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73.16% Re: zero arco 3, 4, 5. / Chapter 368: Invitados no deseados.

章節 368: Invitados no deseados.

Ese conmovedor momento se estropeó de la peor manera.

El comportamiento y la actitud del pelirrojo revelaron una horrible naturaleza. Una repugnante sonrisa se extendió por su cara sin afeitar. Parecía tener más de cuarenta años y emitía un desagradable olor a alcohol.

Aunque sus acciones y su apariencia evocaban un sentimiento de repugnancia que parecía reflejar su carácter, el desaseado hombre era bastante guapo.

Su belleza original estaba contaminada por algo completamente diferente.

Algo en la postura del delgado hombre irradiaba un aura de repulsión.

_Subaru: …¿Quién es usted?

_???: ¿Eehh?

El primero en romper el repentino silencio que había llenado la habitación fue ni más ni menos que Subaru, quien extendió su brazo hacia atrás y agarró el mango del arma en su cintura.

Habiendo perdido la calma, la cabeza caliente de Subaru lo llevó a actuar impulsivamente.

No había nada que pudiera haberle enfurecido más que la interrupción de la reconciliación entre el torpe y raro dúo de abuelo y nieto.

Sólo Subaru sabía por qué estaba tan furioso.

No sólo se había interrumpido la reconciliación entre un amigo y alguien a quien respetaba.

Era la reconciliación de una familia. El comienzo de una familia que buscaba una conexión.

Atreverse a intervenir de esa manera,

_Subaru: Respóndame. ¿Quién diablos es usted?

_???: ...Realmente me estás mirando de forma hostil, chico. Como caballero, me imagino que sabes a quién intentas provocar, ¿cierto?

_Subaru: No me haga reír, señor. El que está siendo provocativo es usted. Sólo le pregunto qué está haciendo aquí exactamente.

Agotándosele la paciencia, Subaru se levantó del banquete.

Beatrice, quien estaba sentada a su lado, vio los sentimientos que alimentaban su reacción y cambió su posición para poder tomar su mano en cualquier momento. Su confiable compañera había sentido con precisión las llamas de la ira que residían en el corazón de Subaru.

Mirando a Subaru con una expresión desagradable, el hombre se rascó la cabeza con un gesto grosero.

_???: Eres muy molesto, chico. Ey, Santo de la Espada; o Euclius; o incluso Argyle. Matad a este chico grosero por mí.

_Subaru: —¡hk!

Señalando a Subaru con la mano con la que se había estado rascando la cabeza, el hombre insolente dio una orden impasiblemente a tres personas desde la puerta, entre ellas Reinhard.

Viendo esa humillación a sus camaradas, Subaru quiso golpear esa sonrisa con su látigo—

_Julius: Por favor, cuide sus palabras.

—pero fue interrumpido por las palabras de Julius antes de que pudiera moverse.

Julius, que se había levantado en algún momento, suavemente puso una mano en el hombro de Subaru por detrás.

Julius asintió levemente con la cabeza dirigiéndose al tenso Subaru, y luego se giró para mirar a aquel hombre.

_Julius: Ferris está presente, y Reinhard también. Nosotros tres estamos de permiso temporal de nuestras tareas normales debido a que estamos sirviendo a nuestros respectivos líderes. Por lo tanto, ni siquiera usted como subcomandante debería tener el derecho de darnos órdenes.

_Ferris: Sí, Ferri-chan ahora mismo es un siervo obediente de la venerable Crusch-sama~. Por lo tanto, no tengo la obligación de cumplir con esa orden, nyan.

Manteniendo su postura sentada, Ferris tomó de gancho el brazo de Crusch mientras continuaba inmediatamente las palabras de Julius. Aunque Crusch, cuyo brazo acababa de ser tomado, parecía un poco sorprendida, llenó sus ojos con su fuerte voluntad mientras se giraba hacia el hombre pelirrojo.

La expresión en los rostros de todos los demás era similar; nadie ocultaba su hostilidad hacia el hombre. Naturalmente, ya que habían estado compartiendo un ambiente agradable que había sido desgarrado por aquel hombre.

Sin embargo,

_???: Oh~, oh~, qué miedo. ¿No es obvio que sólo estaba bromeando? No es que no sepa la gravedad de mis órdenes como subcomandante.

_Subaru: ¿El... subcomandante?

Al alcohólico hombre le parecieron tan graciosas las reacciones de Julius y Ferris, que se rio a carcajadas. Durante esa interacción, a Subaru se le escapó una palabra.

Tras escuchar su explicación, el hombre volvió a dirigir su mirada hacia Subaru.

