de los Muertos? No podía saber que ella había pedido uno.

- ¡La ley requiere que le tratemos con cortesía, pero no que le creamos! La verdad no se encuentra en las especulaciones e hipótesis de hombres no espirituales, sino en las enseñanzas y las tradiciones de la Madre Iglesia. ¡Así que cuando ande entre vosotros, ofrecedle vuestras sonrisas, pero no se os ocurra entregarle vuestros corazones!

¿Por qué hacía esta advertencia? El planeta más cercano era Trondheim, a veintidós años - luz de distancia, y no era probable que hubiera un Portavoz allí. Pasarían décadas hasta que uno apareciera, si es que venía. Se inclinó sobre Quara para preguntarle a Quim: él sí habría estado escuchando.

- ¿Por qué está hablando ahora de un Portavoz de los Muertos? - susurró.

- Si escucharas, lo sabrías.

- Si no me lo dices, te partiré la nariz.

Quim sonrió para demostrar que no tenía miedo de sus amenazas. Pero como en realidad le tenía miedo a ella, se lo dijo.

- Algún descreído, al parecer, solicitó un Portavoz cuando murió el primer xenólogo, y va a llegar esta tarde. Está ya en la lanzadera y la alcaldesa va de camino para recibirle cuando aterrice.

No se esperaba esto. El ordenador no le había dicho que un Portavoz venía ya de camino. Se suponía que vendría dentro de años para Hablar la verdad sobre el monstruo llamado Padre, que finalmente había bendecido a su familia cayéndose muerto; la luz vendría para iluminar y purificar su pasado. Pero Padre llevaba muy poco tiempo muerto para que se hablara por él ahora. Sus tentáculos aún emergían de la tumba y chupaban sus corazones.

La homilía terminó, y por fin también lo hizo la misa. Ela agarró fuertemente la mano de Grego, intentando evitar que le quitara el libro o la bolsa a alguien cuando se vieran rodeados por la multitud.

Quim al menos hizo algo útil: llevaba a Quara, que siempre se quedaba inmóvil cuando tenía que moverse entre extraños. Olhado volvió a conectar sus ojos y se preocupó de sí mismo y guiñó metálicamente a cualquiera de las semi - vírgenes quinceañeras a las que hoy esperaba escandalizar. Ela hizo una genuflexión delante de las estatuas de Os Venerados. ¿No estáis orgullosos de tener unos nietos tan encantadores como nosotros?

Grego estaba sonriendo; naturalmente: tenía un zapatito de bebé en la mano. Ela rezó en silencio por haber salido ileso del encuentro. Cogió el zapato de la mano de Grego y lo dejó ante el altar donde ardían las velas como testigos perpetuos del milagro de la Descolada. Quienquiera que fuese el dueño del zapato, lo encontraría allí.

La alcaldesa Bosquinha se encontraba de buen humor mientras el coche que la transportaba se deslizaba sobre los campos de hierba entre el lanzapuerto y la ciudad de Milagro. Señaló los rebaños de cabras semi - domésticas, una especie nativa que proporcionaba fibra para las ropas, pero cuya carne era nutritivamente inútil para los seres humanos.

- ¿Los cerdis se las comen? - preguntó Ender.

Ella alzó una ceja.

- No sabemos mucho de los cerdis.

- Sabemos que viven en los bosques. ¿Salen alguna vez a la llanura? Ella se encogió de hombros.

- Eso tienen que decidirlo los framlings.

Ender se sorprendió al oírla utilizar aquella palabra, pero naturalmente el último libro de Demóstenes llevaba veintidós años publicado y había sido distribuido por los Cien Mundos a través del ansible.

Utlanning, framling, raman, varelse... los términos eran ahora parte del stark, y probablemente a Bosquinha ni siquiera le parecían particularmente nuevos.

Fue su falta de curiosidad sobre los cerdis lo que le hizo sentirse incómodo. No era posible que la gente de Lusitania no se preocupara por los cerdis... eran el motivo de la alta verja que nadie, excepto los zenadores, podía cruzar. No, ella no sentía falta de curiosidad. Estaba evitando el tema. Pero él no podía decir si era porque los cerdis asesinos eran un asunto doloroso o porque no se fiaba de un Portavoz de los Muertos.

