A la mañana siguiente:
Llegó el día de nuestro matrimonio, y sí, me estaba sintiendo ansioso y nervioso. Anoche no me sentía así. Con ella me la paso sintiendo este tipo de cosas. Me he vuelto muy sensible a todo.
Ella se levantó muy temprano y ha estado en el baño. Al rato salió y estaba vestida con un abrigo negro largo, y una gafas que no sé de dónde demonios las había sacado.
—¿Me voy a casar con Daisy o con Sherlock? Parece que fueras a robar un banco, mocosa.
—No quiero que me veas todavía.
—Respetaré eso porque no quiero dañar el momento. No puedo negar que muero de ganas por verte. Supongo que luego de casarnos podré ver todo lo que tienes para mí— sonreí.
Se sentó en la cama y se estaba poniendo unos tacones.
—¿Para dónde crees que vas con esos tacones? Te los quitas.
—No son tan altos, además no me pondré chancletas mete dedos el día de nuestra boda.
—No me importa. Ponte unas botas o lo que quieras, pero tacones no. Te puedes caer y estas embarazada. Deja de querer alcanzarme, que aún con tacones no vas a poder hacerlo, topito.
—Tú eres un buen daddy y no creo que permitas que algo me pase. Déjame usarlos por hoy. Prometo que tendré cuidado y te compensaré esta noche.
—Trato hecho.
—Eres muy fácil de persuadir.
—Una oferta así no se da todos los días — le hice un guiño, antes de entrar al baño.
Luego de asearme, regresé a la habitación y me vestí con un gabán negro que nunca había usado. La camisa también quería que fuera negra. La corbata la escogí roja por Daisy. Quería combinar con ella. Normalmente me amarro el pelo, pero hoy decidí dejarlo suelto, y me perfumé lo más que pude.
—Huele a hombre por aquí — se acercó a mi espalda y colocó sus dos brazos en mis hombros—. Que bien hueles.
—No me provoques en este momento, que puedo atacarte.
—Siempre me atacas, pero deberás esperar— caminó a la puerta.
—¿Ya estás lista?
—Sí.
Llegamos donde el juez y me quedé en su oficina, mientras que ella quiso irse a hacer no sé qué cosa. Me quedé hablando con el juez y los testigos, cuando la puerta la abrieron. Vi a Daisy entrar y tragué saliva. Se veía sumamente hermosa. El traje era color rojo carmesí, la parte delantera le llegaba hasta un poco más abajo de sus rodillas y la parte trasera era un poco más larga. Los manguillos caían justamente en sus hombros, y el área del escote era en forma de V. En su cuello tenía un hermoso collar, que hacía resaltar su lindo cuello. Los tacones rojos y su labial carmesí, la hacían ver una bomba para mi psiquis. Se me paró de sola verla y no fue precisamente el corazón. Debí verla en la casa y no aquí, es el colmo que se me pare delante de todos. No sabía dónde meter mi cara y carraspeé. Ella se paró al lado mío y su dulce perfume me acabó de rematar. Esto era lo que me temía cuando le dije sobre el vestido rojo.
—¿Te gusta?
—Estás sumamente hermosa— traté de no mirarla.
—Incluso tus orejas están rojas. Eso significa que te gustó mucho.
—No tienes que mencionarlo. Claro que me gusta como te ves, el rojo te queda muy lindo.
—Alguien está muy contento de verme.
Al caer en cuenta de que ella se dio cuenta, saqué la silla para que ella se sentara y yo hacer lo mismo. Que maldita vergüenza.
El juez nos saludó y se paró delante nuestro.
—Estamos aquí para unir en matrimonio a John Frost y Daisy Herrera. En primer lugar, voy a proceder a dar lectura al acta matrimonial: Siendo las 9:00 AM, hoy 2 de febrero de 2019, comparecen quienes acreditan ser Laura Mill y Josh Hutch, al objeto de contraer matrimonio civil en virtud de autorización recaída en el expediente número 30978. Quiero hacer constar que se han cumplido todas las prescripciones legales para la celebración de este matrimonio civil, sin que en la audiencia sustitutoria de edictos se haya presentado ni denunciado impedimento ni obstáculo para esta celebración. Voy a proceder a leer los artículos del código civil, que son lo siguiente:
Esto es jodidamente aburrido. Miré a Daisy y fue como si entendiera lo que por mi mente pasó, sonrió y volvió a mirar al juez.
—Art.198: Los esposos se deben mutuamente fidelidad, asistencia y alimentos.
Al escuchar eso, me acerqué al oído de Daisy.
—Ya escuchaste, debes alimentarme.
Daisy rio.
—Art. 431: Los esposos se comprometen a desarrollar un proyecto de vida en común basado en la cooperación y el deber moral de fidelidad. Deben prestarse asistencia recíproca.
Maldición, aquí estaremos todo el día si piensa leer todo ese folleto de leyes. Luego de mencionarlas, miró a los testigos. Le pregunto su información y si estaban de acuerdo, ambos asintieron. Luego nos miró a nosotros y con lo serio que era, pensé que me tiraría con el folleto de las leyes. Debe saber que he estado quejándome sobre eso.
—John Frost, ¿acepta por esposa a Daisy Herrera?
Daisy se me acercó al oído.
—No vayas a negarte o no hay de aquello esta noche— sonrió ladeado, y reí.
—Sí, acepto — respondí.
—Daisy Herrera, ¿Acepta por esposo a John Frost?
—Mhm — hizo un gesto de duda y la miré.
—Claro que acepta, pues le conviene— respondí por ella y Daisy rio.
—Sí, acepto.
—¿Tienen los anillos?
—Sí— busqué la caja de los anillos y saqué ambos, dándole a ella el mío y yo quedándome con el que iba a ponerle.
Sujeté su mano y le quité el de compromiso, para así ponerle el otro.
—Este te lo pones en la otra mano, con este te quedarás ahora y la madre si te lo quitas — dije en voz baja, donde solo ella pudiera escucharme.
Lo coloqué en su dedo y ella sonrió; luego sujetó la mía y colocó el anillo
—Lo llevarás a todas partes que vayas, si te veo sin el puesto, te lo pondré de enema. ¿Te parece?
—Te has vuelto una sádica. ¿Desde cuándo intercambiamos papeles?
Daisy rio y la sujeté por la cintura para besarla. El sabor de su labial era muy dulce, no sé con seguridad qué tipo de sabor era, porque el beso no fue tan intenso como hubiera querido. Ya luego lo averiguo. No sabía si se podía o no besar a la novia en este momento, pero me importaba una mierda las reglas. El juez no dijo nada, así que supuse que no estuvo mal. Nos hizo firmar a nosotros y a los testigos, dando así por finalizado nuestro matrimonio. Esperamos los documentos para tenerlos hoy mismo y luego salimos del lugar.
—Oficialmente eres la Sra. Frost. Ya me amarraste como querías, mujer.
—Ah, ¿Y no eras tú quien quería amarrarme?
—Puede ser.
—Te ves muy feliz.
—Lo estoy. Ya no estoy nervioso, y eso es un alivio.
—Por fin eres mi esposo. Te dije que lo serías algun dia. Hay que celebrar el haber logrado amarrar a un hombre como tú.
—Voy a celebrar contigo esta noche por haberme provocado y avergonzado delante de esa gente.
—No puedo esperar por eso— sonrió.