_???: Así es. Ese es mi encantador adorno. Subcomandante de los Caballeros del Reino de Lugnica, Heinkel, ese soy yo.

_Subaru: No te me pongas arrogante, como si le hablaras a algo asqueroso o detestable.

_Heinkel: Jajajaja, la voz de este chico es muy dura. Me duele, me duele... así que cierra tu inútil boca, perro.

_Subaru: —¡hk!

La oscuridad que centelleaba en los entrecerrados ojos del hombre hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Subaru.

Era diferente de la presencia abrumadora de algo como la Ballena Blanca o una Bruja. Era algo más indescriptible.

Ese algo era familiar para Subaru, y aun así le era imposible recordar exactamente lo que era.

No había lugar donde escapar de esa sensación, y Subaru sintió un zumbido en sus oídos.

_Julius: Cálmate, Subaru. No dejes que el aura del subcomandante te afecte.

Julius, quien estaba a su lado, habló con el aturdido Subaru.

Al oírlo, ese hombre —Heinkel— enfrentó a Julius con una oscura sonrisa.

_Heinkel: ¡Ja! Una respuesta digna. Ejemplar y cortés. Mostrar ese respeto como caballero demuestra una vez más que realmente eres el Caballero de los Caballeros.

_Julius: Permítame aceptar el cumplido, Subcomandante Heinkel. …Si me permite la pregunta, ¿cuál es la razón de su visita? Si mi memoria no me falla, su deber como subcomandante debería ser vigilar la capital.

_Heinkel: Deja esas palabras sarcásticas. ¿Cuánta influencia en la defensa vigilante de la Capital puede causar la ausencia de un solo hombre? Marcus-sama puede manejarlo perfectamente solo, mucho mejor de lo que yo podría… ah, aunque, ya no hay ninguna Familia Real que pueda sufrir un desastre.

_Wilhelm: ¡Heinkel!

Considerando su posición, el discurso de Heinkel fue increíblemente irrespetuoso. Al oírlo, Wilhelm rugió su nombre con furia.

El Demonio de la Espada, temblando de ira, dirigió una fuerte mirada a Heinkel, quien simplemente se encogió de hombros.

_Wilhelm: Heinkel...

_Heinkel: Con solo llamarme una vez basta. Aunque haya envejecido, todavía no he perdido la audición. Bueno, trata eso como una tontería e ignóralo. Más importante...

Heinkel respondió a la voz amarga de Wilhelm metiéndose un dedo en el oído mientras cerraba sus ojos azules. Luego, los abrió para mirar a Wilhelm.

_Heinkel: Esta no es una sensación muy agradable. Obviamente, quiero felicitarte por derrotar a la Ballena Blanca, pero me has estado evitando. Después de todo, esa es una hazaña que llevó catorce largos años lograr. Yo creo que también tengo derecho a unirme a las alegres celebraciones. ¿No es así, Padre?

_Wilhelm: Heinkel, yo...

Con maldad en su cara, Heinkel apuñaló viciosamente con sus palabras el pecho de Wilhelm.

Aunque el rostro del anciano mostraba el dolor de ser cortado por una espada, Heinkel no mostró ningún signo de que le importase. En vez de eso, dirigió su maldad hacia un nuevo objetivo.

_Heinkel: ¡Reinhard! ¿Qué hay de ti?

_Reinhard: …

Habiendo observado en silencio la situación hasta ahora, Reinhard miró lentamente a Heinkel cuando escuchó su nombre.

_Heinkel: ¿No deberías también estar felicitando a tu padre por la carga que se le ha quitado de los hombros? Ya que cargó el peso de vengar a una esposa, una madre, una abuela. Al menos ofrécele unas palabras gentiles, ¿no? Aunque—

_Reinhard: …

_Heinkel: —al hacerlo, Padre ha vengado finalmente a la anterior Santa de la Espada, a la que tú asesinaste, ¿verdad?

—No. Era un error afirmar que Heinkel tenía maldad en su cara. 

Más bien, él era la maldad personificada.

Las palabras, la expresión, la actitud, el tono, el comportamiento y la mirada de Heinkel; todas esas fueron manifestaciones de su intención, que sólo podría ser descrita con el término MALDAD.

En verdad, cada parte del comportamiento de Heinkel no contenía nada más que pura maldad.

_Subaru: ...¿La anterior Santa de la Espada, asesinada...?

Subaru dijo en voz baja esas impresionantes palabras.

En su conciencia había otras preguntas acumulándose, pero Subaru no podía ordenarlas razonablemente.