Alcanzaron la cima de una colina y ella detuvo el coche, que se posó suavemente sobre sus patines.

Bajo ellos un ancho río se abría paso entre las colinas cubiertas de hierba; más allá del río, las colinas más lejanas estaban completamente cubiertas por el bosque. A lo largo de la lejana ribera del río, casas de ladrillo y yeso con tejados de teja componían una ciudad pintoresca. Las granjas se encontraban en el lado más cercano y sus campos de cultivo se extendían hacia la colina en la que se encontraban Ender y Bosquinha.

- Esto es Milagro - dijo Bosquinha -. En la colina más alta está la Catedral. El obispo Peregrino le ha pedido a la gente que sea amable y servicial con usted.

Por su tono, Ender supuso que también les había dado a entender que era un peligroso agente del agnosticismo.

- ¿Hasta que Dios haga que me caiga muerto? - preguntó. Bosquinha sonno.

- Dios nos da ejemplo de tolerancia cristiana, y esperamos que todo el mundo en la ciudad haga lo mismo.

- ¿Saben quién me ha llamado?

- Quienquiera que lo haya hecho, ha sido... discreto.

- Es usted gobernadora, además de alcaldesa. Tiene algunos privilegios de información.

- Sé que su llamada original fue cancelada, pero demasiado tarde. También sé que otras dos personas han solicitado Portavoces en los últimos años. Pero debe darse cuenta de que la mayoría de la gente está contenta con recibir doctrina y consuelo de los sacerdotes.

- Se alegrarán de saber que no me dedico a doctrinas ni consuelos.

- Su amable donación de su cargamento de skrika le hará muy popular en los bares, y seguro que verá multitud de mujeres presumidas llevando las pieles en los próximos meses. Se está acercando el otoño.

- Adquirí los skrika con la nave. No me servían para nada, y no espero ninguna gratitud especial - miro a la densa hierba que le rodeaba como si fuera el pelaje de un animal -. Esta hierba... ¿es nativa?

- E inútil. Ni siquiera podemos usarla como paja para los techos. Si se corta, se desmenuza, y luego se disuelve con la lluvia hasta convertirse en polvo. Pero allí abajo, en los campos, el grano más común es una semilla especial de amaranto que nuestros xenobiólogos han desarrollado. El arroz y el trigo eran débiles e inseguros, pero el amaranto es tan procaz que tenemos que usar herbicidas para evitar que se extienda.

- ¿Por qu��?

- Éste es un mundo en cuarentena, Portavoz. El amaranto encaja tan bien en este entorno que ahogaría pronto todas las plantas nativas. La idea no es convertir Lusitania en una réplica de la Tierra, sino causar el menor impacto posible en este mundo.

- Eso debe ser difícil para la gente.

- Dentro de nuestro enclave, Portavoz, somos libres y nuestras vidas son completas. Y fuera de la verja... nadie quiere ir allí de todas formas.

El tono de su voz estaba lleno de emoción oculta. Ender supo entonces que el temor a los cerdis era profundo.

- Portavoz, sé que está pensando que tenemos miedo a los cerdis. Quizá algunos lo sentimos. Pero lo que sentimos la mayor parte del tiempo no es miedo. Es odio. Repulsión.

- Nunca les han visto.

- Tiene que saber lo de los dos zenadores que mataron... sospecho que le llamaron originariamente para Hablar de la muerte de Pipo. Pero los dos, Pipo y Libo por igual, eran amados aquí. Especialmente Libo. Era un hombre amable y generoso, y el dolor por su muerte fue extenso y genuino. Es difícil concebir cómo los cerdis pudieron hacerle lo que le hicieron. Dom Cristão, el abad de los «Filhos da Mente de Cristo» dice que tienen que carecer de sentido moral. Dice que esto puede significar que son bestias. O puede significar que no han caído y no han comido aún el fruto del árbol prohibido - sonrió -. Pero eso es teología y no significa nada para usted.

