Cuando los aprendices pensaron que ya todo estaba bien, otra ronda de peligro llegó inmediatamente.
En ese instante, puesto que la tormenta se había despejado casi completamente, lanzar un hechizo podía ser bastante riesgoso. Lucien y los aprendices volvieron a entrar en un dilema.
Lucien dio palmadas suavemente en los hombros a cada uno de sus estudiantes para consolarlos. Sosteniendo Amboula con una mano, él escuchó con atención la conversación mientras pensaba rápidamente en una posible solución.
—Clérigo Cody, apesta aquí abajo —Tom seguía hablando en voz alta a propósito—. No hay necesidad de que usted, mi lord, haga esto. Por favor... Solo disfrute el agradable té negro en su propio camarote y yo me encargaré de esto por usted, mi lord.