La sala principal del Pabellón de Armas Divinas respiraba una atmósfera majestuosa. Preciosos cristales de colores decoraban las muchas cabinas principales, donde se exhibían tesoros y diferentes tipos y grados de Armas Divinas.
El área dentro del Pabellón de Armas Divinas era extremadamente espaciosa y tenía un total de tres niveles. En promedio, habría por lo menos unas pocas decenas de miles de clientes que se aventuraban a entrar y salir diariamente. En ese momento, había un joven vestido con túnicas blancas fuera del salón principal del Pabellón de Armas Divinas, preparándose para entrar. Sus manos sostenían un barril de vino, y olor a alcohol era emitido por su cuerpo.
—Vino Borracho Inmortal, ¿estás aquí buscando tesoros otra vez? ¡Ven y echa un vistazo!
—Vino borracho inmortal, ven, ven. Déjame ver si aún queda alcohol en tu barril de vino.