Él no respondió. Estaba acostumbrado a la manera en que la gente religiosa asumía que sus historias sagradas tenían que sonar absurdas a los no creyentes. Pero Ender no se consideraba no creyente, y tenía un agudo sentido de lo sagrado de muchas historias. Pero no podía explicárselo a Bosquinha. Ella tendría que cambiar sus ideas preconcebidas sobre él a su debido tiempo. Recelaba de él, pero Ender creía que podría ganársela; para ser una buena alcaldesa, ella tenía que saber conocer a la gente por lo que eran, no por lo que parecían.

Ender cambió de conversación.

- Los Filhos da Mente de Cristo... mi portugués no es muy bueno, pero ¿significa «Hijos de la

Mente de Cristo»?

- Son una orden nueva, relativamente hablando, formada sólo hace cuatrocientos años bajo dispensa especial del Papa...

- Oh, conozco a los Hijos de la Mente de Cristo, alcaldesa. Hablé de la muerte de San Ángelo en

Moctezuma, en la ciudad de Córdoba. Sus ojos se ensancharon.

- ¡Entonces la historia es cierta!

- He oído muchas versiones, alcaldesa Bosquinha. Una dice que el diablo poseyó a San Angelo en su lecho de muerte, y que por eso pidió que le asistieran con los ritos del pagano Hablador de los Muertos.

Bosquinha sonrió.

- Es parecido a la historia que por aquí se cuenta. Dom Cristão dice que es una tontería, por supuesto.

- Resulta que San Ángelo, mucho antes de que fuera santificado, asistió a mi Alocución por una mujer que conocía. Los hongos en su sangre ya le estaban matando. Vino a mí y me dijo:

«Andrew, ya están diciendo de mi las mentiras más terribles, dicen que he hecho milagros y que deberían hacerme santo. Tienes que ayudarme. Tienes que decir la verdad después de mi muerte.»

- Pero los milagros han sido certificados, y lo canonizaron sólo noventa años después de que hubiera muerto.

- Sí. Bueno, eso es en parte culpa mía. Cuando Hablé de su muerte, yo mismo atestigüé varios milagros.

Ella se rió abiertamente.

- ¿Un Portavoz de los Muertos creyendo en milagros?

- Mire a la catedral de la colina. ¿Cuántos de esos edificios son para los sacerdotes y cuántos para las escuelas?

Bosquinha comprendió de inmediato y le miró.

- Los Filhos da Mente de Cristo obedecen al obispo.

- Excepto que conservan y enseñan todo el conocimiento, lo apruebe el obispo o no.

- San Ángelo tal vez le haya dejado meterse en asuntos de la Iglesia. Le aseguro que el obispo

Peregrino no hará lo mismo.

- He venido a Hablar de una simple muerte, y apoyado por la ley. Creo que descubrirá que hago menos daño de lo que espera, y quizá más bien.

- Si ha venido a Hablar de la muerte de Pipo, Falante pelos Mortos, entonces no hará más que daño. Deje a los cerdis detrás del muro. Si por mí fuera, ningún ser humano volvería a pasar esa verja.

- Espero que haya una habitación que pueda alquilar.

- Esta ciudad no cambia, Portavoz. Aquí todo el mundo tiene casa y no hay ningún otro lugar al que ir. ¿Para qué íbamos a mantener un albergue? Sólo podemos ofrecerle una de las pequeñas viviendas de plástico que alzaron los primeros colonos. Es pequeña, pero tiene todas las comodidades.

- Como no necesito muchas comodidades ni mucho espacio, estoy seguro de que irá bien. Y estoy ansioso por conocer a Dom Cristão. Allí donde están los seguidores de San Ángelo, la verdad tiene amigos.

Bosquinha se encogió de hombros y puso de nuevo el coche en marcha. Como Ender pretendía, sus ideas preconcebidas sobre un Portavoz de los Muertos se había quebrantado. Pensar que, en verdad, había conocido a San Ángelo y que admiraba a los Filhos. Eso no era lo que el obispo Peregrino les había dado a entender.

La habitación estaba amueblada escasamente, y si Ender hubiera tenido muchas pertenencias habría tenido problemas en encontrar dónde colocarlas todas. Sin embargo, como siempre sucedía, pudo desempacar en sólo unos pocos minutos.

Sólo la crisálida de la reina colmena permaneció en su bolsa; ya hacía tiempo que había superado la extraña sensación sobre la incongruencia de almacenar el futuro de una raza magnífica en una mochila bajo su cama.

