—Tienes que calmarte, no permitas que logre lo que quiere. Quédate al lado mío y concéntrate en la reunión — Kanji me ayudó a sentar en la silla de vuelta.
Ya no quería estar más aquí, quería golpearlo y más por su sonrisa llena de malicia que me dedicaba cada segundo en la mesa. No podía concentrarme en lo que estaban hablando, pues Akira no desvió la mirada de mí y me estaba sintiendo más molesta y rabiosa.
—Me retiro, gracias por haberse presentado a esta reunión. Espero poder seguir contando con su buen trabajo— les dije.
—No se puede ir todavía, Srta. Leiko— comentó Akira sonriendo.
—Tengo asuntos que atender, Sr. Akira. Si me disculpan— me levanté de la mesa y Kanji hizo lo mismo, se despidió y salimos del Hotel.
—Tienes que calmarte, lisa. Sé que no es fácil volver a encontrarte con él, y quisiera poder ayudarte a que ese dolor se te quite.
—Es un desgraciado, ¿Cómo se atreve aparecerse por aquí, y con esa maldita cara fresca, como si nada estuviera pasando?
—No deberías hablar mal de tu esposo a sus espaldas— Akira estaba parado detrás de nosotros.
—¿Qué mierda haces aquí?
—Soy parte de este negocio, corderito. ¿Por qué crees que estoy aqui?
—Tú no eres parte de nada. Tú te lárgaste hace años, abandonando el proyecto, el negocio y hasta tu familia— le grité molesta, tratando de golpearlo, pero Kanji me aguantó.
—Déjanos solos Kanji— ordenó Akira.
—No, él no va a ninguna parte. No tengo que quedarme sola hablando con este desgraciado, no me interesa escuchar una sola palabra de tu boca.
—Ya escuchaste, Akira. Será mejor que te largues. Quiero que te alejes de lisa y dejes de seguirla lastimando como hasta ahora.
—¿De cuándo acá tengo que hacerle caso a lo que un idiota me dice? Ella es mi esposa, y si quiero hablar con ella a solas, lo hago y punto. No te metas en mis asuntos, Kanji.
—Pues si me meto, porque ella misma me lo está pidiendo, ahora lárgate.
—¿Por qué tienes miedo de estar a solas conmigo, corderito? — sonrió con malicia.
—Vámonos, Kanji— le agarré el brazo y caminé.
—No creas que esta conversación se quedará hasta aquí, corderito. No sé te olvide de quién eres.
—¡Vete a la mierda!— le grité molesta.
No quería dejarme provocar, pero era imposible. Sentía tanta rabia y tanto dolor en el pecho. Es un infeliz, para una reunión se presenta, y a nosotros nos dejó abandonados en la mierda. Esto es más importante para el que nosotros, mis lágrimas comenzaron a bajar de la frustración, del dolor, de la ira. Tantos años pasaron y no dio la cara, hasta ahora. Yo que pensé que cuando apareciera, sería para aclarar la situación o decirme que tuvo razones para hacerlo, pero no; llegó ahí para amargarme la vida y lo peor es que, en un mínimo segundo me sentí feliz de verlo por fin. ¡Es de lo peor! ¡Lo odio!
Llegamos a la casa y según nos bajamos, Kanji me abrazó.
—Perdóname por no poder evitar o sanar ese sufrimiento que sientes. Me siento inútil en este momento. Sabes que cuentas conmigo, lisa. No permitas que te preocupe o te torture más — acarició mis mejillas, y sentí esa corriente otra vez.
—Quisiera poder olvidarme por completo de esto. Todos estos años he sido una tonta, ¡Una maldita tonta! Se cree que soy un juguete que puede usar cuando se le dé la gana — lo abracé de vuelta, porque sentía que la carga se hacía más liviana al tenerlo cerca. Soy yo quien lo utiliza ahora para descargarme, que egoísta me he vuelto. Sabiendo que le causa daño que esté cerca de él, y yo aquí hablando de un ser despreciable, que no se puede comparar en nada a él—. Perdóname, te estoy lastimando otra vez.
—No lo estás haciendo. Me siento cómodo al tenerte cerca, lisa. Si te sirve de algo, quiero serte de utilidad, así sea para descargarte. Con la llegada de tu esposo, espero no cambien las cosas entre nosotros.
—Las cosas no van a cambiar. Akira ya está en el pasado, Kanji.
—Esta bien, ve y descansa, linda.
—Quédate conmigo, Kanji — sujeté su traje.
—No es bueno esto para ti, necesitas organizar tus pensamientos y calmarte, si me quedo no podrás hacerlo. Muero por quedarme contigo, no lo dudes, pero no creo que sea correcto ahora— acarició mi cuello y acercó sus labios a los míos, dejé escapar un gemido, ya que me sentía muy sensible y vulnerable.
—Con Akira cerca no debemos tener estos acercamiento en público o te puede causar problemas— le dije con mi voz temblorosa.
—Lo sé, pero moría por hacerlo. Buenas noches, lisa.
—Buenas noches, Kanji— me solté de sus brazos y me alejé.
No quería sentir esa presión en el pecho o sentir esa soledad que por años me persiguió. Hubiera querido estar acompañada, pero sé que ya le estoy pidiendo demasiado a Kanji. Soy de lo peor.