Sin embargo, la maldad siempre aprovecharía semejante oportunidad.

_Heinkel: Sí, la anterior Santa de la Espada fue asesinada. Aunque no sé exactamente cuán ignorante eres, tienes que estar familiarizado con el título de Santo de la Espada, ¿verdad? Nuestro actual Santo de la Espada es la generación más fuerte hasta ahora... pero eso fue algo que obtuvo al asesinar a su predecesora, su propia abuela. Aunque ese hecho inmediatamente se ocultó del conocimiento público.

_Wilhelm: ¡Basta, Heinkel! Tú... ¿hasta dónde piensas llegar?

_Heinkel: Si quieres decir algo para quedar bien, por favor detente, Padre. Porque simplemente no tienes derecho a estar en desacuerdo conmigo. Después de todo, cuando murió la anterior Santa de la Espada, el primero en condenar a Reinhard no fue nadie más que tú.

_Wilhelm: —hk.

Las palabras de Heinkel contenían un denso y nocivo veneno de aborrecimiento.

Y el contenido de su discurso no era más que vulgares maldiciones.

¿Reinhard había asesinado a su predecesora? Inconcebible.

¿Wilhelm había condenado amargamente a Reinhard? Inconcebible.

Después de todo, para Reinhard, su predecesora había sido...

Y para Wilhelm, Reinhard era...

Así que obviamente, eso no podía ser.

_Reinhard y Wilhelm: …

Pero ni Reinhard ni Wilhelm lo negaban.

¿Por qué? Si alguno de ellos lo negara, incluso si dijeran un simple «no», entonces Subaru lo creería inmediatamente.

Por un lado, un camarada y un amado mentor. Y por otro lado, un hombre malvado que olía a alcohol. No había absolutamente ninguna duda de a quiénes creería Subaru.

Por lo tanto, él quería que uno de ellos negara esas palabras.

_Heinkel: ¿Es difícil hablar ahora? Por supuesto que lo es. Ha sido así durante catorce años. Ni tú ni mi padre han cambiado. Sin cambio, para ustedes es imposible reconciliarse. ¿Acaso Theresia van Astrea perdonaría un asunto tan egoísta?

En aquel silencio, sólo resonaron las palabras profanas de Heinkel.

La anterior Santa de la Espada fue la esposa de Wilhelm, la abuela de Reinhard, y para Heinkel—

_Heinkel: Mi madre muerta nos está maldiciendo. Tres generaciones, y ninguno de nosotros ha sido perdonado.

El padre de Reinhard. El hijo de Wilhelm.

Considerando las palabras y acciones de Heinkel, Subaru dedujo correctamente su origen.

_Subaru: Heinkel van Astrea...

Al pronunciar ese nombre, descubrió que resonaba con un aire de rectitud.

El hombre que tenía delante estaba indudablemente unido a la familia Astrea. Aunque su naturaleza como humano era completamente diferente a la de los honrados Astreas que Subaru conocía.

_Heinkel: No le pongas el "van" a mi nombre, chico. No me han dado ese honor. Es sólo Heinkel Astrea.

_Subaru: ¿...?

Al escuchar el aliento interrogativo de Subaru, Heinkel chasqueó su lengua y miró hacia otro lado.

Por primera vez desde que llegó aquí, la amargura apareció en su parcialmente visible rostro. Sus ojos, que sólo contenían alegría sádica porque había insultado a su familia, parecían tener una mirada de dolor.

— Tan pronto como Subaru empezó a reflexionar sobre lo que había pasado, fue interrumpido.

_Emilia: Entonces... ¿Para qué vino aquí?

_Subaru: ¿Emilia?

Todos se estremecieron ante la imperdonable actitud de Heinkel.

Sin embargo, fue Emilia quien se levantó y lo cuestionó.

Con su cabello plateado flotando tras ella, se ubicó junto a Subaru, quien podía sentir una oleada de ira emanando de ella.

Para Emilia, era imposible no sentir ira por la atmósfera arruinada o por un comportamiento tan descortés.

Ella sólo se enojaba seriamente cuando la situación se refería a los sentimientos de los demás.

Y ella era consciente de cómo Reinhard y Wilhelm habían sido heridos.

_Emilia: Originalmente estábamos desayunando felices. ¿Qué pretendía exactamente como para arruinar deliberadamente un momento tan pacífico?

_Heinkel: ...Qué sorpresa. ¿No es usted Emilia-sama? He oído los rumores. Una pobre chica semibruja que no tiene ninguna posibilidad de luchar, pero que de todas formas sigue luchando.