- Tal vez éste será el lugar - murmuró.

La crisálida parecía fría, casi helada, a pesar de las toallas en que estaba envuelta.

«Es el lugar.»

Era enervante que estuviera tan segura. No había ningún signo de súplica o impaciencia por ser liberada. Sólo absoluta certeza.

- Ojalá pudiéramos decidirlo así de fácil - dijo él -. Puede que sea el lugar, pero todo depende de que los cerdis sean capaces de convivir con vosotras aquí.

«La cuestión es: si podrán convivir con los humanos sin nosotras.»

- Requerirá tiempo. Dame unos pocos meses de estancia aquí.

«Toma todo el tiempo que necesites. Ahora no tenemos prisa.»

- ¿A quién has encontrado? Creía que no podías comunicarte con nadie más que conmigo.

«La parte de nuestra mente que mantiene nuestro pensamiento, lo que llamas el impulso filótico, el poder de los ansibles, es muy frío y difícil de encontrar en los seres humanos. Pero esta vez, lo que hemos encontrado aquí, uno de los muchos que encontraremos aquí, tiene un impulso filótico mucho más fuerte, mucho más claro, más fácil de encontrar, nos oye más fácilmente, ve nuestros recuerdos, y nosotros vemos los suyos, lo encontramos fácilmente, y por eso perdónanos, querido amigo, perdónanos si dejamos el duro trabajo de hablar con tu mente y nos volvemos a él y le hablamos porque no nos hace buscar con tanta intensidad para hacer palabras e imágenes que sean lo suficientemente claras para tu mente analítica porque le sentimos como a la luz del sol, como el calor de la luz del sol en su cara en nuestra cara y el frío del agua fresca en nuestro abdomen y el movimiento suave como un viento suave que no hemos sentido durante tres mil años, perdónanos, estaremos con él hasta que nos liberes para que habitemos aquí porque descubrirás a tu modo en tu momento que éste es el lugar... éste es... aquí... éste es nuestro hogar...»

Y entonces Ender perdió la cadena de su pensamiento, sintió que la perdía como un sueño que se olvida al despertar, aunque intentes recordarlo y mantenerlo vivo. Ender no estaba seguro de lo que había encontrado la reina colmena, pero fuera lo que fuese, él tendría que lidiar con la realidad del Código Estelar, la Iglesia Católica, los jóvenes xenólogos que tal vez no le dejarían ver a los cerdis, una xenobióloga que había cambiado de opinión sobre su venida a este lugar, y con algo más, quizá lo más difícil de todo: que si la reina colmena se quedaba aquí, él tendría que quedarse también. «He estado tantos años desconectado de la humanidad,

- pensó -, viniendo para mezclarme, rezar, lastimar y curar para luego marcharme, intacto.

¿Cómo voy a convertirme en parte de este lugar, si es aquí donde he de quedarme? A lo único a lo que he pertenecido ha sido un ejército de niños pequeños en la Escuela de Batalla y a Valentine, y ambas cosas forman ahora parte del pasado...»

- Qué, ¿rumiando en soledad? - preguntó Jane -. Puedo oír los latidos de tu corazón haciéndose más lentos y tu respiración volviéndose más pesada. En un momento estarás dormido, muerto o lacrimoso.

- Soy mucho más completo que eso - dijo Ender alegremente -. Autocompasión anticipada, eso es lo que siento. Dolores que ni siquiera han llegado.

- Muy bien, Ender. Empieza pronto. Así podrás rumiar mucho más tiempo.

El terminal se encendió, mostrando a Jane como un cerdi en una fila de chicas de coro que levantaban sus exuberantes muslos al compás.

- Haz un poco de ejercicio y te sentirás mucho mejor. Después de todo, ya has deshecho tu equipaje. ¿A qué esperas?

- Ni siquiera sé dónde estoy, Jane.

- La verdad es que no tienen un mapa de la ciudad - explicó Jane -. Todo el mundo sabe dónde está todo. Pero tienen un mapa del sistema de alcantarillado, dividido en barrios. Puedo extrapolar dónde están los edificios.

- Muéstramelo, entonces.

