El día siguiente mi padre me despertó, después de desayuno y de limpiarme en el rio me llevo a la casa de la sacerdotisa. Esta era mucho más grande que la choza en donde yo vivía. Tenía 6 cuartos, la sala y el comedor estaban separados y hasta tenia una especie de baño. En este se observaba una tina de madera grande, para bañarse. Me sorprendió mucho las comodidades que esta choza tenía. Si, sé que mi definición de comodidades se ha vuelto bastante baja. Pero teniendo en cuenta la realidad en la que vive esta gente, esos sencillos elementos son en realidad muy lujosos.
Ella estaba perfectamente limpia y arreglada cuando llegamos. Sentí que estaba mejor vestida que cuando realizo mi ceremonia. Ella era bastante bonita, tenia unos 30 años era alta y delgada. Con un cabello rubio brillante, rizado y unos ojos azules intensos. Siempre daba una sonrisa cortes y mientras hablaba con ella sentía que no me trataba como un niño, sino que prestaba mucha atención a todo lo que decía.
Sobre mis visiones, ella sin hacer muchas preguntas creyó que lo que decía era verdad y comento sobre que debería de empezar pronto mi entrenamiento como posible próxima sacerdotisa. Yo estaba encantada con su oferta ya que, con esto iba a lograr ir a las enseñanzas de la tribu e iba a poder entender este mundo mucho más rápido, para luego, encontrar pistas para volver a mi hogar.
Lo único que no me agrado mucho de la sacerdotisa es que sentía que ella estaba intentando coquetear con mi padre. No me mal entiendan, no tengo ningún problema en que ellos coqueteen, no es que este celando a mi nuevo padre o algo por el estilo. El problema es que sabia que ella ya estaba viviendo con alguien, tenia varios hijos. Además, mi padre se veía bastante incomodo al observar sus coqueteos casuales, sin mencionar lo molesta que me sentí al ser ignorada y ser testigo de su escena ambigua.