Me acomodé en la cama, y metí mis manos por debajo de su traje para quitarle la ropa interior.
—Espero no olvides que tú misma lo pediste, ahora no se te ocurra querer dejarme así, porque por más que pidas que me detenga, no lo haré.
La senté y le subí el traje para quitárselo completamente, luego quité el sostén dejando su cuerpo desnudo debajo del mío. Me quedé mirándola por un instante, quería grabar cada parte de ella. Me acomodé entre sus piernas y llevé mi mano a su entrepierna, ella se quejó y estremeció.
—Me gustaría embriagarte más a menudo—acaricié entre sus labios y mis dedos se me humedecieron rápidamente—. Estás más que preparada y luego me llamas depravado.
—Lo siento— musitó.
—¿Realmente te estás disculpando por eso? Que inocente me saliste, Daisy. No deberías disculparte por algo que es normal. De haberlo sabido, te hubiera complacido antes — metí un dedo dentro de su vagina y buscó apretarme la mano para evitarlo—. Antes había una pequeña barrera, pero ahora no; aunque sigues igual de ajustada. Creo que no hice bien el trabajo la primera vez — moví mi dedo suavemente y rechinó los dientes.
—No digas esas cosas.
—¿Sientes vergüenza?
Maldición, estaba muy húmeda y quería penetrarla ya, pero no puedo hacerlo todavía. Debo prepararla un poco más o luego estará lloriqueando. Por lo que veo no ha estado con nadie más a mis espaldas, supongo que es mi día de suerte. Metí dos de mis dedos y ella gimió más fuerte, apretando fuertemente mi mano para tratar de quitarla.
—¿No me digas que no has jugado contigo misma? Eso no podría creértelo.
—¿A ti qué te importa?
—Solo debes relajarte y sentirlo.
—Cállate, depravado.
—Hasta que al fin me llamas así — moví más rápido mis dedos y cerró los ojos. No pensé que podía lucir tan distinta en este momento, la primera vez no fue así. Me acerqué a lamer su pezón y abrió los ojos.
—¿Qué haces, John?— preguntó temblorosa.
—No preguntes tanto y déjate llevar, mocosa.
Mientras lo hacía, me di cuenta de que se estaba humedeciendo más. Mis dedos estaban entrando con más facilidad y sus gemidos eran mucho más placenteros. Quité mis dedos y bajé el cierre de mi pantalón. Es mucho más cómodo para mí con ropa, ya que no me gusta que nadie vea mi cuerpo. Busqué en mi billetera un condón, que para mí desgracia era el único que me quedaba encima. Creo que para la próxima llenaré todos mis bolsillos por si acaso, no sé cuándo se den estas oportunidades así, así que es mejor estar preparado. Me lo puse y vi lo tensa que ella se puso otra vez. ¿Qué se supone que haga para relajarla? Mis palabras no creo que le ayuden, lo más probable digo algo que la moleste y ella se niegue a terminar. ¿Desde cuándo el sexo se volvió algo tan complicado? Llevé mi mano a su cabeza y la despeiné.
—¿Qué estás haciendo?— me miró confundida, y me sentí algo incómodo.
—¿Eso no te calma?
—¿Calmarme?
—Olvida lo que dije— me estoy ahogando en un maldito vaso de agua, porque relajada o no, le va a doler igual. Lo coloqué en su entrada y ella metió su mano.
—Espera, John. No seas tan salvaje, sé cuidadoso y cariñoso, ¿Sí?
—¿Y eso qué es?
—¿Con qué clase de bestia estoy a punto de acostarme?
—¿Qué dijiste?
—No te enojes ahora, déjalo para después — me pidió en un tono nervioso.
—¿Puedes dejar las manos arriba, como si estuviéramos jugando al pillo y al policía?
—No, veo tus macabras intenciones. A la que saque mi mano, vas a tratarme mal.
—Seré bueno, ¿Por qué no confías en mí por un segundo?
—Un segundo es muy poco tiempo, está claro que lo haces para lastimarme.
—¿Realmente tenemos que estar teniendo esta conversación justo antes de tener sexo, Daisy?
—Lo siento, pero es que estoy un poco nerviosa.
—Ni cuenta me había dado— solté sarcásticamente.
—¿Puedes dejar de ser tan sarcástico?
—¿Podrías sacar tu mano, o debo quitarla por ti?
—No te alteres, John.
—No estoy alterado en lo más mínimo.
—Estás rojo, está más que claro que ya mismo explotas y te desquitas conmigo, ya te conozco— esta mujer me irrita.
—¿Prefieres que te muerda?
—¿Qué?— me acerqué y puso su mano en mi boca—. Deja las tonterías, me das miedo. ¿No me digas que te motiva eso de morder?
—Sí, pero más excita que hayas quitado tu mano—la penetré de una estocada y ella se estremeció.
—¡Eres un maldito!— gimió.
—Te has olvidado de con quién estás tratando, bonita.
—¿Bonita?
Me quedé quieto por unos instantes y luego me moví lentamente, esa sensación que sentí la primera vez regresó. Si fuera una experta, sin duda sería una perfecta joya. Como quisiera moverme más rápido y destrozarla.
—Espera, John.
—No, no voy a esperar, ya esperé suficiente.
—Duele demasiado — apretó mis hombros.