Un modelo tridimensional de la ciudad apareció sobre el terminal. Ender tal vez no fuera particularmente bienvenido aquí, y su habitación puede que fuera pequeña, pero habían

mostrado cortesía en el terminal que le habían proporcionado. No era una instalación estándar, sino un simulador elaborado.

Podía proyectar hologramas al espacio con un tamaño dieciséis veces mayor que la mayoría de los terminales, con una resolución cuádruple. La ilusión fue tan real que Ender sintió durante un vertiginoso momento que era Gulliver inclinándose sobre un Lilliput que aún no había aprendido a temerlo, que aún no reconocía su poder de destruir.

Los nombres de los diferentes barrios colgaban en el aire sobre cada distrito del alcantarillado.

- Estás aquí - dijo Jane -. Vila Velha, el pueblo viejo. La praça está al otro lado del bloque. Es ahí donde se celebran las reuniones públicas.

- ¿Tienes algún mapa de las tierras de los cerdis?

El mapa del pueblo se deslizó rápidamente hacia Ender. Los rasgos más cercanos desaparecían a medida que los nuevos aparecían en el otro extremo.

Era como si volara sobre él. «Como una bruja», pensó. Los límites de la ciudad estaban marcados por una verja.

- Esa barrera es lo único que se interpone entre nosotros y los cerdis - musitó Ender.

- Genera un campo eléctrico que estimula todos los puntos sensibles del que intenta atravesarla - dijo Jane -. Sólo tocarla hace que te orines encima. Te hace sentir como si alguien te estuviera amputando los dedos de la mano con un abrecartas.

- Agradable pensamiento. ¿Estamos en un campo de concentración? ¿O en un zoo?

- Todo depende de cómo lo veas - dijo Jane -. Es el lado humano de la verja lo que está conectado con el resto del universo, y el lado cerdi el que está atrapado a su mundo natural.

- La diferencia es que no saben lo que se pierden.

- Lo sé. Es lo más encantador que tienen los humanos. Estáis completamente seguros de que los animales inferiores babean de envidia porque no tienen la buena fortuna de haber nacido

«homo-sapiens».

Más allá de la verja había una colina donde empezaba un denso bosque.

- Los xenólogos nunca se han internado en las tierras cerdi. La comunidad cerdi con la que tratan está a menos de un kilómetro de distancia en el interior de aquel bosque. Los cerdis viven en una casa de troncos, todos los machos juntos. No conocemos ningún otro asentamiento. Pero los satélites han podido confirmar que todos los bosques como éste tienen sólo la población que una cultura cazadora-recolectora puede sostener.

- ¿Cazan?

- Principalmente recolectan.

- ¿Dónde murieron Pipo y Libo?

- Jane iluminó una parte del terreno en la falda de la colina. Un gran árbol crecía solo en los alrededores, con otros dos árboles más pequeños no muy lejos.

- Esos árboles - dijo Ender -. No recuerdo que ninguno estuviera tan cerca en los hologramas que vi en Trondheim.

- Han pasado veintidós años. El grande es el árbol que los cerdis plantaron en el cadáver del rebelde llamado Raíz, que fue ejecutado antes de que asesinaran a Pipo. Los otros dos son ejecuciones cerdis más recientes.

- Me gustaría saber por qué plantan árboles por los cerdis y no por los humanos.

- Los árboles son sagrados - dijo Jane -. Pipo registró que muchos de los árboles del bosque tienen nombre. Libo especuló que podrían deberse a los muertos.

- Y los humanos, simplemente, no adoran a los árboles. Bien, es bastante probable. Excepto que he descubierto que los rituales y los mitos no surgen de la nada. A menudo hay una razón que está relacionada con la supervivencia de la comunidad.

- ¿Andrew Wiggin, antropólogo?

- El estudio propio de la humanidad es el hombre.

- Ve a estudiar algunos hombres entonces, Ender. La familia de Novinha, por ejemplo. Por cierto, se ha prohibido oficialmente a la red de ordenadores que te muestre dónde vive nadie.

El mapa desapareció y la cara de Jane se formó sobre el terminal. Se había olvidado de ajustarse al mayor tamaño de este terminal, y por eso su cabeza era gigantesca. Impresionaba bastante. Y su simulación era tan completa que hasta mostraba los poros de su cara.

