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58.44% Re: zero arco 3, 4, 5. / Chapter 294: Reencuentros y rugidos.

章節 294: Reencuentros y rugidos.

Conteniendo la respiración, la joven avanzaba por la oscuridad con pasos silenciosos. Estaba encogiendo su pequeño cuerpo, pareciendo aún más pequeña de lo normal, y prestando atención de no generar ruido ni siquiera con su ropa. Su mano permanecía sobre su boca, porque si no la obstruía físicamente, dejaría resbalar su respiración sibilante.

Ella deseaba fervientemente que los latidos incesantes de su corazón también se callasen.

La niña de cabello castaño, Petra, caminaba intranquila por la mansión, finalmente familiar, como si se hubiera perdido en un mundo desconocido.

En este instante, ella estaba verdaderamente agradecida por la alfombra mullida sobre los pisos. Había pensado que dificultaba caminar, pero era gracias a ésta que sus temblorosas piernas no producían ruido.

Se prometió a sí misma que, si tenía otra oportunidad de limpiarlas, pondría toda su gratitud y diligencia en su lavado.

Si no distraía su mente con otros temas, como el de la lavandería, sus piernas, que apenas se movían, se detendrían. Incluso ahora estaba procediendo a paso lento como una oruga. ¿Qué pasaría si dejara de hacerlo por completo? Pensar en eso la aterrorizaba.

En este momento, ella odiaba la longitud de este largo e interminable pasillo.

Petra estuvo encantada cuando la aceptaron para trabajar en esta gran mansión.

Aunque estaba cerca de la aldea, Petra consideraba esta mansión como un lugar extremadamente lejano. No por la distancia, sino por la posición social.

El gobernador y señor de la mansión, el Margrave, solía ir a la aldea de Arlam durante su tiempo libre.

Aunque él era de la nobleza, no asumía aires pretenciosos; y se reía y perdonaba los comentarios descorteses de los niños. Petra nunca había oído a los aldeanos hablar mal del Margrave, excepto sobre el tema de su vestimenta.

Petra tampoco había prestado especial atención al Margrave, pero sí que siempre había admirado el tamaño de su mansión.

Al ser de una aldea pequeña y con dos padres normales, Petra nunca habría llegado a este lugar. Aunque ella había hablado de querer ir a la capital y hacer ropa cuando creciera, eso era simplemente un sueño que ella creó y que era apropiado para su posición; porque, desde su infancia, siempre supo renunciar a alcanzar aquello que nunca lograría.

Hasta que Petra, inesperadamente, tuvo la oportunidad de trabajar en la mansión. Y, para colmo, estaría con alguien que le salvó la vida y hacia quien tenía algunos sentimientos. En cuanto a cuál de las dos cosas la deleitó más, pues que sea un secreto, pero lo último ganó, aunque solo fuera por un poquito.

Sea como sea, su empleo en esta mansión fue el comienzo de una vida de ensueño para Petra.

Aunque los amplios pasillos, las abundantes habitaciones y el extenso tiempo dedicado a la limpieza la dejaban hecha polvo; los días agitados trajeron alegría a la vida de Petra.

Este lugar de aspiraciones y sueños ahora la helaba hasta la médula con la forma en que la aterrorizaba.

Petra no sabía qué pasó ni qué estaba pasando.

Lo que sí sabía era que había terminado su trabajo, como de costumbre, y acababa de cenar sola con su sirvienta en jefe, Frederica.

Petra estaba de pie sobre un taburete mientras lavaba los platos, mientras que Frederica recogía la comida que había sido preparada para Beatrice-sama. Obviamente no habían logrado entregársela.

Petra nunca había visto a Beatrice ni una sola vez. A veces se preguntaba si realmente existía, pero viendo que Frederica, Emilia y Subaru parecían conocerla, Petra les siguió la corriente sin decir nada.

Los señores de la mansión estaban en algún lugar lejano.

Ignorando a las sirvientas Petra y Frederica, dos personas más permanecían en la mansión. Una era la invisible Beatrice, y la otra era la joven llamada Rem.

Ninguna de las dos comería, lo cual insatisfacía un poco a Petra.

Pero Petra se compadecía de la durmiente Rem, y no podía olvidar lo bien que Subaru trataba a esa chica.

La expresión de Subaru mientras miraba la cara de Rem era increíblemente vívida, tan emocional y angustiada que Petra dudaba incluso en sentir celos.

Y, por eso—

_Petra: ...tengo que salvar a Rem-san.

Este veredicto por sí solo, expresado inconscientemente, era lo que estimulaba las acciones de Petra.

