La noche cayó bastante temprano en aquel frío invierno. Rentato, la ciudad del norte, temblaba por el gélido viento. Todos los peatones que caminaban por la calle se habían levantado los cuellos y habían acelerado el paso.
Para ellos, la mayor diferencia era que, en ese momento, las calles de Rentato estaban repletas de brillantes cristales mágicos de luz. En el pasado, solo las calles más transitadas tenían lámparas de arcos. En ese momento, la mayoría de los ciudadanos caminarían de regreso a casa en una densa oscuridad en la cual la única fuente de luz sería la luna, las estrellas o una tenue linterna.
Nasdell se bajó del último tren siguiendo la corriente y pisó el liso suelo de la Estación del Hexagrama. La ciudad de Rentato todavía tenía las puertas y muros de la ciudad con propósitos defensivos.