- En realidad, Andrew, es a mí a quien no pueden ocultar nada. Ender suspiró.

- Tienes intereses creados en esto, Jane.

- Lo sé - guiñó un ojo -. Pero tú no.

- ¿Me estás diciendo que no confías en mí?

- Carezco de imparcialidad y de sentido de la justicia. Pero soy lo suficiente humana para querer un tratamiento preferente, Andrew.

- ¿Me prometes al menos una cosa?

- Lo que quieras, mi corpuscular amigo.

- Cuando decidas ocultarme algo, ¿me dirás al menos que no vas a decírmelo?

- Eso es demasiado complicado para mí - era una caricatura de una mujer superfemenina.

- Nada es demasiado complicado para ti, Jane. Haznos un favor a ambos. No pretendas engañarme.

- ¿Hay algo que quieres que haga mientras vas a ver a la familia Ribeira?

- Sí. Encuentra todas las formas en que los Ribeira son diferentes de un modo significativo del resto de los habitantes de Lusitania. Y cualquier punto de conflicto entre ellos y las autoridades.

- Tú ordenas y yo obedezco.

Empezó a hacer su número de la desaparición del genio.

- Te las arreglaste para hacerme venir aquí, Jane. ¿Por qué estás tratando de enervarme?

- No lo estoy haciendo. Y no hice lo otro tampoco.

- Tengo pocos amigos en esta ciudad.

- Puedes confiarme tu vida.

- No es mi vida lo que me preocupa.

La praça estaba llena de chiquillos que jugaban al fútbol. La mayoría estaba entrenando, mostrando cuánto tiempo podían mantener el balón en el aire usando sólo sus pies y sus cabezas. Dos de ellos, sin embargo, tenían entablado un perverso juego. El niño lanzaba de una patada el balón contra la niña, quien no estaba a más de tres metros de distancia.

Ella se quedaba inmóvil y recibía el impacto de la pelota y no se movía a pesar de lo fuerte que la golpeaba. Luego ella hacía lo mismo y él intentaba no moverse. Una niña pequeña recogía la pelota cada vez que rebotaba de una víctima.

Ender intentaba preguntar a algunos niños si conocían dónde estaba la casa de la familia

Ribeira.

Su respuesta, invariablemente, era la misma: todos se encogían de hombros. Cuando insistía, algunos empezaban a retirarse; pronto la mayoría se marchó de la praça. Ender se preguntó qué le habría contado a esta gente el obispo Peregrino sobre los Portavoces.

El duelo, sin embargo, continuaba. Y ahora que no había tanta gente en la praça, Ender vió que había otro niño que también había entrado en el juego de la pelota, un chiquillo que no tendría más de doce años. Desde detrás no era extraordinario, pero cuando Ender se acercó, al centro de la plaza, pudo ver que había algo extraño en sus ojos. Le llevó un instante comprender. El niño tenía ojos artificiales.

Su aspecto era brillante y metálico, pero Ender sabía cómo funcionaban. Sólo uno de los ojos se usaba para ver, pero necesitaba cuatro sondas visuales separadas que luego dividían las señales para transmitir al cerebro visión binocular. El otro ojo contenía el suministro de energía, el control del ordenador y el interface externo. Cuando quería, podía grabar cortas secuencias de visión en una memoria fotográfica limitada, probablemente menos de tres billones de bits. Los contrincantes lo utilizaban como juez: si se disputaban un punto, el niño repetiría la escena a cámara lenta y les diría qué había sucedido.

El balón fue directamente a la ingle del niño. Él sonrió elaboradamente, pero la niña no se impresionó.

- ¡Se ha apartado! ¡Le he visto mover las caderas!

- ¡Mentira! ¡Me has lastimado, no me moví!

- ¡Reveja! ¡Reveja! - Habían estado empleando el stark, pero la niña cambió ahora al portugués. El niño de los ojos metálicos no mostró ninguna expresión, pero levantó una mano para

hacerles callar.

- Mudou - dijo tajantemente. Ender tradujo: Se movió.

- ¡Sabia!

- ¡Eres un mentiroso, Olhado!

El niño de los ojos metálicos le miró con desdén.