Después de que Frederica se deshiciera de la cena de Beatrice y de que Petra limpiara los platos, Frederica le ordenó a Petra que revisara el itinerario de trabajo para mañana, entre otras cosas.

Petra realmente quería ayudar a Frederica con el trabajo que le quedaba, pero estando todavía a mitad de su desarrollo físico, el cuerpo de Petra no era capaz de resistir trasnochar hasta tarde. Que Frederica reconociera el entusiasmo de Petra y la mandara a la cama era lo habitual.

Pero esta noche, de camino a su habitación, sucedió algo irregular.

—Todas las luces de la mansión se apagaron.

Sorprendida por la repentina oscuridad, Petra se aferró a la cercana Frederica. Frederica la tomó tiernamente y, después de decir algunas palabras tranquilizadoras, contuvo la respiración.

Petra nunca olvidaría cómo se congeló la atmósfera.

Ella ya había experimentado esta pesada aura antes. La angustia que corría dentro de ella la llevó a fortalecer su agarre sobre Frederica, quien silenciosamente apartó sus manos.

_Frederica: Petra. Sé una buena chica, escúchame. Usa la escalera detrás de nosotros y sal. Sin hacer ningún ruido, en silencio, tan rápido como puedas, huye. 』

_Petra: ¿P-pero qué hay de ti?

_Frederica: Pronto te seguiré. Cuando hayas salido de la mansión, corre a la aldea. Después de que nos volvamos a reunir, esperaremos hasta la mañana para ordenar todo.

Frederica miró hacia adelante mientras pronunciaba sus amables palabras.

Luego empujó a Petra ligeramente detrás de ella, distanciándola. El aire neblinoso ocultaba la luna en aquel entonces, proveyéndolas de absolutamente nada de luz.

Petra sintió que Frederica se adelantaba en silencio.

Simultáneamente, Petra obedeció las instrucciones de Frederica y se dirigió hacia el pasillo, su camino opuesto al de Frederica. Se las arregló para llegar a la escalera y, justo cuando pensó en bajar, lo recordó.

_Petra: Esto es... igual que el bosque.

Ella recordó dónde había experimentado esta atmósfera pesada y helada antes.

Ésta era la misma aura de hace dos meses, cuando ella y los demás niños de la aldea habían entrado en el bosque.

La misma aura que había sentido cuando estaba en medio de un bosque lleno de sanguinarias mabestias, con su vida en peligro.

_Petra: Tengo que—

Al darse cuenta de algo, Petra movió los pies no para bajar, sino para subir.

Recordó las instrucciones de Frederica y se sintió culpable por violarlas.

Pero no podía dejar a Rem en una mansión idéntica a ese bosque.

Porque recordaba cómo Subaru la había sacado de esos aterradores bosques en aquel entonces.

_Petra: —ah!

Luego de pensar en aquellos aterradores recuerdos, Petra sintió que estaba cerca de su destino.

Sin hacer ruido. Pasando desapercibida. Al adherirse obstinadamente a esas reglas, su lento viaje por fin llegaba al final de su camino.

Pero el solo hecho de llegar a la habitación de Rem no haría que la pequeña Petra fuera capaz de tomarla en brazos y huir con ella.

Petra había estado tan abrumada por la urgencia que ni siquiera había considerado ese hecho. Simplemente pensó que si llegaba a la habitación de Rem y confirmaba que ella estaba allí, todo saldría bien.

Estaba siendo atormentada por el terror de saber que la muerte estaba cerca y por un sentido del deber que no se ajustaba a su pequeña estatura.

Nadie podía culpar a Petra por no darse cuenta de lo obvio.

Sólo unos pocos pasos más, unos pocos metros más, a dos habitaciones de distancia, y ahí estaría.

Casi no quedaba ninguna distancia para llegar a su destino.

Su corazón palpitaba tan fuerte que parecía que explotaría, mientras que el ruido de su respiración se le escapaba entre los dedos.

Sólo un poco más lejos, sólo un poco más, sólo un poco—

—Al llegar a la habitación, Petra miró hacia arriba.

Y ahí es cuando sucedió. Cuando, fuera de la ventana del pasillo, el viento apartó las nubes que bloqueaban la luna.

La luz de la luna irradió entonces a través de la ventana, dando color a un mundo que antes era oscuro.

Y Petra la vio.

_¿¿??: Vaya, qué sirvienta tan adorable.

Una mujer tan oscura, que se fundía en las sombras, se encontraba directamente frente a ella.

Entre Petra y la puerta, a sólo tres pasos.

Se trataba de una mujer alta y de pelo largo.

