Después de resolver todos los asuntos varios, Sheyan reflexionó mientras pensaba que su fuerza actual era aún demasiado débil. A continuación, solicitó y movilizó con éxito tres aviones con potencia de fuego de la fuerza especial Guijarros. Ahora estaban listos para partir. En vez de eso, Mogensha, ese hombre negro de repente se apresuró a subir al compartimento de transporte del Soberano. Su voz llevaba un tono de derrota.
—Maldición, no acapares todas las cosas buenas para ti.
Sheyan se encogió de hombros y sonrió con suficiencia.
—Podríamos estar yéndonos a la tumba, ¿sabes?
Mogensha masticó su chicle y se mofó.
—Demonios, lo juro por el nombre de Tamushu, desde que te conocí, siempre he sido yo el perdedor.
Sheyan puso los ojos en blanco.
—Oh, la misión de Dundee era una en la que yo también, no confiaba, así que te dejé elegir por ti mismo. Ya que has hecho tu propia elección, entonces no me culpes a mí.