- Yo no miento nunca. Te enviaré una copia de la escena si quieres. En realidad, creo que lo enviare a la red para que todo el mundo te vea moverte y luego mentir.

- ¡Mentiroso! ¡Filho de puta! ¡Fode-bode!

Ender estaba bastante seguro de lo que significaban aquellos calificativos, pero el niño de los ojos metálicos se lo tomó con calma.

- Da - dijo la niña -. Da-me.

El niño se quitó furiosamente el anillo y lo arrojó al suelo ante sus pies.

- ¡Viada! - dijo en un ronco susurro. Entonces se marchó corriendo.

- Poltrao - le gritó la niña -. ¡Cobarde!

- ¡Cão! - gritó el niño, sin molestarse en volver la cabeza.

No era a la niña a quien se dirigía. Ella se dio la vuelta y miró al niño de los ojos metálicos, quien se enderezó ante el nombre. Casi inmediatamente la niña miró al suelo. La niñita que había estado recogiendo la pelota se acercó al niño de los ojos metálicos y le susurró algo. Éste alzó la cabeza, advirtiendo a Ender por primera vez.

La niña mayor se estaba disculpando.

- Desculpa, Olhado, não quêria que...

- Não há problema, Michi. - No la miró.

La niña fue a decir algo más, pero entonces se dió también cuenta de la presencia de Ender y se calló.

- Porque está olhando-nos? - preguntó el niño -. ¿Por qué nos está mirando? Ender respondió con una pregunta.

- Você é árbitro? - la palabra significaba también «magistrado».

- De vez em quando.

Ender cambió al Stark; no estaba seguro de saber decir algo más complejo en portugués.

- Dime, árbitro, ¿es justo dejar que un extraño se guie sin ayuda?

- ¿Extraño? ¿Quiere decir utlanning, framling o raman?

- No, creo que quiero decir infiel.

- O Senhor é descrente? ¿No es creyente?

- Só descredo no incrível. Sólo no creo en lo increíble. El niño sonrío.

- ¿Adónde quiere ir, Portavoz?

- A la casa de la familia Ribeira.

La niña se acercó al niño de los ojos metálicos.

- ¿Qué familia Ribeira?

- La viuda Ivanova.

- Creo que sé dónde está - dijo el niño.

- Todo el mundo en la ciudad lo sabe. El asunto es, ¿me llevarás allí?

- ¿Por qué quiere ir?

- Hago preguntas a la gente e intento averiguar historias verdaderas.

- Nadie en la familia Ribeira conoce historias verdaderas.

- Me contentaré con mentiras.

- Venga entonces.

El niño de los ojos metálicos se encaminó hacia la hierba cortada de la carretera principal. La niña le susurró algo al oído. Se detuvo y se volvió hacia Ender, que le seguía de cerca.

- Quara quiere saber. ¿Cuál es su nombre?

- Andrew. Andrew Wiggin.

- Ella es Quara.

- ¿Y tú?

- Todo el mundo me llama Olhado. Por causa de mis ojos - levantó a la niña pequeña y la sentó en sus hombros -. Pero mi nombre auténtico es Lauro. Lauro Suleimão Ribeira.

Sonrió, se dio la vuelta y comenzó a andar. Ender le siguió. Ribeira. Naturalmente.

Jane también había estado escuchando, y habló desde la joya en su oído.

«Lauro Suleimao Ribeira es el cuarto hijo de Novinha. Perdió los ojos en un accidente láser. Tiene doce años. Oh, y he encontrado una diferencia entre la familia Ribeira y el resto de la ciudad. Los Ribeira están deseando desafiar al obispo y llevarte a donde quieras ir.»

«También me he dado cuenta de algo, Jane - contestó él en silencio -. A este niño le ha gustado engañarme, y luego ha disfrutado aún más dejándome ver cómo se ha burlado de mí. Espero que no aprendas de él.»

Miro estaba sentado en la colina. La sombra de los árboles le hacía invisible a cualquiera que pudiera estar observando desde Milagro, pero él desde allí podía ver gran parte de la ciudad: por lo menos, la catedral y el monasterio, en la colina más alta, y el observatorio en la colina encarada al norte. Y debajo del observatorio, en una depresión, la casa donde vivía, no muy lejos de la verja.

- Miro - susurró, Come-hojas -. ¿Eres un árbol?