Su ropa sensual mostraba generosamente su cuerpo voluptuoso. Su mano le dio un giro a su trenza mientras se acercaba tranquilamente. Todo esto sería excepcionalmente erótico, siempre y cuando no tuvieras en cuenta el cuchillo grande y reluciente en su mano libre.

_Mujer: Por lo que me han dicho, tengo dos objetivos con uno más agregado. Eres la pequeña sirvienta, ¿no?

_Petra: ...au,

_Mujer: ¿Estás temblando? No te preocupes. Seguro que tus tripas son bonitas. Las chicas con futuro siempre tienen entrañas hermosas.

Petra no tenía idea de lo que ella estaba diciendo.

Pero sí sabía que su avance era sinónimo de que se acercaba la muerte.

Petra lo sabía, pero sus pies se congelaron frente al tremendo terror que sentía, impidiendo que se moviera.

La esbelta mujer sostenía un cuchillo demasiado grande.

Cuando esa cosa la golpease, la vida de Petra sería cosechada sangrientamente.

Y, aun así,

_Mujer: Buena chica… te enviaré a conocer a los ángeles.

Despiadadamente, la mujer levantó su cuchillo, con la temblorosa niña como su objetivo.

La hoja atravesó el aire, amenazando con cortar el vientre de Petra muy pronto.

_¿¿??: ¡¡PETRA!!

Una gran silueta se abrió paso desde el otro extremo del pasillo, cortando el espacio entre Petra y el cuchillo, con chispas volando junto a un estridente ruido metálico.

La salvadora de Petra, con su largo cabello rubio y ondulante, era un personaje muy familiar para ella.

Sólo había una persona con una espalda tan grande y confiable que no parecía la de una mujer.

_Petra: ¡Frederica nee-sama!

_Frederica: Petra, niña traviesa. Te dije que huyeras... vas a recibir una reprimenda después de esto.

Dijo Frederica en tono severo mientras miraba a Petra.

_Petra: ¡S-sí, señora!

Petra tembló ante las palabras "niña traviesa", asintiendo varias veces con lágrimas a la espalda de Frederica.

_Mujer: ¿Tú eres la sirvienta grande? Pues sí que eres grande de verdad.

Escuchando a las dos hablar entre ellas, la mujer con el cuchillo retrocedió un poco y ladeó la cabeza. La manera como su trenza se balanceaba con sus movimientos no concordaba con la extrañeza de la mujer, lo cual parecía un poco gracioso.

Frederica: Mi gran tamaño me molesta, sabes. Probablemente lo heredé de mi padre.

_Mujer: Entonces tu padre era grande. Y al ser así de grande, debes tener unas entrañas espectaculares. Estoy excitada.

_Frederica: Al parecer tus pasatiempos no son de muy buen gusto.

_Mujer: Las tripas de las mujeres son más brillantes y vívidas que las de los hombres. Haré una comparación con las tuyas, y te lo demostraré.

Ante la absurda afirmación de la mujer, Frederica extendió ambos brazos al frente mientras adoptaba una postura de combate.

Sus manos estaban adornadas con unos cestus con garras afiladas, que eran probablemente las armas con las que detuvo el golpe de la mujer.

Estos mitones de batalla se aprovechaban de la complexión grande y poderosa de Frederica, por lo que se podría decir que era un arma adecuada para ella, pero...

_Frederica: Es frustrante, pero no creo que ésta vaya a ser una batalla equilibrada.

_Mujer: Parece que tienes algo de habilidad, pero probablemente no tanta como yo. Después de una experiencia en la capital donde prácticamente morí, mis habilidades han mejorado.

_Frederica: Ya veo. Me apetece maldecir a quien no te haya eliminado.

Al notar la pericia de la mujer frente a ella, un sudor frío comenzó a aparecer en la frente de Frederica.

La inusual monstruosidad que irradiaba de esa mujer, hacía que Frederica sintiera la disparidad de fuerza con sólo mirarla. Parecía que solo estuviera allí de pie, sin hacer nada y, sin embargo, una espesa aura de muerte emanaba de ella.

¿Cuántas vidas habrá arrebatado para poder tener esa horripilante aura?

_Frederica: Petra. Esta vez, realmente abandona la mansión. La entretendré.

_Petra: P-pero, nee-sama...

Petra miró hacia la puerta de la habitación de al lado.

Con eso, Frederica comprendió por qué Petra había desobedecido sus órdenes y vino aquí.

Y entonces,

_Frederica: No sé quién te habrá contratado... pero parece que Petra y yo estamos en la lista de objetivos.

_Mujer: Sí, lo están. Tú, la pequeña sirvienta, y la chica espíritu. No estoy exactamente satisfecha con la cantidad, pero nunca antes he abierto el vientre de un espíritu, así que estoy emocionada por ello. La última vez no alcancé a cumplir mi objetivo por muy poco.