—Más me duele a mi, estás muy ajustada. Me siente pésimo al hacer esto así. Acostúmbrate de una vez y relájate.
Llegó un momento en que se comenzó a sentir mejor, me fue aceptando poco a poco. Su interior estaba más húmedo y caliente, sus gemidos y la expresión que hacía, me estaba calentando más que nunca. No imaginé verla así. Aceleré mis movimientos, quería saber hasta dónde más podía aguantar. Tan santita que se veía y resultó ser una pervertida. Era el mejor interior que haya probado en mi vida. Me pregunto si se sentirá siempre así.
—John— gimió mordiendo su labio inferior. No sabía que escuchar mi nombre, con esa voz entrecortada, se iba a escuchar tan jodidamente excitante.
Presioné sus caderas contra mí y su cuerpo tembló, pude percibir como a su interior le agradó esa presión que ejercí, pues se ajustó alrededor de mi. Su expresión ya no era la misma de la Daisy que conocía, se había vuelto uno más perverso. No puedo negar que se veía mucho más sexy así. Trató de subirse un poco y la detuve.
—¿A dónde vas? — me salí de ella y la coloqué de lado, su pierna la subí y la presioné contra la cama. Definitivamente así no podría huir de mi. Su trasero se veía muy formado y su muslo bastante ancho. La penetré de vuelta y ella soltó un quejido más fuerte. Me mantuve sobre ella, al ser tan bajita era mucho más cómodo, porque queda en el nivel perfecto para poder mirarla.
—¿Por qué no tratas de huir ahora?
—Eres un ser malvado— gimió.
Sus manos apretaban fuertemente la sabana. Agarré parte de su seno y lo apreté, con la otra removí el pelo de su cuello y lo lamí. Sus gemidos eran más constantes, y al escucharla así no pude evitarlo. Continúe moviéndome bruscamente dentro de ella. Le agarré el pelo y ella giró su rostro hacia mí, quería ver mejor sus expresiones. Cruzamos miradas por unos instantes, y al verla lamer sus labios, no puede evitar besarla. Las reglas me importaraban un carajo; verla tan irreconocible y perversa, no iba ayudarme tampoco. No sé si es por el tiempo que no besaba a una mujer, o quizás es porque ella es diferente, pero esa manera de besar y la humedad en esos besos me encendían de una forma que jamás me habían provocado. Puse mi mano en su cuello para profundizar el beso y continúe moviéndome más rápido y profundo. Me sentía al límite de estallar, así que retomé mi postura y sujeté firmemente su brazo, para penetrarla más rápido. No fue mucho lo que duré, al ver sus piernas temblando y escuchar sus quejidos más fuertes, acabó con mi autocontrol. Terminé explotando dentro de ella, si no llegaba a tener el preservativo puesto ahora mismo, esto hubiera sido un problema. Normalmente siempre lo saco, aunque tenga el condón puesto; claramente por precaución, y ahora me acabo de descuidar. Se sentía demasiado bien para detenerme. Me pregunto si hay alguna diferencia haciéndolo sin el. Al tener ese pensamiento, sacudí mi cabeza. ¿Cómo se me ocurre tan siquiera pensar eso? Al mirar a Daisy, se había quedado dormida. ¿Cómo se le ocurre dormirse luego de haber hecho esto? Tiene suerte de que no tengo más, o de lo contrario, no la iba a dejar dormir. Ella se comporta como si fuera una bebé. Me levanté de la cama e iba a irme de la habitación, pero estaba descubierta y no podía dejarla así, tuve que cubrirla con otra sabana, no quería despertarla jalando la que tenía debajo. Se quedó así mismo de lado y la miré por unos instantes, tiene un buen trasero. La cubrí con la sabana y me acerqué a su rostro.
—Para la próxima trataré ese otro lado. Si vas a permanecer conmigo como hasta ahora, debes entregarme todo de ti.
«Me he convertido en esta mujer masoquista, y que desea al hombre equivocado; a ese monstruo que eres, John. Me salvaste varias veces y te debo mucho, pero tú me debes más. Tú me quitaste todo lo que tenía, y quiero, no, te exijo que te hagas cargo por haberme arrebatado todo y por hacerme sentir esto que siento»
—¿Eso qué mierda significa? ¿Por qué se me cruzan esas palabras por la cabeza? ¿Eso qué? Aún me falta más por arrebatarte, mocosa. No dejaré que escapes de mi, así quieras irte, está prohibido hacerlo y más luego de atreverte a besarme sin mi consentimiento,; haciendo que las reglas se fueran al carajo y no solo una vez, sino tres veces. Lo peor no es eso, lo peor es que sabiendo que no debo andar mezclando ese tipo de cosas innecesarias, lo continúo haciendo sin pensar en las consecuencias que pueda traerme. Estás loca, y tú locura me está contagiando.
—John… — musitó con los ojos cerrados. Maldición, ¿Acaso me estaba escuchando?—. Quédate conmigo.
—No, mocosa.
—Ok— suspiró, y se acomodó en la cama—. Te cortaré los huevos y se los daré de comida a los perros.
—¿Qué dijiste?
—Dulces sueños.
—¡Borracha de mierda!— sonrió aún con los ojos cerrados, y la cubrí completamente con la sabana—. Buenas noches, loca— salí de su habitación.