El sol brillaba como el fuego en el oeste, haciendo que la verdadera Aalto pareciera aún más como un cementerio. A excepción de los hechiceros que observaban el muro de la ciudad en diferentes zonas, pocas personas podían verse en la calle.
En el camino vacío, un carruaje cabalgaba rápido sin hacer ruido de cascos o ruedas, como si fuera un enviado del Infierno Silencioso.
El carruaje era tan silencioso porque no tenía ruedas. Los cuatro caballos que corrían delante eran tan nebulosos como si estuvieran hechos de una pálida niebla. No obstante, el intenso fuego ardía en su cabeza, y dos puntos rojos rebotaban en sus ojos.
—¿Es esta la famosa "pesadilla"? —Dentro del carruaje cuya ventana estaba entreabierta, una magnética y cautivadora voz femenina sonó.