_Frederica: Pues sí que has divulgado esa información fácilmente. ¿No te descalifica eso como profesional?

_Mujer: No me importa. Tu boca va a dejar de funcionar pronto y, si estás pensando en quejarte con mi empleador, pues sólo tengo que mantenerte callada.

_Frederica: Qué trastornada.

Esta conversación podría darle dolor de cabeza a cualquiera.

Frederica sentía que hablar más con esa mujer sería inútil. Pero, por lo menos, ya había conseguido las respuestas que quería.

_Frederica: Petra. Los objetivos de ella somos tú, yo y Beatrice-sama. ¿Lo entiendes?

_Petra: —Sí, señora.

Petra asintió con la cabeza mientras se secaba las lágrimas.

Con todo lo que había escuchado, más esa última afirmación, Petra supuso las intenciones de Frederica.

Ella era una chica inteligente. Una buena estudiante. Alguien a quien Frederica no quería ver morir.

_Frederica: ¡Vete!

_Petra: ¡Sí, señora!

Petra prácticamente se tropezó consigo misma cuando se lanzó a correr.

Inmediatamente, la mujer vestida de negro le arrojó algo. Cuatro cuchillas, cortando el viento mientras se acercaban a la espalda de Petra. Su magnífica puntería era brillantemente repugnante, y un rápido movimiento del cestus de Frederica apenas consiguió desviarlos.

El estridente ruido metálico se desvaneció luego de que todos los cuchillos lanzados rebotasen, desviados de su curso.

Petra ni siquiera miró hacia atrás mientras huía. Ella confiaba plenamente en Frederica. Y tenía que responder a sus demandas.

_Mujer: Es una buena chica.

_Frederica: ¡Así es, ella es mi orgullo!

Frederica atacó con su cestus izquierdo a la mujer, quien lo esquivó inclinándose ligeramente hacia adelante. Sin embargo, apuntando inmediatamente después hacia al estómago de la mujer encorvada, Frederica lanzó una patada.

La patada de Frederica perforó el aire, con una potencia capaz de destruir paredes. A diferencia de su madre humana, el padre de Frederica era un mestizo proveniente de un linaje de criaturas luchadoras. Aunque no aprobaba del todo que esa sangre corriera por sus venas, estaba agradecida por su fuerza esta vez.

La patada golpeó a la mujer, quien abrió los ojos en sorpresa. Inmediatamente usó su mano libre para bloquear, pero la patada era más que suficiente para quebrar sus delgados brazos y—

_Frederica: ¿Qué?

_Mujer: ¿Esto realmente te sorprende?

Frederica contuvo el aliento. La mujer se había quedado completamente cabeza abajo, y sus labios escarlatas se relajaron en una sonrisa.

En cuanto su mano tocó la pierna de Frederica, en una situación que no perdonaría ni el más mínimo error de fuerza, la mujer realizó unas acrobacias casi imposibles, apoyando todo su peso corporal en la patada de Frederica, dejándose a sí misma con tan solo una mano libre. Frederica tembló al ver a esa mujer tan ligera como una pluma mientras se aferraba a su pierna elevada.

_Frederica: ¡Araña!

_Mujer: Otra persona me llamó de la misma manera hace no mucho tiempo.

Su voz sonó algo resentida, pero ese sentimiento no se reflejó en su feroz golpe.

La luz de la luna brilló en su cuchilla mientras se dirigía hacia el cuello de Frederica. Frederica inmediatamente usó su cestus para detenerla, pero tanto este brazo, como el otro que se suponía que ayudaría en la desviación, gritaron de dolor.

Aunque con una sola mano, y con los brazos mucho más delgados que los de Frederica, la fuerza de agarre de la mujer era inmensa.

Las chispas volaron cuando las cuchillas chocaron entre sí, mientras que Frederica bajó la pierna a la que la mujer se aferraba, para luego apuntar a su cara y—

_Mujer: Mala elección.

La cuchilla permanecía atrapada en las garras del cestus— mientras que la mujer aprovechó esto como punto de pivote para voltear aún más arriba.

Se suponía que la trayectoria de la patada de Frederica la habría atrapado al caer, pero, en vez de eso, pasó inofensivamente por debajo de ella mientras que la mano libre de la mujer alcanzó su pierna. De debajo de su falda, se asomó otra cuchilla con un mal presagio.

_Mujer: Muéstrame tus vibrantes interiores.

Todavía boca abajo, las dos cuchillas de la mujer volaron desde ambos lados, con tanta fuerza que cortaría a Frederica en dos.


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