—Lo siento — estalló en llanto.
—Es desesperante escucharte llorar. Voy a soltarte, pero no te levantes del suelo hasta que termine de cambiar la ropa de cama; aunque debería ponerte a limpiar a ti, por tu culpa tenía un desastre en esta habitación, ese olor no se va por más que la limpie — me levanté de encima de ella, y caminé a la ventana del cuarto para abrirla. Necesito que entre aire fresco; era estresante escuchar sus sollozos—. Como trates de irte una vez más, no respondo. ¡Quédate acostada! — asintió con su cabeza y saqué la ropa de cama para bajar al lavarropas. Tenía que buscar una soga, porque por lo que veo no se acuerda de mí y es una molestia tener que estar forcejeando con ella cada vez. Estoy cansado y me duele la cabeza, me sentiría más tranquilo luego que logre calmarla y me recuerde.
Subí las escaleras y caminé por el pasillo en dirección al cuarto, pero la puerta estaba cerrada. Que yo recuerde la había dejado abierta.
—¡Maldita seas, Noah!— golpeé la puerta fuertemente y estaba cerrada con seguro, al menos la puerta era en madera, si le doy una patada puedo derivarla. Le di varias patadas con fuerza y logré abrirla. Al entrar, vi a Noah tratando de tirarse por la ventana, la agarré fuertemente por el pelo, pues fue lo primero que logré agarrar de ella—. ¿Qué mierda crees que haces?
—¡Déjame ir, por favor! — me rogó en llanto.
—¿Quieres que te deje ir? Ya que estabas en medio de esto, supongo que puedo permitirlo. Déjame ayudarte a bajar más rápido, Noah— la empujé, dejándola caer por la ventana. Soltó un grito al caer, se tuvo que haber dado fuerte. Nadie la manda a provocarme. Me asomé y vi que se estaba arrastrando, mientras se quejaba. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta de cristal del patio trasero, su rostro estaba lleno de sangre y sus brazos—. Estás hecha una mierda. ¿Ves lo que logras colmando mi paciencia? No quería empujarte, pero no me das opciones. Pórtate bien y vamos dentro, debo curarte y debes bañarte— miré a todas partes y traté de levantarla, pero me arañó la cara.
—¡Déjame, asesino!
—¿Quieres las cosas así? De acuerdo, Noah — la agarré por la pierna y la arrastré hasta llevarla dentro, estaba tapando su cara y su cuerpo estaba temblando.
—¡Ya basta, por favor! — me rogó.
—Yo quiero lo mejor para ti, yo no quiero lastimarte, pero es que te has vuelto una desobediente.
—¡Déjame ir, te lo suplico! Yo no diré nada, pero déjame ir— su llanto se metía en mis sentidos, me estaba desesperando que hasta mi cabeza dolía más.
—¡Ya cállate!— le grité molesto —. Te llevaré al cuarto y te voy ayudar a bañar. ¡Ya me cansé de esto! ¡He tenido bastante paciencia contigo, pero ya estoy al límite! Vuelves a desobedecerme y te voy a cortar en pedazos. ¿Me estás entendiendo? — se calló y asintió con su cabeza temblorosa—. Esa es mi princesa — sonreí, y le ayudé a levantar. Subimos a la habitación y la llevé directamente al baño, la desnudé y se tapó—. ¿Cuál es el problema? Ya te he visto un millón de veces desnuda. ¿Realmente ya me olvidaste?
—Yo no sé quién eres.
—Esa es la única explicación. Por más que lo pienso, no le encuentro otra razón. Te haré recordarme, Noah — traté de tocarla, pero retrocedió.
—¡No me toques!— me pidió, tapándose aún más.