_Emilia: Aunque algún día me gustaría hablar con usted y preguntarle lo que piensa de mí, ahora mismo sólo quiero que responda a una pregunta: ¿por qué vino aquí?

_Heinkel: …

¿Acaso él intentaba despistar a Emilia con insultos? Subaru vio a través de él, y el sorprendido Heinkel se sintió decepcionado. Los miembros de las demás facciones también parecían sorprendidos por el comportamiento sereno de Emilia.

Era una diferencia sorprendente con respecto a la inocencia que Emilia había mostrado ayer. Sin embargo, ella no estaba fingiendo aquella inocencia. Emilia estaba siendo fiel a sí misma.

_Emilia: La razón por la que nos reunimos aquí es porque fuimos invitados por Anastasia-san. Es muy raro que todos nosotros estemos reunidos en el mismo lugar, así que no creo que usted se haya aparecido por casualidad y sin ningún objetivo en mente, aunque sea alguien importante entre los caballeros del reino. Por favor, dígame exactamente qué es lo que quiere.

_Heinkel: Tch. No es como decían los rumores...

_Emilia: Contésteme.

Heinkel, que se había vuelto a rascar la cabeza, fue sacudido por el impulso de Emilia.

Aunque Emilia estaba enfadada, no estaba preparando un ataque. La presión que emanaba de ella no tenía nada que ver con la magia. Era tan sólo la fuerza de sus sentimientos.

_Felt: Entró con confianza, sólo para echarse atrás cuando una chica lo mira. Señor, eso es bastante vergonzoso.

_Anastasia: Tienes razón. Y justo cuando estaba deseando compartir una historia diverti'a. La famosa diva aparentemente es una persona bastante caprishosa, ¿no les parece interesante?

_Crusch: ¿En serio? Entonces, agradecería que este hombre enigmático se fuera, ya que me encantaría hablar de estos rumores sobre la famosa diva con todo el mundo aquí.

_Heinkel: —hk.

Después de Emilia, también hablaron Felt, Anastasia y Crusch.

Al igual que Emilia, las tres unieron sus fuerzas dominantes para oponerse a Heinkel. Frente a la presión de las cuatro candidatas, el rostro de Heinkel no pudo evitar contraerse.

Teniendo en cuenta su título, su puesto era bastante inferior. Estaban en niveles completamente diferentes.

_Julius: Lo siento, subcomandante. Si no hay nada más por el momento, creo que, en beneficio de todas las partes implicadas, debería marcharse.

Teniendo en cuenta la reacción de Heinkel y la actitud de las candidatas a la Selección Real, Julius calculó que este sería el momento adecuado para lograr que Heinkel se fuera. Subaru hubiera preferido aplastar a Heinkel ahora mismo, pero cambió de opinión después de ver a Reinhard y Wilhelm.

Él no comprendía completamente la situación, y por eso no podía hacer juicios precipitados.

_Heinkel: Grr...

_Julius: Subcomandante. Por favor, tome una decisión. Una vez que lo haga, por favor...

_???: —Eso no será necesario, plebeyo.

Esa voz brillaba con confianza en sí misma.

La dueña de esa voz confiada, que podía sacudir la voluntad de sus oyentes, parecía capaz de imponer su propia superioridad dondequiera que fuera.

Era capaz de desestimar el sentido común y establecer un nuevo conjunto de reglas que no permitían protestas ni objeciones.

Todos los presentes en el salón del té miraron a la puerta corrediza cerca de Heinkel.

Todos eran plenamente conscientes de que alguien estaba a punto de entrar a la habitación. Heinkel hacía tiempo que había dejado de existir en la mente de nadie, y ahora todos estaban únicamente pendientes del calor similar al sol que se acercaba desde el pasillo.

_???: Así que, ¿toda la gente trivial ha llegado? Han preparado un escenario para mi debut. Merecen elogios por su comportamiento.

Un busto audazmente expuesto, parcialmente cubierto por un vestido rojo sangre, una boca coqueta cubierta por un abanico. Sus brazos estaban cruzados bajo su amplio pecho, empujándolo hacia arriba en el glamuroso acto de presumir su piel blanca sin reservas.

Sus brillantes ojos rojos se asemejaban a los de una llama, con un encanto capaz de hipnotizar a todos los hombres del mundo.

Aunque se la viera una única vez, su violenta belleza se grababa en la memoria para siempre.

La belleza excesiva se volvería violenta, y su existencia lo demostró.

Una señorita llamada Priscilla Barielle.

La quinta candidata para la Selección Real que no había sido invitada.


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