Era una traducción del idioma de los pequeninos. A veces meditaban y permanecían inmóviles durante horas. A esto le llamaban «ser un árbol».

- Más bien una hoja de hierba - contestó Miro.

Come-hojas se rió en la forma aguda y resonante en que solía. Nunca parecía natural: los pequeninos habían aprendido a reírse por imitación, como otra palabra de stark. No surgía de la diversión, o al menos eso pensaba Miro.

- ¿Va a llover? - preguntó Miro. Para un cerdi, esto significaba: ¿Me interrumpes por mi bien o por el tuyo?

- Ha llovido fuego hoy - dijo Come-hojas -. En la pradera.

- Sí. Tenemos un visitante de otro mundo.

- ¿Es el Portavoz? Miro no contestó.

- Tienes que traerlo para que nos vea. Miro no contestó.

- Hundo mi cara en el suelo por ti, Miro, mis miembros son lumbre para tu casa.

Miro odiaba cuando pedían algo. Era como si pensaran en él como en alguien particularmente sabio o fuerte, un padre cuyos favores había que suplicar.

Bien, si así lo veían, era culpa suya. Suya y de Libo. Por jugar a ser Dios entre los cerdis.

- Lo prometí, ¿no, Come-hojas?

- ¿Cuándo, cuándo, cuándo?

- Llevará tiempo. Aún tengo que averiguar si se puede confiar en él.

Come-hojas parecía confuso. Miro había intentado explicar que no todos los humanos se conocían entre sí, y que algunos no eran agradables, pero los cerdis nunca parecían comprender.

- En cuanto pueda - dijo Miro.

De repente, Come-hojas empezó a arrastrarse por el suelo, meneando las caderas de lado a lado como si intentara aliviar un picor en su ano. Libo había especulado una vez sobre que esto era lo que presentaba la misma función que la risa en los humanos.

- ¡Háblame en pol-tuguis! - resopló Come-hojas, a quien parecía divertir mucho el que Miro y los otros zenadores hablaran dos idiomas indistintamente.

Y era así a pesar del hecho de que al menos cuatro idiomas cerdis diferentes habían sido grabados o insinuados a lo largo de los años, todos ellos hablados por la misma tribu.

Pero si quería oír portugués, oiría portugués.

- Vai comer folhas.

Come-hojas pareció confuso.

- ¿Qué tiene eso de gracioso?

- Porque ése es tu nombre. Come-folhas.

Come-hojas se sacó un gran insecto del agujero de su nariz y lo dejó volar.

- No seas bruto - dijo. Y entonces se marchó.

Miro le observó mientras se iba. Come-hojas era siempre tan difícil. Miro prefería la compañía del cerdi llamado Humano.

Aunque Humano era mucho más inteligente y tenía que tener más cuidado con él, al menos no parecía hostil, en la forma en que Come-hojas lo era a menudo.

Cuando el cerdi se perdió de vista, Miro se dio la vuelta y contempló la ciudad.

Alguien caminaba por el sendero hacia su casa. El que iba delante era muy alto... no, era Olhado con Quara sobre los hombros. Quara era ya demasiado mayor para eso. Miro se preocupaba mucho por ella. Parecía no ser capaz de salir del trauma de la muerte de Padre. Miro sintió una amargura momentánea. Y pensar que Ela y él habían pensado que la muerte de Padre resolvería todos sus problemas...

Entonces se incorporó y trató de ver mejor al hombre que marchaba detrás de Olhado y Quara. No era nadie a quien hubiera visto antes. ¡El Portavoz! ¡Ya! No podría llevar en la ciudad más de una hora y ya se dirigía a la casa.

Magnifico, todo lo que necesito es que Madre descubra que fui yo quien lo llamó. De alguna manera pensaba que un Portavoz de los Muertos sería discreto y no iría directamente a la casa de la persona que lo llamó. Qué iluso. Ya es bastante malo que venga años antes de lo que uno espera. Seguro que Quim informará al obispo, aunque nadie más lo haga. Ahora voy a tener que lidiar con Madre y, probablemente, con toda la ciudad.

Miro se internó entre los árboles siguiendo un camino que le llevó a la verja, de vuelta a la ciudad.


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