—Duele que me rechaces. Disfrutabas mucho cuando te tocaba y ahora me tratas así. Yo te amo mucho y no sabes cuánta falta me has hecho. Haría cualquier cosa por ti. Eres lo único que tengo, es por eso que tú no puedes dejarme. No voy a tocarte, al menos no, hasta que te acuerdes de mí. Me conformo con tenerte aquí conmigo. Báñate sola, estaré en la habitación esperándote. Te lo advierto, no intentes otra estupidez— salí del baño y me fui a la habitación. Busqué otra ropa de cama y la cambié, busqué también la soga en el armario del pasillo y regresé al cuarto.
Rato después ella salió.
—Te ves hermosa con esa ropa, es tu favorita; definitivamente el rojo es tu color. Espero me perdones, pero tengo que amarrarte. Debo cocinar y curarte.
—No me amarres, te lo pido.
—Lo siento, pero no puedo arriesgarme. No sé si trates de huir otra vez, mi cielo.
—No lo haré, lo juro.
La curé y la traje conmigo a la sala. La dejé viendo televisor mientras cocinaba. Ya casi no quedaba carne y si ella se entera, se pondrá de mal humor. Tengo que traer más carne a la casa. Cociné la que había y puse los platos en la mesa.
—La comida está lista, Noah— le avisé, y ella se levantó para sentarse en la mesa, sus ojos aún estaban llorosos—. Es tu plato favorito, ¿No lo recuerdas?
—No.
—Come—se quedó unos instantes quieta y luego cogió el tenedor, se comió toda la comida y eso me hizo feliz. Se ve muy hermosa cuando se ensucia la cara con la comida. Sonreí, y le pasé la servilleta para limpiarla, pero ella giró su rostro y me dolió, me duele su rechazo—. Cásate conmigo, Noah— ella me miró.
—¿Qué?
—Cásate conmigo. Prometo que no voy a lastimarte ni hacer nada que no quieras que haga, pero hagámoslo, ese era nuestro gran sueño, al igual que tener un hijo.
—Yo no quiero.
—Sé que perdimos el primero, pero aún somos jóvenes y podemos hacer muchos más— ella se levantó de la mesa y retrocedió.
—Yo no quiero que te me acerques— me levanté molesto por su actitud.
—Antes me pedías tener un hijo y hacías lo que fuera por tenerlo. ¿Qué demonios ha cambiado ahora?
—Todo. Yo no sé quién eres. ¿Por qué no comprendes que yo no soy Noah? Te equivocaste de persona, ¿No lo entiendes, maldito loco?
—Me equivoqué, ¿eh? Todo lo haces por él, ¿Verdad? ¿Qué pudo darte ese infeliz, que yo no lo haya hecho? — me sentía molesto —. Me juraste que no tendrías ojos para nadie, solo para mí y ahora te enamoras de alguien más. ¡Eres una traidora! Me ilusionaste para luego dejarme, me vendiste falsas ilusiones para luego hacerme esto. ¡Te voy a matar! — saqué el cuchillo de mi pantalón y ella retrocedió nerviosa.
—No es lo que crees, déjame explicarte — trató de correr, pero la agarré por la cintura.
—No necesito explicaciones, para mí ya está más que claro, Noah. No me seguirás viendo la cara de idiota. Este jueguito ya llegó a su maldito fin — la tiré contra el suelo y me subí sobre ella —. Te amo demasiado, pero prefiero que no existas, a saber que amas a alguien más que no sea yo — alcé el cuchillo y ella cerró los ojos.
—¡Yo te amo!— gritó con todas sus fuerzas, y estalló en llanto.
—¿Me amas? — el alma me regresó al cuerpo al escuchar esas palabras, era lo que necesitaba escuchar de ella. Asintió con su cabeza llorando—. Lo siento, no quería asustarte — bajé el cuchillo y la abracé —. Yo no quería hacerte llorar, es solo que te amo mucho, Noah. ¿Podrías entenderme, por favor?
—¡Pero yo no! — me quitó el cuchillo y logré darme cuenta a tiempo; trató de apuñalarme, pero logré aguantar su brazo, no le quedaba mucha fuerza y se lo arrebaté de las manos.
—¡Eso fue un golpe bajo, Noah! ¡Te enseñaré a respetarme!